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Hispano88

Rusia: Revolución Conservadora

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Excelente documental.

Si los zurdos latinoamericanos que se pajean con las rubias naturales que el canal ruso propagandista de izquierda RT usa para engrupir a los cholos conocieran la fuerte faceta conservadora del tirano Putin, de irían de raja. 

El ruso actual es nostálgico tanto de las pechoñas tradiciones zaristas como de la intimidante brutalidad soviética porque esa contradictoria suma es muy potente: le está forjando una identidad nacional de poder, de "háganse a un lado que aquí vengo yo", como la que tenían los yanquis del siglo XX antes de convertirse en lameculos de las dictatoriales minorías "progresistas".

En resumen: Putin.

Por eso el choque con China (cuya identidad nacional aún se basa sólo en su pasado comunista) por el dominio de Oriente va a ser grande. 

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Putin: el regreso del oso ruso

La política exterior del presidente ruso Vladimir Putin ha vuelto a colocar a Rusia en el centro de las cuestiones geoestratégicas mundiales. Con el testimonio de varios expertos en la materia, este documental de Frédéric Tonolli cuestiona las motivaciones profundas de esta nueva guerra fría en la que Rusia busca recuperar un papel preponderante en la geopolítica mundial tras perder su influencia con la caída de la Unión Soviética.

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La Rusia de hoy no debería ser culpada por los abusos de derechos humanos y los actos de agresión...

Los halcones casi no distinguen entre Rusia y la Unión Soviética

Ted Galen Carpenter dice que la Rusia de hoy no debería ser culpada por los abusos de derechos humanos y los actos de agresión cometidos por la Unión Soviética

Los halcones de la política exterior en EE. UU. usualmente ubican en la misma categoría a la Rusia no-comunista con la Unión Soviética totalitaria. Una ejemplo especialmente gráfico es un reciente artículo publicado en 19FortyFive de Michael Rubin, un académico titular del neoconservador American Enterprise Institute. El título, “Rusia era un estado rebelde mucho antes de Ucrania y Georgia”, captura de manera adecuada el grado al cual llega la rusofobia de Rubin.

De manera predecible, culpa a Moscú totalmente por la guerra de Georgia en 2008, aún cuando una investigación de la Unión Europea concluyó que las fuerzas del presidente de Georgia Mikheil Saakashvili iniciaron el combate. De igual forma, ignora con esfuerzo la asistencia que EE. UU. y algunos de sus aliados europeos le dieron a los manifestantes que removieron al presidente ucraniano pro-ruso, incidente que provocó la subsiguiente anexión por parte de Rusia de Crimea.

No, según Rubin, dichos episodios son señales de la estrategia de Vladimir Putin para “recrear la Unión Soviética en todo menos en nombre”. Luego condena las administraciones de Barack Obama, Donald Trump y Joe Biden por tener insuficiente resolución frente a ambiciones así de malignas e imperiales. Sin embargo, Rubin afirma que “el verdadero problema es más profundo. La agresión de Rusia y su sensación de impunidad no empezó con Georgia, sino con Japón. Hacia fines de la Segunda Guerra Mundial, Rusia le quitó a Japón las islas sureñas Sakhalin y Kuril”.

Hay un problema con esta tesis: la toma de control de territorio de Japón fue una acción de la Unión Soviética. No había una “Rusia” independiente en 1945, y muestra una extrema pereza intelectual utilizar los términos de manera intercambiable, como Rubin y otros analistas lo hacen. Durante la era soviética, Rusia era solo un componente de la Unión Soviética, aún cuando era el más grande. Además, es incorrecto asumir que los rusos étnicos siempre administraron el estado comunista. El dictador soviético que duró más tiempo en el mando (que gobernó durante casi tres décadas) fue Joseph Stalin—de Georgia, no un ruso. Nikita Krushchev, que lideró la Unión Soviética durante más de una década, era étnicamente ruso pero creció en Ucrania y era culturalmente ucraniano. De hecho, según su bisnieta, Nina Krushcheva, él le tenía un cariño especial a Ucrania. Probablemente no fue una coincidencia que Krushchev fue la persona que tomó la decisión de transferir Crimea, que había sido parte desde Rusia desde 1782, a Ucrania.

Hay otras razones por las que una distinción clara debe hacerse entre la Unión Soviética y la Rusia no comunista que surgió cuando se disolvió la Unión Soviética en diciembre de 1991. La Rusia de hoy es marcadamente distinta de la Unión Soviética económicamente, políticamente e ideológicamente. Al final de la Guerra Fría, la Unión Soviética tenía la segunda economía más grande del mundo; Rusia en 2020 se ubicaba en la posición onceava—justo detrás de Corea del Sur. La Unión Soviética adoptó la economía marxista-leninista, mientras que Rusia es en gran medida parte del mundo capitalista. Es verdad que el capitalismo que Rusia practica es una variedad extremadamente corrupta caracterizada por el compadrazgo, pero todavía es algo muy distinto a la economía dirigida por el estado y rígidamente centralizada de la era soviética. Políticamente, el gobierno de Putin refleja un autoritarismo conservador, no las ambiciones exageradas y revolucionarias de los gobernadores comunistas de la Unión Soviética.

Desde el punto de vista militar, también hay un contraste masivo entre la Unión Soviética y Rusia. La anterior buscó mantenerse al día con EE. UU. en términos de su gasto y capacidades militares. El costo de ese esfuerzo fue una de las principales razones por las que el país eventualmente colapsó. El gasto militar anual de Moscú son inferiores a un décimo de lo que gasta EE. UU., y el presupuesto es comparable a aquel de Gran Bretaña, Francia, Japón y otros poderes regionales.

La realidad es que la Unión Soviética era un gran poder expansionista y totalitario con pretensiones de convertirse en un super-poder. La Rusia de hoy es un poder regional tradicional que intenta mantener su esfera de influencia en su vecindario inmediato en contra de las intervenciones por parte de una alianza militar extraordinariamente capaz y liderada por EE. UU. Estoy sorprendida acerca de cuán frecuentemente los supuestos expertos militares y de política exterior en las noticias de televisión no hacen ninguna distinción entre la Unión Soviética o Rusia en sus presentaciones. Algunos incluso se equivocan y se refieren a las acciones u objetivos “soviéticos”, cuando es aparente que se refieren a “Rusia”.

Para Rubin y otros halcones, es como si la disolución de la Unión Soviética a fines de 1991 nunca se dio. Las políticas que promueven amenazan a Rusia de manera implícita como un enemigo inherente que no se distingue del adversario mortal de Occidente durante la Guerra Fría. De hecho, esa actitud corrosiva ha dominado el pensamiento en gran parte del establishment de política exterior y de la prensa.

La mentalidad surgió a principios de la presidencia de Bill Clinton cuando los funcionarios estadounidenses presionaron para expandir la OTAN hacia el este acercándose a la frontera rusa, una política que la administración de George W. Bush intensificó con entusiasmo. Tal vez esta mentalidad destructiva era inevitable, dado que una generación de expertos en políticas públicas había sido tan marinada en la retórica y percepciones de la Guerra Fría. Era especialmente significativo, no obstante, que Washington adoptara una política provocadora y polémica antes de que Rusia hiciera algo que pueda ser considerado incluso como un comportamiento veladamente amenazador y expansionista. Para utilizar el mismo estándar de Rubin, este tipo de comportamiento por parte de Washington se dio mucho antes de las acciones de Rusia en Georgia y Ucrania.

Citando la mala conducta soviética como un justificativo para adoptar una política hostil hacia Rusia no solo es inadecuado sino absurdo. Alemania en el siglo 21 no tiene la culpa de la terrible devastación de la Alemania Nazi. El Japón democrático no es responsable de la masacre de Nanjing y otros crímenes que el Japón imperial cometió. Turquía no tiene la culpa por el genocidio armenio librado durante los últimos años del Imperio Otomano. La Rusia de hoy no debería ser responsable por los abusos de derechos humanos o los actos de agresión que la Unión Soviética cometió. Las élites políticas de EE. UU. necesitan cambiar su pensamiento.

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El filósofo ruso sería uno de los principales asesores del mandatario. Es conocido por fundar un...

Alexander Dugin: “El Rasputín de Putin”que inquieta a Occidente

El filósofo ruso sería uno de los principales asesores del mandatario. Es conocido por fundar un movimiento que promueve la idea de una Gran Rusia que se extendería desde Medio Oriente hasta el Pacífico. Por otro lado, posee vínculos con el peronismo argentino y ha visitado ese país en varias ocasiones.

Aunque no tiene un puesto oficial en el gobierno ruso, es un influyente de los asesores político y militar del Presidente Vladimir Putin, al punto que muchos lo han denominado como su “Rasputín”, en alusión al místico y consejero del último zar de Rusia, Nicolás II. Se trata de Alexander Dugin, el filósofo de 60 años que presume de ser un ideólogo geopolítico muy importante en su país y que defiende la vuelta de una Rusia imperial a través del eurasianismo.

Dugin es conocido por haber fundado Eurasia en 2000. Un movimiento que promueve “la idea de una Gran Rusia que se extendería desde Medio Oriente hasta el Pacífico”. Eurasia apoya la política exterior de Putin.

En una columna del periodista Manuel Florentín, publicada en 2014 por el diario El País, se señala que Dugin es “difusor de las ideas de la Nueva Derecha, llama al eurasianismo Cuarta Teoría Política”. Su libro Los fundamentos de la geopolítica, considerado biblia del eurasianismo, dice el periódico español, “es muy leído entre políticos y militares”. Esto debido a que plantea una alianza estratégica con Irán, Turquía y los países árabes de Medio Oriente, pueblos a los que imputa un modelo social más solidario que el capitalismo y la globalización que identifica con el mundo anglosajón, las “islas periféricas”.

“Dugin vio en Putin al llegar al poder la materialización del eurasianismo. En las movilizaciones de 2008, los militantes del Movimiento Eurasiático se lanzaron a la calle contra los opositores a Putin. Según éstos, el movimiento de Dugin tiene al apoyo del gobierno. No hay pruebas, pero lo que sí parece evidente es que, por los artículos que publica Dugin -incluso en Financial Times-, hay sintonía con Putin”, añade.

El filósofo, dice el portal Impakter, también ha estado bien posicionado para influir en Putin a través de su relación como exasesor de Sergei Naryshkin, un miembro clave del oficialista partido Rusia Unida. Naryshkin fue nombrado jefe de la inteligencia exterior rusa en 2016. Como la mayoría de los hombres poderosos de Rusia, Naryshkin tiene vínculos directos con Putin desde su juventud, cuando eran compañeros de estudios en un grupo de la Escuela Superior del KGB.

Sin embargo, la influencia de Dugin no se basa solo en una amistad con Naryshkin. Dugin, un escritor prolífico, estableció su propia presencia en la radio, la televisión y en internet con el sitio web “geopolitica.ru”. Ha creado muchas revistas, una editorial, Arktogaia, y fundó en 1998 el proyecto New University para difundir sus ideas por todas partes.

Dugin aboga por la creación de un imperio ruso antioccidental y considera que Estados Unidos y Rusia son los centros de dos bloques que eternamente estarán enfrentados, algo que se ha visto acrecentado debido a la globalización. Es por ello que el mediático filósofo ruso propone alianzas para que Moscú recupere su posición de liderazgo internacional, algo que perdió al desaparecer la Unión Soviética en 1991. Es más, Putin, en abril de 2005, en el Kremlin, lo dijo claramente: “El fin de la URSS fue la catástrofe geopolítica más grande del siglo XX”.

“Dugin es más que otro polémico ultranacionalista ruso. Durante la última década, ha ejercido una profunda influencia sobre las políticas del Kremlin. Mientras escribo, ahora podemos hablar de una renovada Guerra Fría contra Occidente iniciada por Putin”, destacó el portal Impakter.

Alexander Gelievich Dugin nació el 7 de enero de 1962 en Moscú. Su padre fue teniente general de la Dirección Principal de Inteligencia del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas de la Unión Soviética. A partir de 1980, se familiariza con un grupo de tradicionalistas: Gejdar Dzhemal, Evgenij Golovin, Yurij Mamleev, Vladimir Stepanov y Sergej Zhigalkin.

Desde 1990 a 1992, trabajó con los archivos desclasificados del KGB, a partir de los cuales preparó una serie de artículos para periódicos y revistas, libros y el programa de televisión “Secretos del siglo”, transmitido por Canal Uno.

En 2007, Dugin fue expulsado de Ucrania por hacer campaña entre los rusos a favor de la secesión, indicó el diario El País. Al año siguiente, anunció en Osetia que los blindados rusos intervendrían en Georgia, lo que luego ocurrió. En julio de 2013 manifestó en Moldavia -país con un conflicto latente en la región de Transnitria de mayoría rusa- que Estados Unidos no tenía capacidad para defender a los países postsoviéticos y que si alguien encendía la mecha “el poderío militar de Rusia sería suficiente para zanjar el asunto”.

A nivel latinoamericano, Dugin tiene contactos con el peronismo argentino y ha visitado en varias ocasiones Argentina. “Me gusta muchísimo su país, la cultura argentina, la filosofía argentina, (el filósofo) Carlos Astrada, la cultura del gaucho, esta identidad, esta identidad profunda que se siente en Argentina a pesar de la modernización”, dijo al presentarse en una conferencia en noviembre de 2017 en la Escuela Superior de Guerra Conjunta de las Fuerzas Armadas.

Previamente, en abril de 2016, dictó otra serie de conferencias sobre el 70° aniversario del Congreso Nacional de Filosofía de Mendoza.

“Los puntos de contacto entre el putinismo ruso y el peronismo argentino pueden sonar insólitos, incluso descabellados. Pero es contra esta percepción que Dugin ha trabajado para explicar que el eurasismo, el modelo de expansión continental rusa basado en los vínculos de distintas sociedades tradicionales asentadas en Europa del Este y Asia pero con intereses estratégicos comunes, puede dialogar con una potencial alianza del continente latinoamericano como la que, en su momento, Perón proyectó entre Argentina, Brasil y Chile”, escribió en octubre de 2020 el novelista Nicolás Mavrakis en Infobae.

Pese a los titulares que lo han definido como “el cerebro de Putin”, “el Rasputín de Putin” o “el enemigo número uno de Occidente”, Dugin dijo en 2019 al diario español El Confidencial que “todo eso son caricaturas”. “Soy el enemigo de la hegemonía liberal occidental porque critico sus tesis (...) En ese sentido, sí que puedo ser peligroso para Occidente y sus élites globalistas”, comentó.

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When Vladimir Putin rose to the presidency of Russia in 2000, he inherited the remains of a...

Cómo Putin usa la ortodoxia rusa para hacer crecer su imperio

CONCLUSIONES CLAVE

1) Putin a menudo invoca a la Iglesia Ortodoxa Rusa en sus discursos públicos, dándole a la iglesia un lugar mucho más destacado en la vida política rusa.

2) Putin se ha erigido a sí mismo como un defensor de la moralidad tradicional, por ejemplo, oponiéndose a la homosexualidad, penalizando el divorcio y apoyando a la “familia tradicional”.

3) El uso que hace Putin del cristianismo tradicional está calculado para el efecto político. Los observadores estadounidenses y europeos harían bien en ver a través de la farsa.

Cuando Vladimir Putin ascendió a la presidencia de Rusia en 2000, heredó los restos de un estado imperial comunista-ateo que alguna vez fue temible.

En los 19 años intermedios, transformó a Rusia nuevamente en una potencia imperial con ambiciones globales. Una de sus herramientas clave en esa transformación ha sido la Iglesia Ortodoxa Rusa.

Putin a menudo invoca a la Iglesia Ortodoxa Rusa en sus discursos públicos, dándole a la iglesia un lugar mucho más destacado en la vida política rusa que bajo sus predecesores. Pero estas invocaciones difícilmente parecen sinceras en el sentido religioso. Más bien, ha usado a la iglesia para justificar la expansión rusa y tratar de desacreditar la influencia de Occidente en Europa del Este.

Muchas figuras conservadoras en Estados Unidos, incluidos Pat Buchanan y Franklin Graham, se han sentido atraídas por la retórica de Putin, con su fuerte énfasis en los valores cristianos occidentales tradicionales y su aparente rechazo a la cultura de “degradación y primitivismo”, que según Putin ha producido “una crisis moral en Occidente".

Putin se ha presentado inteligentemente como un beligerante en la guerra cultural. Al hacerlo, apeló a algunos conservadores en Estados Unidos que se han vuelto escépticos de la tradición democrática liberal heredada de la Ilustración, que creen que contiene las semillas de la desaparición espiritual y cultural de Estados Unidos.

Putin se ha erigido a sí mismo como un defensor de la moralidad tradicional, por ejemplo, oponiéndose a la homosexualidad, penalizando el divorcio y apoyando a la “familia tradicional”. Le encanta posar para sesiones fotográficas con el patriarca ruso Kirill, e incluso ha publicado calendarios de él mismo con celebraciones litúrgicas tradicionales.

Pero los conflictos recientes con Ucrania sugieren que la afinidad pública de Putin por el cristianismo puede tener más que ver con la geopolítica que con la sinceridad religiosa. Después de que Rusia anexó Crimea en 2014, Putin buscó justificar su acción señalando una historia religiosa y cultural compartida:

Todo en Crimea habla de nuestra historia y orgullo compartidos. Esta es la ubicación del antiguo Khersones, donde fue bautizado el Príncipe Vladimir. Su hazaña espiritual de adoptar la ortodoxia predeterminó la base general de la cultura, la civilización y los valores humanos que unen a los pueblos de Rusia, Ucrania y Bielorrusia.

La Iglesia Ortodoxa Rusa ha estado a la par con Putin y, de hecho, ha servido para promover sus fines. Un ejemplo de ello es su posición sobre la Iglesia ortodoxa ucraniana.

Desde el año 1686, la Iglesia ortodoxa ucraniana había estado bajo la jurisdicción del Patriarcado de Moscú. Pero en octubre pasado, la iglesia ucraniana anunció que después de 332 años, se separaba del Patriarcado de Moscú en un intento por independizarse de Rusia. Esta escisión fue facilitada por el presidente ucraniano Petro Poroshenko y aprobada por el líder de la Iglesia ortodoxa, el patriarca ecuménico Bartolomé, con sede en Turquía.

Sin embargo, la Iglesia Ortodoxa Rusa protestó y dijo que la división era ilegítima. Sigue manteniendo que el Patriarcado de Moscú tiene jurisdicción más allá de las fronteras rusas en Ucrania y Bielorrusia.

Esta división religiosa se produce en medio de un aumento de las tensiones políticas entre Ucrania y Rusia, visto más recientemente en el arresto y posterior detención de 24 marineros ucranianos por parte de Rusia en noviembre pasado.

Sorprendentemente, Putin culpó a los políticos ucranianos por la división de la iglesia, acusándolos de “inmiscuirse” en los asuntos de la iglesia y desestimando la partida de la iglesia ucraniana como un “proyecto político secular”. Luego posicionó a Rusia como un defensor de la libertad religiosa y dijo: “Nos reservamos el derecho de reaccionar y hacer todo lo posible para proteger los derechos humanos, incluida la libertad de culto”.

Esto es descaradamente hipócrita de Putin. The Associated Press descubrió recientemente que el propio gobierno ruso era culpable de “inmiscuirse” al intentar piratear los correos electrónicos de la Iglesia ortodoxa ucraniana. Parece que el ahora infame grupo de piratas informáticos ruso "Fancy Bear" había estado apuntando a las correspondencias de Bartholomew con Ucrania antes de la decisión de otorgar la independencia de la Iglesia ucraniana.

Putin busca reforzar su control sobre Ucrania y Bielorrusia, así como expandir aún más la influencia rusa en Europa central y oriental. Sin duda, seguirá promoviendo la ortodoxia en el proceso. Esto es simplemente un intento de seducir a las antiguas repúblicas soviéticas para que vuelvan a estar bajo el dominio de Rusia.

El uso del cristianismo ortodoxo por parte del Kremlin tiene perfecto sentido, dadas las tendencias religiosas en la región. El cristianismo ortodoxo ha disfrutado de un marcado renacimiento en Europa del Este en las últimas dos décadas. En nueve de los estados vecinos regionales de Rusia (Moldavia, Grecia, Armenia, Georgia, Serbia, Rumania, Ucrania, Bulgaria y Bielorrusia), más del 70 por ciento de las personas se identifican como ortodoxas, según los resultados actuales de Pew Research.

Este renacimiento de la ortodoxia coincide con el sentimiento pro-ruso. Pew Research señala que en las nueve naciones exsoviéticas que son mayoritariamente ortodoxas, excepto Ucrania, más de la mitad de los encuestados están de acuerdo en que "una Rusia fuerte es necesaria para equilibrar la influencia de Occidente".

Pew Research concluye:

[M]uchos cristianos ortodoxos, y no solo los cristianos ortodoxos rusos, expresan puntos de vista prorrusos. … La identidad ortodoxa está estrechamente ligada a la identidad nacional, los sentimientos de orgullo y superioridad cultural, el apoyo a los vínculos entre las iglesias y los gobiernos nacionales y la visión de Rusia como un baluarte contra Occidente.

Muchas naciones de Europa del Este se encuentran en una encrucijada entre dos opciones: una mayor integración con Occidente y la liberalización, por un lado, y la alineación con Rusia y el autoritarismo, por el otro.

Mientras Putin busca más influencia sobre estas naciones, enfatizar la religión tradicional cumple dos de sus objetivos. Establece un terreno común entre Rusia y Europa del Este y, lo que es más importante, amplifica las diferencias que Europa del Este puede tener con Occidente, especialmente a medida que el mundo occidental se aleja cada vez más de los valores y la religión tradicionales.

El uso que hace Putin del cristianismo tradicional está calculado para el efecto político. Los observadores estadounidenses y europeos harían bien en ver a través de la farsa.

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Rusia copia el modelo chino de Xi Jinping, bloqueando redes sociales, medios de comunicación y...

Las similitudes que demuestran que Rusia imita el modelo de censura chino

Vladímir Putin lleva años imponiendo regulaciones y amenazas contra medios y plataformas digitales, pero la guerra en Ucrania le sirvió como excusa para aumentar las prohibiciones y la vigilancia, aproximándose al sistema de Xi Jinping en China.

Cuando el presidente ruso Vladímir Putin dio inicio formal a la invasión a Ucrania comenzó a hablarse del aparato de propaganda que el Kremlin se disponía a consolidar, no solo imponiendo el eufemismo de «operación militar especial» para justificar la guerra sino dejando ver cómo Rusia se acercaba a un modelo chino de vigilancia a medios de comunicación y de restricciones a la libertad de expresión y a la libertad de prensa.

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El gobierno ucraniano está logrando neutralizar y superar la propaganda de guerra rusa. Mientras, Putin prohíbe...

China ha impuesto un cerco comunicacional en internet y medios controlados por el Partido Comunista de China (PCCh). No están permitidas las plataformas de redes sociales occidentales. En el gigante asiático hay alternativas aprobadas por Pekín como WeChat, Douyin o Sina Weibo, esta última con 1.200 millones de usuarios.

Rusia viene haciendo algo similar. Putin prohibió Facebook, Twitter e Instagram en marzo pasado. A mediados de ese mes, Meta (el conglomerado propietario de dos de esas plataformas), quedó considerado formalmente como una «organización extremista». WhatsApp, por ahora, se mantiene. Días antes, el mandatario firmó una ley para imponer hasta 15 años de cárcel a quienes difundan «información falsa» sobre el ejército ruso durante la guerra. Esto provocó que la cadena BBC descartara seguir informando desde ese país.

La orden más reciente fue la revocatoria del registro de 15 organizaciones extranjeras, incluyendo Amnistía Internacional y Human Rights Watch (HRW), que denunciaban los abusos de Putin. ¿Veremos entonces a Rusia ser la copia comunicacional de China? La siguiente serie de comparaciones podría arrojar la respuesta.

El modelo chino en los medios de Rusia

Los términos “invasión”, “ofensiva” y “declaración de guerra” quedaron vetados por orden del organismo de control de las comunicaciones. Fueron señalados directamente los medios críticos Novaya Gazeta, Mediazona y Dojd. “Destacamos que solamente las fuentes oficiales rusas disponen de información actual y fiable”, afirmó el organismo.

Esta situación en Rusia guarda similitud con el modelo chino, ya que en enero de este año trascendió cómo el PCCh seguía persiguiendo a periodistas que informaron sobre el primer brote de coronavirus. The Guardian retrató cómo un periodista recibió 16 meses de cárcel por informar sobre la pandemia y los duros confinamientos de Xi Jinping. En diciembre de 2021, Reporteros sin Fronteras (RSF) reseñó el empeoramiento de la “pesadilla” para los periodistas. Previo a eso, China prohibió las emisiones de la BBC tras haber realizado reportajes sobre el virus.

WWW.THEGUARDIAN.COM

Activists say crackdown is driven by Xi Jinping, who has ‘declared a war on independent journalism’
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La decisión se produce poco después de que Reino Unido revocara la licencia al canal en inglés chino...

Continuando con las similitudes, para el 11 de marzo expertos de la ONU reconocieron la represión del Gobierno ruso contra medios de comunicación y periodistas. Las autoridades del Kremlin decidieron bloquear o limitar el acceso a varios sitios web de noticias como BBC, Deutsche Welle y RFE.

Sin organizaciones independientes

En 2016, el régimen de Xi Jinping emitió una ley para que las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) quedaran bajo control de la policía. Es decir, de estar bajo la responsabilidad del Ministerio de Asuntos Civiles, pasaron a estar controladas por el Ministerio de Seguridad Pública (del que depende la policía), relató El País. La nueva norma apunta desde entonces a “restringir la entrada de influencias e ideas extranjeras», denunció China Human Rights Defenders.

ELPAIS.COM

La policía podrá inspeccionar las cuentas, interrogar a los empleados y cerrar sus oficinas

Hay un evento muy recordado llamado «Represión 709». Ocurrió el 9 de julio de 2015 en China y al menos 321 abogados y defensores de derechos humanos fueron apresados en redadas. Según Amnistía Internacional, años después este tipo de represión aún se mantiene.

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Descubre nuestro trabajo de investigación sobre la situación de los derechos humanos en diferentes...

Por su parte, el Gobierno de Putin decidió cerrar las oficinas de esta organización, de HRW y de otras 13 estructuras independientes «debido al descubrimiento de violaciones de la legislación vigente de la Federación Rusa”.

Aislamiento digital

Rusia prohibió las redes sociales más conocidas de Occidente. Sin embargo, se desconoce si tiene planes de reemplazarlas por otras como las del modelo chino. En 2020 ya habían atisbos de sus intenciones cuando el Parlamento ruso aprobó una ley que castigaba a plataformas que «censuraban» medios de ese país.

Lo que sí podría hacer es desconectarse de internet ¿Cómo? «Enrutando el tráfico y los datos web rusos a través de una infraestructura controlada por las autoridades estatales», así lo reseñó France 24 cuando en noviembre de 2019 entró en vigencia la denominada “Ley de internet soberana”. El Parlamento ruso aseguró que querían defenderse de Estados Unidos, entonces gobernado por Donald Trump. Una supuesta emergencia bastaría para que Putin «pueda desconectar al país parcial o totalmente de la red».

WWW.FRANCE24.COM

El 1 de noviembre entró en vigencia la denominada “Ley de internet soberana”, con la que el Kremlin...

Lo que ocurre actualmente en Rusia en materia comunicacional es el reflejo de todo lo mencionado en China. Ciudadanos de ese país son escépticos sobre la guerra y creen que se trata de exageraciones. Para otros, el ejército ruso está salvando a la nación vecina de los nazis. Tal parece que no circula la información sobre la existencia de fosas comunes en las calles ucranianas, visitadas en persona por la mismísima Ursula von der Leyen, presidente de la Comisión Europea.

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La BBC conversó con un grupo de ucranianos que dicen que sus parientes en Rusia solo confían en...

 

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Islas Caimán es uno de los lugares donde magnates rusos esconden activos desde hace años y ahora...

Islas Caimán, escondite de magnates rusos, les confisca $7.300 millones en activos

El territorio británico ha sido mencionado como uno de los lugares ideales para esconder fortunas. Una bandera de ese grupo de islas ondea en el lujoso yate "Dilbar", propiedad de un multimillonario ruso de los metales.

Un estimado de 7.300 millones de dólares en activos rusos quedaron congelados en Islas Caimán, uno de tantos lugares donde multimillonarios de la nación gobernada por Vladímir Putin decidieron esconder sus fortunas. La información difundida por el medio Cayman News Service precisa que proveedores de servicios financieros presentaron más de 400 formularios con informes que suman ese monto.

CAYMANNEWSSERVICE.COM

Destroyed Russian armored vehicles on the streets of Bucha, pictured on April 2022 (The Kyiv Independent)...

Es la consecuencia de las sanciones impuestas desde el Reino Unido y la revelación de la cantidad de dinero que ocultan millonarios rusos, posiblemente allegados a Putin. Las islas son reconocidas como un Territorio Británico de Ultramar y, por ende, no será el único golpe contra quienes decidieron alojar sus activos allí.

El historial sobre las fortunas rusas en el territorio británico data de hace años. De por sí, distintas investigaciones citaron anteriormente a Islas Caimán como uno de los lugares ideales para esconder activos junto con Chipre e Islas Vírgenes Británicas. Adicionalmente, trascendió cómo el mercado inmobiliario en Dubái repuntó, convirtiéndose en una especie de búnker lujoso para magnates vinculados a Putin.

PANAMPOST.COM

Millonarios rusos están elevando la demanda de viviendas lujosas en Dubái valoradas en unos 15000...

Un ejemplo de esas investigaciones fue la que hizo la organización Global Witness. Su informe de 2018 estimó que magnates rusos tenían unos 45.500 millones de dólares en estos territorios. Tal como apuntó BBC, parte de este dinero llegaba a capitales financieras como Nueva York y Londres, «donde puede invertirse y obtener beneficios».

WWW.BBC.COM

Russians have an estimated $1tn hidden around the world and countries are trying to find it.

Detalles de activos rusos en Islas Caimán

Representantes de la política británica dicen estar a favor de Ucrania en medio de una atroz guerra que ha dejado más de cuatro millones de refugiados. El gobernador de Islas Caimán, Martyn Roper, confirmó su posición el día que comenzó la invasión y remarcó las intenciones de congelar activos rusos tal como ocurrió en 2014, cuando Putin se anexó la península de Crimea.

JAMAICA.LOOPNEWS.COM

In an expression of cohesiveness with the UK position on Russia's invasion of Ukraine Thursday, Cayman Islands...

Sin embargo, más allá de las declaraciones políticas, el lugar no ha dejado de perfilarse como un refugio para millonarios. Es así como un análisis reciente de Transparencia Internacional identificó al menos 1.500 millones de libras esterlinas (casi 2.000 millones de dólares) en propiedades del Reino Unido pertenecientes a rusos acusados de delitos financieros o con vínculos con el Kremlin.

WWW.TRANSPARENCY.ORG.UK

February 22, 2022 - Following the Prime Minister’s announcement of new Russia sanctions, Transparency...

Quien busque una prueba puede encontrarla en el lujoso yate «Dilbar» con bandera de Islas Caimán «número IMO de 9661792», según el Departamento del Tesoro de EE. UU. Cuenta con una piscina de 25 metros de largo en cubierta y dos helipuertos, el precio total oscila entre 600 y 735 millones de dólares. La propiedad sería de Alisher Usmanov, un magnate de los metales y estaría registrado a nombre de un conglomerado de empresas en Malta. Cualquier transacción relacionada con el yate quedó prohibida desde inicios de marzo por estar en aguas alemanas.

HOME.TREASURY.GOV

United States and its Partners and Allies Continue Campaign Against Putin’s Affiliates in Response to the...

Cambios en leyes británicas

Esconder el dinero no luce fácil, ni barato. Según el think tank Atlantic Council, los magnates «contratan a los mejores abogados, auditores, banqueros y cabilderos del mundo para desarrollar medios legales para ocultar y lavar sus fondos”.

Por lo pronto, el gobierno británico dijo que va a ubicar a los verdaderos propietarios de las empresas secretas y para eso aprobó la Ley de Delitos Económicos. Días antes de la invasión ya había eliminado la iniciativa de «visa dorada» aplicada desde 2008 para incentivar la inversión de extranjeros con grandes fortunas. Según el gobierno, el beneficio «no cumplió con el pueblo y dio oportunidades para que las élites corruptas accedan al Reino Unido».

Identificar y congelar activos de millonarios cercanos a Putin parece una tarea de nunca acabar. Pero los gobiernos siguen apuntando a estos para ver, si de alguna manera, logran presionar al mandatario ruso para que que desista de la guerra contra Ucrania.

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Los Siloviki: la élite que gobierna Rusia con mano de hierro

Ellos son los artífices de la Guerra de Ucrania, un poderoso grupo de hombres que controla Rusia con mano de hierro. ¿Quiénes son, que quieren y que les depara el futuro?

Son los más alfas en un mundo de alfas. Les enfurece la forma en que la URSS se disolvió en la década de 1990 y están obstinados con que Rusia se convierta en potencia mundial. Conocidos como los Siloviki, son despiadados, astutos y tenaces. Están estrechamente ligados a Putin, siendo sus acesores de mayor confianza y engrasando la maquinaria del estado ruso, pero lo que distingue a los Siloviki federales de la élite rusa en general es que poseen un poder extraordinario. El FSB, por ejemplo, tiene alrededor de 160.000 miembros, ese poder duro no es para hacer cumplir la ley, sino para esparcir su orden y control, a veces en contra de la ley misma y mientras la mayoría de las naciones tienen un contrato social anclado al crecimiento económico, la estabilidad o la representación electoral; los Siloviki creen que en Rusia, la legitimidad se deriva del control militar. Creen que Rusia es una nación única, destinada a ser una potencia global de primer orden. Si la represión es necesaria para ese objetivo, entonces que así sea. Este es un grupo de hombres que no aceptarán un no por respuesta. 

¿Así que quienes son estos Siloviki? ¿Y qué están susurrándole a Putin al oído?

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¿Cómo se ha convertido Rusia en el país más grande (y más rico de recursos naturales) del mundo?

El pasado verano, Vladímir Putin pasó sus vacaciones en las montañas siberianas del lejano este ruso, en la región de Amur. Entre Moscú y la capital de esta región hay una distancia de casi 8.000 kilómetros. Más del doble de la distancia que separa Madrid de Varsovia. Es que con sus 17 millones de kilómetros cuadrados, Rusia es el país más grande del mundo. Desde que se convirtió en presidente de la Federación Rusa, Putin ha dedicado mucho tiempo para viajar al interior del país. En 2019 Putin ha visitado 33 veces las regiones rusas frente a 21 viajes al extranjero. Aún así, es imposible saber con certeza si conseguirá ver todas las 85 entidades que componen la Federación Rusa.

¿Cómo se ha convertido Rusia en el país más extenso del planeta? En este vídeo explicativo podrás conocer algunos de los aspectos más desconocidos de este país, que es al mismo tiempo el más grande de Europa y Asia. A pesar de su inmensa superficie (Rusia ocupa un octavo de las tierras sumergidas), tiene menos habitantes de Brasil o Bangladesh. Algo que se explica porque parte del país se encuentra por encima del círculo polar ártico y el interior de su región más extensa, Siberia, está ocupada por una masa forestal, la taiga, que supera por extensión la Amazonia.

Pero cuando hablamos de Rusia no hablamos solo de Rusia. El país está compuesto por 46 regiones, 22 repúblicas, 4 distritos autónomos y 9 krais, el tradicional nombre de las regiones fronterizas además de ciudades autónomas y comunidades especiales. Un mapa fragmentado de etnias y religiones que a menudo ha producido conflictos regionales que han sido reprimidos con la fuerza por las autoridades centrales de Moscú. 

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La edad promedio de los profesionales rusos que protagonizan la fuga de cerebros es de 32 años, muchos...

Fuga de cerebros: 300.000 profesionales huyen de Rusia desde el inicio de la guerra

La mayoría son especializados en tecnología, banca o mercadeo. El promedio de edad de quienes se han ido gira en torno a los 32 años, y al menos el 80% cuenta con educación superior.

Cuando se habla de las consecuencias de la guerra para Rusia es común mencionar las sanciones, especialmente contra los multimillonarios amigos de Vladímir Putin, o de cómo marcas occidentales anuncian la suspensión de sus ventas indefinidamente. Pero cuando las naciones atraviesan crisis de este calibre también se generan éxodos masivos. Rusia no es la excepción. En particular los jóvenes están tomando la decisión de emigrar, ya que el país que habitan no es viable para sus proyectos.

Los jóvenes profesionales rusos saben que existe una guerra —a pesar de la censura en los medios estatales— porque les está pegando en sus ideales, sus bolsillos y en sus aspiraciones. Es así como unas 300.000 personas en el momento más productivo de su vida han abandonado Rusia desde que comenzó la invasión a Ucrania, según un informe de la organización OK Russians, dedicada a ayudar a quienes quieren irse del país. Es una auténtica fuga de cerebros.

RESEARCH1.OKRUSSIANS.ORG

Объединяем всех, кто хочет остановить войну и добиться свободы для россии. Внутри...

El promedio de edad de quienes se han ido gira en torno a los 32 años, y al menos el 80% cuenta con educación superior. Comparar la cifra del éxodo ruso con los más de 5,2 millones de refugiados ucranianos resulta odioso. Sin embargo, el trasfondo que traerá es otro fuerte golpe para una economía que Putin trata de salvar en medio de las sanciones. Hay otra diferencia notoria: los rusos no huyen de la masacre por la guerra, sino de su propio presidente.

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Miles de personas se habían concentrado en la estación de tren de Kramatorsk cuando se produjo el...

Fuga de cerebros para sobrevivir

Igor Melchuk es un profesor de lingüística nacido en 1932. Fue despedido del instituto donde daba clases y de la Unión Soviética por estar en contra del comunismo. Años más tarde, aseguró que solo había dos maneras de evitar apoyar al régimen soviético: ir a prisión o emigrar. No estaba equivocado.

Según un reporte de CNN, las búsquedas en Google de la frase «¿Cómo salir de Rusia?» alcanzaron un pico luego de 10 años una semana después de la invasión a Ucrania que se inició el 24 de febrero. Las búsquedas en torno a «visado de viaje» casi se duplicaron, y la solicitud de información relacionada con «asilo político» se multiplicó por más de cinco.

CNNESPANOL.CNN.COM

El interés de los rusos por el tema de la "emigración" en Google se cuadruplicó entre mediados de...

Verónica, una mercadóloga digital de 26 años contó a la cadena estadounidense que los primeros días salió a protestar contra la decisión de Putin. Pero luego lo pensó mejor al ver que muchos ciudadanos comenzaron a creer en la propaganda estatal, otros iban a la cárcel por manifestarse y el Kremlin emitió una ley para castigar a quienes difundieran información «errónea». Sus libertades fueron coartadas.

En cuanto a los lugares que están recibiendo el éxodo ruso destacan Georgia, que exime de visado a los ciudadanos de este país, seguido por otras naciones exsoviéticos como Azerbaiyán, Kazajstán y Armenia. Para ese primer destino emigró Katya Shabalina, una programadora web de 28 años, junto a su esposo, quien dijo a La Tercera que ella conoce a otros de su misma profesión que decidieron irse. Es una ventaja, considerando que en estos tiempos el trabajo a distancia se hizo posible.

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Motivados por su rechazo a la invasión y la dificultad económica provocada por las sanciones de Occidente...

Cuando la opción es emigrar

La tendencia de movimientos migratorios en jóvenes profesionales es una de las señales más claras del fracaso de los gobiernos, sobre todo de los autoritarios. Aquellos países receptores comienzan a reportarlo no con recelo, sino con curiosidad. Como viene pasando desde inicios de este año con los profesionales argentinos que decidieron irse por las pocas posibilidades de desarrollo.

En Suiza, la cadena Radio Télévision Suisse (RTS) dijo que la llegada de argentinos era «una fuga de cerebros sin precedentes» similar a la de jóvenes profesionales «diplomados» en 2001. Con Venezuela ha ocurrido la misma historia. Del millón y medio de venezolanos que había en el extranjero en 2014, 90% eran profesionales con maestrías o doctorados, indicaron estudios de la Universidad Central de Venezuela.

WWW.CRONISTA.COM

Se trata de un informe de la televisión pública suiza, Radio Télévision Suisse (RTS), en el que muestran...

Pero emigrar es el punto de partido y es el precio que pagan ciudadanos que —en el caso de Rusia— no eligieron comenzar una guerra. Ellos, especializados en tecnología, banca, medicina o ciencia, tienen suerte, pero hay otros que ni siquiera pudieron salir a tiempo, bien sea por su familia o porque «los servicios de migración están muy saturados» para conseguir el pasaporte, según un testimonio recogido por The New York Times.

WWW.NYTIMES.COM

La comunidad internacional tiene pocas herramientas para apoyar a los disidentes al interior de Rusia, pero...

El gobierno ruso ahora se enfrenta a la urgencia de sacar debajo de las piedras a todos los profesionales que necesitará para salir del agujero.

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As Russia’s youth welcomed a new era of capitalism in the 1990s, their parents and grandparents clung to...

¿Por qué los rusos mayores tienen nostalgia de la era soviética?

Cuando la juventud rusa dio la bienvenida a una nueva era de capitalismo en la década de 1990, sus padres y abuelos se aferraron a recuerdos fugaces de la vida soviética.

CONCLUSIONES CLAVE

• En 1991, Mijaíl Gorbachov abolió el Partido Comunista y desmanteló la Unión Soviética, dando paso a una nueva era para el pueblo ruso.

• Pero no todos los rusos estaban contentos de ver caer el Telón de Acero, y muchos rusos adoctrinados se volvieron nostálgicos por el gobierno soviético.

• En última instancia, esta nostalgia se manifestó en la forma de Vladímir Putin, quien le dio a su país una nueva identidad nacional basada en la ortodoxia cristiana.

En 1998, el ex presidente de la Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov, apareció en un comercial de televisión para la primera ubicación de Pizza Hut en la nación, simbólicamente situada justo al lado de la Plaza Roja de Moscú. El comercial, diseñado por ejecutivos de publicidad estadounidenses para aprovechar el espíritu de la época poscomunista de sus consumidores rusos, presentaba a una familia rusa tradicional discutiendo la carrera política de Gorbachov. 

Los miembros mayores de la familia desprecian al ex líder mundial por desmantelar el estado soviético y disolver el Partido Comunista que lo había fundado, mientras que los más jóvenes intentan convencerlos de que las decisiones de Gorbachov no fueron del todo malas; después de todo, ahora que la Cortina de Hierro había caído, ¡finalmente tenían una Pizza Hut!.

El comercial es tan surrealista como informativo. Cuando se emitió por primera vez en las estaciones de televisión rusas, el público lo condenó por celebrar la derrota de la Unión Soviética a manos de la empresa estadounidense. Hoy en día, los académicos ven las imágenes como una cápsula del tiempo perfectamente conservada que captura la confusión y la incertidumbre que caracterizaron la vida en Rusia a fines de la década de 1990. 

Al presionar el botón de reinicio proverbial, Gorbachov dejó a su país sin un sentido de identidad, algo que la nación todavía está buscando hoy. El cambio al capitalismo subvirtió 70 años de historia soviética casi de la noche a la mañana. Y aunque algunos rusos lo acogieron, otros no pudieron o no quisieron hacer frente a los muchos cambios que se avecinaban. 

El estado como cosmos 

Como escribió la periodista bielorrusa Svetlana Aleksiévich en su libro Secondhand Time, ganador del Premio Nobel, el comunismo ruso tenía el “plan loco” de cambiar la conciencia humana misma. Los revolucionarios que fundaron la URSS creían que reorganizar el gobierno no era suficiente: para que su nuevo tipo de civilización tuviera éxito, sus ciudadanos tendrían que ser reeducados.  

Cuando la URSS se disolvió, el pueblo ruso se transformó efectivamente en una especie ideológicamente única, una que, gracias a décadas de propaganda y persecución, solo podía ver el mundo a través de una lente socialista. En el momento en que esa lente se hizo añicos, muchos rusos, especialmente las generaciones mayores, fueron víctimas de una crisis existencial que no pudieron ignorar ni superar.

“Las personas que salen del socialismo son iguales y diferentes al resto de la humanidad”, escribió Aleksiévich. Su vocabulario estaba marcado por palabras como “ejecutar” y “eliminar”, y se sentían genuinamente incompletos si no hubieran podido servir a su país de alguna manera, ya sea peleando en la Gran Guerra Patria o reconstruyendo sus ciudades de origen desde los escombros. 

Aleksiévich, que construye sus libros a partir de conversaciones con cientos de personas comunes y corrientes, buscó personas que habían estado “ligadas a la idea soviética, dejándola penetrar en ellos tan profundamente que no había forma de separarlos: el Estado se había convertido en todo su cosmos, bloqueándolo todo, más, incluso sus propias vidas.” 

El precio de la perestroika

Los ciudadanos soviéticos recibieron propaganda con una versión editada de la historia de su país, una que enmarcaba a Vladímir Lenin y su séquito como figuras santas en una noble misión para guiar a los rusos a través de la larga “marcha de la historia”. Los documentos históricos que contradecían esta narrativa fueron reunidos y mantenidos clasificados hasta que la administración de Gorbachov los publicó como parte de su campaña de reconstrucción, llamada “perestroika”.

En poco tiempo, revistas y periódicos que solían estar bajo estrecha supervisión publicaron historias sobre cómo aparentemente Lenin había ordenado que no menos de 1.000 campesinos fueran ahorcados para que sus familias “temblaran de miedo”. Otro bolchevique, Grigori Zinóviev, había argumentado que para que el Partido afirmara su dominio, tendría que haber ejecutado a uno de cada 10 rusos. 

En 1919, cuando uno de los generales de Lev Trotski le suplicó que enviara alimentos a los moscovitas hambrientos durante un asedio, Trotski respondió: “Eso no es hambre. Cuando Tito estaba tomando Jerusalén, las madres judías se comían a sus hijos. Cuando tenga a tus madres comiéndose a sus crías, entonces puedes decirme que te estás muriendo de hambre".

Para las generaciones más jóvenes, estas revelaciones fueron la gota que colmó el vaso. Habiendo pasado sus años de adolescencia rebelándose contra el estado de maneras pequeñas pero significativas, ahora repudiaban abiertamente su herencia y abrazaban las influencias occidentales. Pero sus padres, que habían pasado la mayor parte de sus vidas manteniendo esa herencia, a menudo reaccionaban de manera diferente.

Un tiempo más simple 

Las entrevistas de Aleksiévich forman un elaborado mosaico de emociones y motivaciones complejas, muchas de las cuales interesaron tanto a historiadores como a psicólogos. Más que nada, muestran cómo esas “almas perdidas”, la mayoría de las cuales habían crecido bajo Iósif Stalin y Nikita Jrushchov, anhelaban la guía constante que ofrecía el gobierno soviético.

Una vez, a los rusos se les dijo qué creer. Ahora, tenían que encontrar la verdad ellos mismos. “Compro tres periódicos y cada uno tiene su propia versión de la verdad”, le dijo un hombre a Aleksiévich. “¿Dónde está la verdadera verdad? Solías poder levantarte por la mañana, leer Pravda y saber todo lo que necesitabas saber, entender todo lo que necesitabas entender”. 

Esta sensación de certeza y comodidad se extendió más allá del periódico de la mañana. El padre de Aleksiévich, por ejemplo, le dijo una vez que había sido "más fácil" para él arriesgar su vida tratando de detener a los nazis que para los jóvenes desilusionados luchar en la guerra de Chechenia a fines de la década de 1990 porque su creencia en el comunismo era más fuerte que su miedo a morir.

Aleksiévich a menudo tropezaba con explicaciones contradictorias. Por un lado, estos orgullosos soviéticos sintieron que Gorbachov había socavado su autoestima, reduciendo su desafiante experimento comunista a una pieza más de la maquinaria capitalista global. Por otro lado, Aleksiévich descubrió en sus súbditos un anhelo de subyugación y control que sus hijos no compartían.

Concepciones de la libertad

“La gente no reconocía su propia esclavitud, incluso les gustaba ser esclavos”, escribe, reflexionando sobre su propia crianza en Minsk. “Después de terminar la escuela, nos ofrecimos como voluntarios para ir a viajes [patrocinados por el estado] y menospreciábamos al estudiante que no quería venir. Estábamos amargamente decepcionados de que la Revolución y la Guerra Civil hubieran ocurrido antes de nuestro tiempo”. 

A lo largo del siglo XX, se sentía como si la gente de todo el mundo necesitara creer en una ideología específica para pasar el día, mientras que en la actualidad todo lo que queremos es que nos dejen solos y vivir nuestras vidas. Mientras las madres de hoy ruegan a sus hijos que no vayan a la guerra, los padres de ayer se habrían muerto de vergüenza si sus hijos se negaran a luchar.

“Esto es completamente nuevo para Rusia”, nos recuerda Aleksiévich. “No tiene precedentes en la literatura rusa. En el fondo, estamos hechos para la guerra. Siempre estábamos peleando o preparando la pelea. Nunca hemos conocido nada más. La serie continua de batallas que se libraron para defender el futuro de la URSS, irónicamente, dejó a los rusos particularmente desprevenidos para tiempos de paz.

No debería sorprender que las generaciones mayores definieran la libertad como negativa en lugar de positiva. Para sus hijos, ser libre significaba ser libre para hacer algo, como decir lo que uno piensa. Pero para ellos, la libertad significaba estar libre de algo, como el miedo; el temor de no pertenecer, de morir habiendo desperdiciado su vida, temores que, para ser justos, proliferan en las sociedades capitalistas. Una encuesta de 2018 encontró que el 66% de los encuestados rusos expresaron nostalgia por la Unión Soviética, siendo una de las principales razones la pérdida de "un sentido de pertenencia a una gran potencia".

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В 2018-м году, по сравнению с 2017-м, выросла с 58% до 66% доля россиян, которые сожалеют о...

Una nueva identidad

No muy lejos de su viaje de investigación, Aleksiévich se dio cuenta de que el pueblo ruso se encontraba en una encrucijada. Un camino conducía al capitalismo: libertad con sufrimiento. El otro condujo al comunismo: felicidad sin libertad. Es una decisión difícil de tomar, una que muchos todavía están debatiendo en sus cabezas hoy. 

Eso no quiere decir que la cultura rusa se haya detenido desde el comercial de Pizza Hut. Por el contrario, el país ha sido testigo de acontecimientos que nadie, ni siquiera Karl Marx, podría haber previsto. La nostalgia por los viejos tiempos había llevado a la apertura de cafés de temática soviética, que sirven platos de estilo soviético elaborados con ingredientes de un lado de la Cortina de Hierro.

El pasado también está resurgiendo de otras maneras. El culto a la personalidad, por ejemplo, se ha recreado en torno a Vladímir Putin. La construcción del imperio ha vuelto a la normalidad con la ocupación de Crimea en 2014, mientras que transgresores como Alekséi Navalni han desaparecido. El Kremlin incluso se ha decidido por una nueva identidad nacional, construida alrededor de la ortodoxia cristiana en lugar del comunismo.

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The political and economic ideas of socialism are coming back into fashion.

En el libro de Aleksiévich, un profesor universitario cuenta cómo los estudiantes de la década de 1990 creían totalmente que el capitalismo corregiría los errores del comunismo. “Los estudiantes de hoy”, sin embargo, “realmente han visto y sentido el capitalismo: la desigualdad, la pobreza, la riqueza desvergonzada”.

Pero no todos los jóvenes rusos de tendencia izquierdista miran al pasado. La encuesta de 2018 encontró que la nostalgia soviética era significativamente más fuerte entre las generaciones mayores, mientras que el Partido Comunista de la Federación Rusa ha visto en los últimos años un aumento en los miembros jóvenes cuya ideología progresista se parece más a la socialdemocracia europea que al estalinismo de línea dura de algunos miembros mayores.

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The Communist Party of the Russian Federation (KPRF) has long been considered little more than part of...

 

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La visión de Putin obedece a una combinación de pseudohistoria y paranoia, de nostalgia imperial y...

La catástrofe intelectual de Vladímir Putin

La visión de Putin obedece a una combinación de pseudohistoria y paranoia, de nostalgia imperial y ansiedad por el futuro. La invasión de Ucrania tiene que ver con las debilidades del propio Estado ruso.

Puede que Vladímir Putin haya enloquecido, pero también es posible que tan solo haya mirado los acontecimientos a través de una lente peculiar e histórica y actuado en consecuencia. Invadir a sus vecinos, después de todo, no es algo novedoso para un jefe de Estado ruso. Es algo habitual. Es de sentido común. Es una tradición añeja. Pero cuando Putin busca una retórica actualizada para explicar ante sí mismo o el mundo los porqués de una tradición añeja, no lo consigue.

Echa mano de retóricas políticas de tiempos muy pretéritos. Se desintegran en sus manos. Elabora discursos y descubre que no tiene palabras, o algo que se le parezca. Esto pudo haber sido el revés original, anterior a los reveses militares que ha sufrido su ejército. No es entonces un fracaso psicológico. Es un fracaso filosófico. Un lenguaje analítico adecuado lo elude: por lo tanto, la lucidez lo elude.

El problema que está tratando de resolver es el eterno acertijo ruso, que es precisamente “el acertijo envuelto en un misterio, dentro de un enigma”, que Winston Churchill adscribió a Rusia (y que nunca pudo definir, aunque consideró que el “interés nacional” ofrecía una clave). Es el acertijo de qué hacer con un desequilibrio muy extraño y peligroso en la vida rusa.

El desequilibrio se encuentra entre, por un lado, la grandeza de la civilización rusa y su geografía, que son ventajas descomunales, y, por otro lado, una extraña y persistente incapacidad para construir un Estado resistente, flexible y fiable, lo cual es una desventaja descomunal. A lo largo de los siglos, los gobernantes rusos han intentado lidiar con este desequilibrio construyendo las tiranías más sanguinarias, con la esperanza de que la brutalidad compensaría la ausencia de resistencia y flexibilidad. Y han complementado la brutalidad con una atípica política exterior, diferente a la de cualquier otro país, que ha parecido funcionar.

La brutalidad y la inusual política exterior ayudaron al Estado ruso a atravesar el siglo XIX sin colapsar, lo que puede considerarse un logro. Pero en el siglo XX el Estado sí colapsó en dos ocasiones. La primera fue en 1917, cuando extremistas y dementes llegaron al poder y provocaron algunos de los peores desastres de la historia mundial. Nikita Jrushchov y Leonid Brézhnev devolvieron al Estado a una condición estable.

Luego hubo un segundo colapso en la era de Mijaíl Gorbachov y Borís Yeltsin, pero no fue tan calamitoso. Y, sin embargo, el imperio desapareció, estallaron guerras a lo largo de las fronteras al sur de Rusia, la economía se desintegró, la esperanza de vida se vino abajo. Esta vez Putin dirigió la recuperación. En Chechenia alcanzó tal grado de brutalidad que es el único de los beligerantes del conflicto actual en condiciones de ser considerado un genocida.

No obstante, al igual que Jrushchov y Brézhnev, tampoco Putin pudo alcanzar el triunfo final, que sería la creación de un Estado ruso lo suficientemente fuerte, resistente y flexible para evitar colapsos ulteriores. Esto le preocupa. Es evidente que tiene miedo. Y esa preocupación lo ha llevado a tener una versión de la misma perspectiva fundamental que, uno tras otro, han tenido sus predecesores en el pasado.

Esta perspectiva consiste en una especie de paranoia climática. Es el temor a que los cálidos principios de la filosofía liberal y de las prácticas republicanas de Occidente, flotando hacia el este, entren en colisión con las heladas nubes del invierno ruso, las tormentas violentas estallen y nada sobreviva. Es, en pocas palabras, la creencia en que los peligros del Estado ruso son externos e ideológicos, en vez de internos y estructurales. La primera de estas colisiones, la original, tomó una forma muy cruda y no fue en absoluto característica de las colisiones subsiguientes. Pero fue traumática. Me refiero a la invasión de Rusia por Napoleón en 1812, la cual hizo chocar la Revolución francesa, en una forma degradada y dictatorial, contra el medievalismo congelado de los zares. La colisión de la Revolución francesa y los zares llevó al ejército francés a los rescoldos de Moscú y al ejército zarista a París.

Pero las colisiones típicas, aquellas que han tenido lugar repetidamente a lo largo de los siglos, han sido siempre filosóficas, limitándose las respuestas militares al caso de los rusos. Una década después de la entrada del ejército zarista en París, un círculo de aristócratas rusos adoptó ideas liberales bajo las influencias de las revoluciones francesa y estadounidense. Conspiraron juntos en nombre de una Rusia nueva y liberal. Fueron arrestados y exiliados y su proyecto fue aplastado. Pero el zar Nicolás I no confió en su victoria sobre ellos y reaccionó adoptando una política que protegiera para siempre al Estado ruso del peligro subversivo.

Una nueva revolución francesa estalló en 1830 y generó oleadas de simpatía liberal aquí y allá en Europa, particularmente en Polonia. Nicolás I reconoció que un repunte del liberalismo dentro de su propio país estaba destinado a revivir las conspiraciones de los aristócratas arrestados y exiliados. Respondió invadiendo Polonia y, para rematar, engulló al Estado polaco y lo integró en el Imperio zarista.

Una nueva revolución estalló en Francia en 1848 y condujo a levantamientos liberales y republicanos en otras partes de Europa. Fue una revolución casi continental, clara señal de que una nueva civilización luchaba por emerger en Europa, ya no monárquica ni feudal, ni obediente a los dictados de la Iglesia correspondiente, sino una nueva civilización de derechos humanos y pensamiento racional. Pero esa nueva civilización era precisamente lo que temía Nicolás I. Respondió invadiendo Hungría. Esas dos invasiones –de Polonia y Hungría– eran, desde el punto de vista del zar, guerras de defensa que habían tomado la forma de guerras de agresión. Eran “operaciones militares especiales” destinadas a inhibir la diseminación de ideas subversivas dentro de Rusia, aplastando a los vecinos revolucionarios con la esperanza adicional de destruir también la inspiración revolucionaria en regiones más amplias.

Las guerras fueron exitosas. La revolución continental de 1848 fue derrotada, y Nicolás I tuvo mucho que ver en ese resultado. Era “el gendarme de Europa”. El Estado zarista resistió dos o tres generaciones más, hasta que todo lo que había temido finalmente ocurrió, y las ideas inspiradas en los socialdemócratas alemanes y otras corrientes liberales y revolucionarias de Occidente penetraron decisivamente en Rusia. Esto ocurría en 1917. Su bisnieto, Nicolás II, era el zar.

El frágil Estado ruso se vino abajo. Resurgió como una dictadura comunista, aunque la dinámica básica siguió siendo la misma. La perspectiva de Stalin respecto de las corrientes liberales o liberalizadoras occidentales era idéntica a la de Nicolás I, aun si el vocabulario de Stalin para expresar sus preocupaciones no era zarista. Stalin se dispuso a aplastar las aspiraciones liberales o liberalizadoras en la Unión Soviética. Pero se dispuso a aplastarlas igualmente en Alemania, un objetivo temprano de su política en aquel país, más preocupado en destruir a los socialdemócratas que a los nazis; y en España durante su Guerra Civil, donde su política tenía el propósito de destruir a los no comunistas de la izquierda española tanto o más que a los fascistas. Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, Stalin se dispuso a aplastar esas mismas aspiraciones en cada parte de Europa que había caído bajo su control. Está claro que estaba trastornado.

Sin embargo, Jrushchov, que no estaba trastornado, también resultó ser un Nicolás I. En 1956, cuando la Hungría comunista decidió explorar ciertas posibilidades levemente liberales, Jrushchov detectó un peligro mortal para el Estado ruso e hizo lo mismo que Nicolás I: invadirla. Cuando Brézhnev llegó al poder, no fue diferente. Invadió Checoslovaquia cuando un impulso liberalizante se afianzó entre sus líderes comunistas. Estos fueron los antecedentes de la invasión a pequeña escala que, en 2008, realizó Putin en una Georgia recientemente liberal y revolucionaria, y de su invasión de Crimea en la Ucrania revolucionaria en 2014. Cada una de estas ocupaciones en los siglos XIX, XX y XXI tenía la intención de preservar el Estado ruso evitando que una brisa puramente filosófica de ideas liberales y experimentos sociales atravesara flotando la frontera. Y el mismo razonamiento ha conducido a la invasión más feroz de todas: la que está ocurriendo ahora.

Solo que Putin se ha encontrado con un problema de lenguaje o de retórica que no afligió a ninguno de sus predecesores. En las décadas de 1830 y 1840, Nicolás I sabía exactamente cómo describir sus propias guerras contra las ideas liberales y los movimientos de Europa central: invocaba los principios de un monarquismo místico y ortodoxo; sabía a favor de qué estaba y contra qué estaba; era el defensor de la verdadera cristiandad y la tradición sagrada, y el enemigo del ateísmo satánico, la herejía y el desorden revolucionario.

Sus principios suscitaban aversión entre los amigos de las revoluciones francesa y estadounidense, pero despertaban también respeto y admiración entre los simpatizantes de la monarquía y el orden, que eran, con su ayuda, dominantes en Europa. Eran principios nobles, solemnes, importantes y profundos. Eran de alguna manera universales, a la altura de la grandeza de Rusia: principios para toda la humanidad, con la monarquía rusa y la Iglesia ortodoxa a la cabeza. Eran principios vivos, arraigados en realidades de la época, aunque ocultos tras humo e incienso, y colocaban al zar y a sus consejeros en una posición favorable para pensar de manera lúcida y estratégica.

Stalin, Jrushchov y Brézhnev también sabían cómo describir sus guerras contra los liberales y los subversivos: invocando los principios del comunismo. Esos principios, también, eran sublimes y universales. Eran principios de progreso humano, con Rusia todavía a la cabeza, principios para el mundo entero. Suscitaban apoyo y admiración en cada país donde los partidos comunistas eran fuertes y a veces también entre los no comunistas, que aceptaban el argumento de que las invasiones soviéticas eran antifascistas. De este modo, los principios comunistas estaban arraigados en realidades de su época, y el arraigo colocaba a los dirigentes comunistas en una posición favorable para hacer sus propios cálculos estratégicos en un espíritu de lucidez y autoconfianza.

¿Pero qué tipo de doctrina filosófica puede reivindicar Putin? Los teóricos pro-Putin deberían haber elaborado alguna para él, algo soberbio, capaz de generar un lenguaje útil para pensar sobre la situación de Rusia en nuestro momento y sobre el eterno acertijo del Estado ruso. Salieron con el “eurasianismo”, con su noción de la gente auténtica arraigada en la tierra, y su lucha contra la gente navegante, atlántica y falsa, y la necesidad de un programa fascista. Sin embargo, la idea no ha funcionado. Putin debería mandar fusilar a esos teóricos. Tal vez en realidad el fracaso no es culpa de ellos, lo cual no es razón para no fusilarlos. No se puede elaborar una doctrina filosófica de la nada, como hacen con los discursos quienes se dedican a escribirlos. Las doctrinas poderosas existen o no existen. Por ello Putin ha tenido que contentarse con ideas de aquí y de allá, agarrando una y otra y atándolas con un nudo.

No ha tomado casi nada del comunismo, a excepción del odio al nazismo que queda de la Segunda Guerra Mundial. Ha puesto mucho énfasis en su antinazismo, y este énfasis explica una gran parte del apoyo que ha logrado recabar entre sus compatriotas rusos. Pero el antinazismo no es, en otros aspectos, una ventaja de su doctrina. En años recientes, en Ucrania los neonazis se han hecho notar, aunque haya sido tan solo en forma de grafitis y ocasionales manifestaciones callejeras. No han desempeñado, sin embargo, un papel importante o siquiera menor. Ha sido minúsculo. Eso significa que el énfasis que ha puesto Putin en los neonazis ucranianos es útil para su popularidad en Rusia, pero también introduce una distorsión importante en su pensamiento.

Aquí se halla una fuente de su creencia errada en que una multitud de ucranianos, temerosos de los neonazis, estarían agradecidos de ver tanques rusos rodar por sus calles. Pero en su pensamiento no sobrevive ninguna otra cosa del comunismo. Al contrario, ha recordado con pesar que las doctrinas comunistas oficiales del pasado alentaron la autonomía de Ucrania en vez de animar su sometimiento ante la gran nación rusa. La posición de Lenin respecto de lo que se solía llamar la “cuestión nacional” no es la suya.

En contraste, ha adoptado bastante del monarquismo místico de los zares; y un sentido de tradición antigua que lo lleva a invocar el papel de Kiev en la fundación de la nación rusa en el siglo IX y en las guerras religiosas del siglo XVII entre la Iglesia ortodoxa (los buenos) y la Iglesia católica romana (los malos). El monarquismo no es un nacionalismo, pero Putin ha hecho una lectura nacionalista del pasado monárquico y religioso en la que la lucha de la ortodoxia contra el catolicismo emerge como una lucha nacional de los rusos –incluidos los ucranianos según su interpretación– contra los polacos. Invoca la heroica rebelión cosaca del siglo XVII del hetman Bohdán Jmelnitski, aunque discretamente elige no mencionar el papel de Jmelnitski como dirigente de algunos de los peores pogromos de la historia.

No hay, además, nada elevado o noble en la lectura nacionalista que hace Putin del pasado. Su invocación de la historia de la Iglesia implica la grandeza de la espiritualidad ortodoxa pero no parece reflejarla, como si la ortodoxia fuese, para él, tan solo una idea a posteriori o un ornamento. Su nacionalismo se parece solo de manera superficial a los diversos nacionalismos románticos de Europa en el siglo XIX y de los años que desembocaron en la Primera Guerra Mundial. Esos nacionalismos del pasado tendían a ser versiones de la universalidad en las que cada nacionalismo por separado, al rebelarse contra los dictadores jacobinos de los imperios multiétnicos, reivindicaba una misión especial para toda la humanidad.

Sin embargo, el nacionalismo de Putin no reivindica semejante misión especial. Es un nacionalismo pequeño en vez de grandioso. Es un nacionalismo para un país diminuto –un nacionalismo con una voz extrañamente pequeñita, como la voz del nacionalismo serbio en los noventa despotricando sobre acontecimientos del siglo XIV–. Es, desde luego, una voz enfadada, pero no en el estilo profundo y tormentoso de los comunistas. Es una voz de resentimiento, dirigida a los vencedores de la Guerra Fría. Es la voz de un hombre cuya dignidad ha sido ofendida. La agresiva injerencia de una OTAN victoriosa lo hace rabiar. Hierve de furia.

A su resentimiento también le falta grandeza. Le falta, en todo caso, un poder explicativo. Los zares podían explicar por qué Rusia había suscitado la enemistad de los revolucionarios liberales y republicanos: porque Rusia defendía la fe verdadera y los liberales y republicanos eran los enemigos de Dios. Del mismo modo, los dirigentes comunistas podían explicar por qué la Unión Soviética había generado sus propios enemigos: porque los enemigos del comunismo soviético eran los defensores de la clase capitalista y el comunismo era la destrucción del capitalismo.

En cambio, Putin habla de “rusofobia”, lo que significa un odio irracional, algo inexplicable. Tampoco identifica en su resentimiento una virtud fundamental. Los zares pensaban que solo con derrotar a los subversivos y a los ateos podrían ofrecer la verdadera fe a la humanidad. Los comunistas pensaban que, una vez derrotados los capitalistas y –las herramientas del capitalismo– los fascistas , la liberación del mundo estaría al alcance de la mano. Pero el resentimiento de Putin no apunta a un futuro brillante. Es un resentimiento que mira hacia atrás sin un rostro que mire hacia adelante.

Aquí tenemos pues un nacionalismo ruso que no tiene nada dentro de él para atraer el apoyo de nadie más. Me doy cuenta de que, aquí y allá alrededor del mundo, hay personas que sí apoyan a Putin en la guerra actual. Lo hacen porque no pueden ver más allá de sus propios resentimientos hacia Estados Unidos y los países ricos. O lo hacen por gratitud hacia una Unión Soviética que les brindó ayuda durante la Guerra Fría. Hay serbios que sienten una conexión de hermanos. Pero casi nadie parece compartir las ideas de Putin. No hay nada que compartir –excepto tal vez su antipatía por la tolerancia sexual moderna y su postura de macho, lo cual pone en evidencia a otra parte de quienes lo apoyan–. Pero nadie en el mundo piensa que la destrucción de Ucrania pueda iniciar una era nueva y mejor.

La doctrina no ofrece esperanza. Ofrece histeria. Putin cree que, bajo un liderazgo supuestamente neonazi, millones de rusos se han vuelto víctimas de un genocidio dentro de Ucrania. Algunas veces, con la palabra “genocidio” parece insinuar que los rusohablantes con identidad étnica rusa están siendo forzados a hablar ucraniano, privándolos así de su identidad (eso da a entender su ensayo de 2021 “Sobre la unidad histórica de los rusos y los ucranianos”). Otras veces simplemente ignora lo que significa la palabra “genocidio”: asesinato masivo. En ambos casos, no parece haber sido especialmente persuasivo en este importante punto. Nadie en ninguna parte del planeta ha denunciado el genocidio de millones de rusos en Ucrania. ¿Por qué no? Porque Putin habla con el tono de quien ni siquiera aspira a que le crean, excepto por parte de la gente que no requiere ser convencida.

Aun así se aferra a su idea. Le viene bien. Se considera a sí mismo una persona culta que piensa de la manera más elevada, alguien que jamás podría invadir otro país sin ser capaz de invocar una filosofía sublime. Parece ansiar confirmaciones en este punto, lo que explicaría, supongo, que pase tantas horas hablando por teléfono con Emmanuel Macron, el presidente de la madre patria del prestigio intelectual que siempre ha sido Francia. Pero su apego a la filosofía sublime es el corazón del desastre. Pues ¿cómo puede un hombre pensar con lucidez si está sumergido en ideas tan pequeñas y ridículas como esas? Sabe que lo acorralan problemas y retos del mundo real, pero su imaginación está repleta de resentimientos que se remontan a la historia medieval, las guerras religiosas y las glorias cosacas del siglo XVII, los paralelos entre el catolicismo polaco del pasado y la “rusofobia” de la OTAN hoy en día, y el espantoso destino de los rusos ucranianos en manos de neonazis alentados por Occidente. Y en medio de esos resentimientos, no tiene una idea mejor que recurrir a la política exterior del zar Nicolás I de las décadas de 1830 y 1840.

Ahora bien, es cierto que, desde el punto de vista del realismo tradicional en materia de política exterior, todo lo que acabo de consignar ha de ser desechado como irrelevante. El realismo es una ideología que minimiza las ideologías para atender estrictamente las relaciones de poder. Esto solo puede significar que las divagaciones nacionalistas de Putin no tienen básicamente ningún sentido, salvo la acusación contra la OTAN y sus agresiones, la cual se asume que no es ideológica. Este tema en particular debería atraer toda nuestra atención.

Pero ¿de verdad debería? La gente que se toma en serio la acusación contra la OTAN considera que el peligro al que se enfrenta Rusia es tan obvio que no necesita explicación. Putin señala la ampliación hacia el este por parte de la OTAN, da un golpe en la mesa, pero no explica el motivo de su objeción. Se supone que deberíamos interpretar la expansión de la OTAN como un peligro para Rusia porque algún día, porque sí, los ejércitos de la OTAN podrían cruzar la frontera y adentrarse en el territorio ruso, tal y como lo hizo, en 1812, el ejército de Napoleón.

Y, sin embargo, si hemos de restringir el análisis a los hechos en sí, como el realismo nos recomienda hacer, podríamos recordar que, en sus más de setenta años, la OTAN no ha dado una sola indicación de ser otra cosa más que una alianza defensiva. No hay ninguna razón para suponer que un día la OTAN, que es antinapoleónica por principio, vaya a convertirse en napoleónica en la práctica. La expansión hacia el este de la OTAN ha tenido como propósito estabilizar Europa y poner fin a disputas fronterizas, lo cual debería también convenir a Rusia.

De todos modos, es incuestionable que la expansión de la OTAN ha enfurecido a Putin, y lo ha atemorizado. Pero ¿por qué? Creo que la respuesta es obvia. Y es obvio por qué nadie quiere decirla en voz alta. Las revoluciones europeas que atemorizaron a Nicolás I tuvieron lugar finalmente a pesar de sus mejores esfuerzos para evitarlas. Surgieron las repúblicas liberales. Y en 1949 las repúblicas liberales se unieron, como si en verdad creyesen, de buena fe, que los principios liberales y republicanos constituyen una nueva civilización. Y protegieron su civilización con una alianza militar, que fue la OTAN. De ese modo, las repúblicas liberales produjeron una alianza militar que contenía en su interior una idea espiritual: la belleza del proyecto liberal y republicano. Aquí estaba la revolución de 1848, exitosa al fin y protegida por un formidable escudo. Y Putin ve el problema.

La expansión hacia el este por parte de la OTAN lo enfurece y atemoriza porque obstaculiza el camino de la tradición política establecida por Nicolás I, sólida y conservadora. Es la política de invadir a los vecinos. Donde la OTAN se expande, Rusia ya no puede invadir, y los logros de la revolución liberal y republicana no pueden revertirse –no por los ejércitos rusos, en todo caso–. Entonces, oponerse a la expansión de la OTAN significa una aceptación de la expansión rusa. Es una aceptación del muy extraño expansionismo ruso, cuyo propósito ha sido siempre impedir la difusión hacia el este del concepto revolucionario.

Pero Putin no lo dice, ni tampoco nadie más. No se puede decir. Quien reconociera que aprueba la política rusa de invadir a sus vecinos estaría diciendo, en efecto, que decenas de millones de personas en las fronteras de Rusia o en países cercanos deberían ser sometidas a la más violenta y sangrienta opresión por la razón más simple que existe, que es evitarle al pueblo ruso el contacto con ideas y creencias que nosotros, por nuestra parte, consideramos las bases de una buena sociedad. Así que nadie lo dice. En cambio, se deja flotando en el aire la suposición de que Rusia corre peligro porque se enfrenta a la posibilidad de una invasión napoleónica por parte de la OTAN. El “realismo”, en pocas palabras, es un principio de niebla intelectual que pretende ser un principio de lucidez intelectual.

¿Por qué, finalmente, Putin ha invadido Ucrania? No es por la agresión de la OTAN ni por los acontecimientos de Kiev en el siglo IX y las guerras ortodoxas-católicas del siglo XVII. No es porque Ucrania bajo la presidencia de Volodímir Zelenski se haya vuelto nazi. Su invasión se debe a la Revolución del Maidán de 2014. La Revolución del Maidán fue precisamente la revolución de 1848, un clásico levantamiento europeo animado por las mismas ideas liberales y republicanas de 1848, con el mismo idealismo estudiantil, las mismas florituras románticas e incluso las mismas barricadas callejeras, solo que hechas de neumáticos y no de madera.

Lo sé porque he estudiado las revoluciones –he visto levantamientos revolucionarios repetidamente en diferentes continentes– y vi la Revolución del Maidán, con un retraso de tres meses. Sentí la electricidad revolucionaria en el aire, y Putin también la sintió desde lejos. La Revolución del Maidán era todo lo que Nicolás I se propuso evitar allá por 1848-1849. Era dinámica, apasionada, capaz de suscitar las simpatías de vastas cantidades de personas. A fin de cuentas, la Revolución del Maidán fue superior a las revoluciones de 1848. No terminó en estallidos de utopías desbocadas o en demagogia o en programas de exterminio, o en caos.

Fue una revolución moderada a favor de una Ucrania moderada. Una revolución que ofrecía un futuro viable para el país y, al hacerlo, ofrecía nuevas posibilidades a los vecinos de Ucrania también. Y no fracasó, a diferencia de las revoluciones de 1848. Entonces Putin estaba aterrorizado. Respondió anexionando Crimea e iniciando guerras en las provincias separatistas de Ucrania oriental, con la esperanza de menoscabar el éxito revolucionario.

Tuvo algunas victorias también, y es posible que los ucranianos lo hayan secundado, perjudicándose a sí mismos. Pero observó que, a pesar de eso, el espíritu revolucionario continuó su expansión. Vio la popularidad en Rusia de su oponente Borís Nemtsov. Le pareció terrorífico. Nemtsov fue debidamente asesinado en 2015 en un puente en Moscú. Putin vio a Alekséi Navalni dar un paso adelante para ofrecer una oposición aún mayor. Vio que Navalni, también, resultaba popular, como si esos luchadores reformistas y su atractivo entre la gente no tuvieran fin. Putin lo mandó envenenar y luego lo encarceló.

Aun así, una nueva Revolución del Maidán estalló, esta vez en Bielorrusia. Otros dirigentes revolucionarios se pusieron al frente. Una de ellas era Svetlana Tijanóvskaya, en Minsk, quien fue candidata a la presidencia en 2020 contra Aleksandr Lukashenko, un matón a la vieja usanza. ¡Ganó!, si bien Lukashenko se mantuvo en el poder tras una maniobra conspiranoica en la que alegó fraude electoral y se declaró a sí mismo ganador. Putin obtuvo otra victoria en su contrarrevolución sin fin, a pequeña escala. La victoria de Tijanóvskaya en las urnas lo aterrorizó de todos modos.

Y Putin estaba aterrorizado por el surgimiento de Zelenski, que pudo haber parecido, a primera vista, un don nadie, un mero cómico de la televisión, un político con un programa reconfortantemente acomodaticio. Pero Putin leyó la transcripción de la conversación telefónica de Zelenski con el entonces presidente Donald Trump, que mostró que Zelenski no era, en realidad, una presa fácil. Putin observó que Zelenski estaba pidiendo armas. La transcripción de esa llamada telefónica puede incluso haberle dado la sensación de que Zelenski era otra figura heroica que encajaba en el molde de la gente que él ya había asesinado, envenenado, encarcelado y depuesto –alguien que no cede, y por tanto peligroso.

Concluyó que la Revolución del Maidán estaba destinada a extenderse hasta Moscú y San Petersburgo, si no este año, el siguiente. Entonces consultó a los fantasmas de Brézhnev, Jrushchov y Stalin, quienes lo condujeron al maestro pensador, Nicolás I. Y Nicolás I le dijo a Putin que, si no lograba invadir Ucrania, el Estado ruso colapsaría. Era un asunto de vida o muerte.

Putin habría podido responder a este consejo con un proyecto para dirigir a Rusia en una dirección democrática y preservar al mismo tiempo la estabilidad del país. Habría podido elegir ver en Ucrania la prueba de que los pueblos rusos son, de hecho, capaces de crear una república liberal –dado que considera a los ucranianos una subdivisión del pueblo ruso–. Ucrania podría haber sido un modelo y no un enemigo –un modelo de cómo construir el Estado fuerte y flexible que Rusia siempre ha necesitado.

Pero carece de las categorías de análisis que podrían permitirle pensar siguiendo esas directrices. Su doctrina nacionalista no mira hacia el futuro, salvo para ver desastres al acecho. Su doctrina mira hacia el pasado. Y por tanto vislumbró el siglo XIX y cedió ante su encanto, del mismo modo que alguien podría ceder ante el encanto de la botella o de la tumba. Se sumergió hasta las profundidades más salvajes de la reacción zarista. La calamidad que se ha producido es, entonces, una calamidad ante todo intelectual. Es un fracaso monstruoso de la imaginación rusa. Y el fracaso monstruoso ha traído como resultado tanto el propio colapso dentro de la barbarie como el peligro para el siempre frágil Estado ruso que Putin creyó estar intentando evitar.

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La corrupción del alma de un país

Putin, sin ser comunista, se está pareciendo cada vez más a Stalin y a Lenin. Todavía no ha llegado a los sangrientos extremos de éstos en los años Veinte y Treinta: Lenin con su Terror Rojo, y Stalin con la Segunda Ofensiva Socialista y el Gran Terror, que dejaron más de 20 millones de muertos y muchos más prisioneros en los campos de concentración, que les llamaban Gulags. Pero ya va en el camino que conduce a ellos a través de dividir a la sociedad con odios y rencores, que a su vez lleva a la reafirmación de una tiranía y a la fragmentación social, un daño irreparable, que termina siempre con masacres.

A mediados de marzo de 2022, Putin puso en acción dos armas terroristas que habían sido utilizadas no solo por Stalin sino también por Lenin y otros líderes comunistas. Primero, firmó una ley que establece hasta 15 años de prisión por llamar “invasión” a lo que Putin ha llamado una “operación militar especial”. En segundo lugar, instó a los rusos a denunciarse unos a otros por contradecir al gobierno en este y otros aspectos. Con esas acciones, Putin ha puesto a Rusia en una caída libre al tipo de corrupción del alma que caracterizó a la Unión Soviética.

Ya es perversa la idea de que las personas no pueden decir algo que no le gusta al gran líder, y que si lo dice le caigan 15 años de cárcel. Pero, peor aún, que se les empuje a sacarse las envidias o a ganarse el desdeñoso agradecimiento de la policía denunciando a su prójimo. No hay nada que destruya más la unidad de una sociedad que esto. Es la manera más eficaz de esparcir el odio de unos a otros, destruyendo la nacionalidad y la integridad moral de todos los habitantes. Y, por supuesto, es la manera más fácil de introducir el terror. El no confiar ni siquiera en los vecinos, o los parientes paraliza del todo a la sociedad.

El 9 de abril de 2022, The New York Times publicó un artículo titulado Estimulados por Putin, los rusos se enfrentan unos a otros durante la guerra. Su autor, Anton Troianovski describe cómo hay informes de estudiantes que delatan a los maestros y personas que delatan a sus vecinos e incluso los comensales de la mesa de al lado. Casos como estos se están multiplicando en toda Rusia. Para la fecha de la publicación, los fiscales ya habían utilizado la ley contra más de 400 personas.

En su libro Secondhand Time: The Last of the Soviets, Svetlana Aleksiévich, premio Nobel de Literatura, reproduce las palabras de cientos de personas a las que entrevistó sobre la vida en la Unión Soviética. En las palabras que siguen, una mujer le cuenta a Svetlana cómo, a la caída del comunismo, averiguó quién había denunciado a su padre. La conversación había comenzado con Svetlana preguntando que por qué no habían llevado a Stalin a juicio por todos sus crímenes:

“¿Por qué no llevamos a Stalin a juicio? Te diré por qué... Para condenar a Stalin, tendrías que condenar a tus amigos y parientes junto con él... Nuestro vecino Yuri resultó haber sido quien denunció a mi padre. Para nada, como diría mi madre. Yo tenía siete años, Yuri nos llevaba a mí y a sus hijos a pescar y montar a caballo. Reparaba nuestra cerca... Arrestaron a mi padre y unos meses después se llevaron a su hermano. Cuando Yeltsin llegó al poder, obtuve una copia de su expediente, que incluía denuncias de varios informantes. Resultó que uno de ellos lo había escrito la tía Olga… Me costó mucho, pero hice la pregunta que me atormentaba. ‘Tía Olga, ¿por qué lo hiciste?’ ‘Muéstrame una persona honesta que sobrevivió a la época de Stalin’ [respondió ella]… ‘Cuando se trata de eso, no existe tal cosa como el mal químicamente puro. No son solo Stalin y Beria. También son nuestro vecino Yuri y la hermosa tía Olga”.

Este es uno de los miles, quizás millones, de denuncias entre amigos íntimos y familiares que se dieron en esa época. Es difícil pensar en algo que pueda profanar más la condición humana. Estas cosas dejan huella, una de la que nadie, por más que se crea alejado de esa violencia, puede escaparse.

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BIGTHINK.COM

Russian movies continue to be used as a mouthpiece for the country's political leadership.

Cine ruso: un siglo de propaganda aprobada por el estado

Las películas rusas siguen siendo utilizadas como portavoz de los líderes políticos del país.

CONCLUSIONES CLAVE

• Durante la época soviética, las películas promovían la ideología socialista.

• Hoy en día, las películas ofrecen cuentos de advertencia sobre la revolución y la insurrección.

• Sin embargo, el cine ruso es más que propaganda; las películas son tan ricas como la historia del país.

En 1930, el renombrado cineasta soviético Sergei Eisenstein viajó a la ciudad de Nueva York con la esperanza de llegar a un acuerdo de producción con Paramount Pictures. Si bien los ejecutivos quedaron impresionados con la inventiva y la visión artística del director, les preocupaba que el tema abiertamente político de sus películas alienara al público occidental.

Sus sospechas se confirmaron poco después de la reunión cuando, tras la proyección de su nueva película The Old and the New (1929) en el teatro West 42nd Street, Eisenstein fue criticado por la prensa estadounidense por apoyar la colectivización de la agricultura en su país de origen. Este programa de gobierno, introducido por Iósif Stalin dos años antes, sacó a la fuerza a los ciudadanos de las granjas familiares y los reintegró a las instalaciones estatales. Aquellos que se negaron a cooperar con el programa fueron ferozmente perseguidos, lo que resultó en la muerte de unos 13 millones de personas.

WWW.JSTOR.ORG

JSTOR is a digital library of academic journals, books, and primary sources.

A pesar de su apoyo al llamado plan quinquenal de Stalin, a Eisenstein no le estaba yendo mucho mejor en Rusia. Allí, su voz autoritaria y sus innovadoras técnicas de edición se consideraron incompatibles con el realismo soviético, un movimiento artístico sancionado por el gobierno preocupado por retratar la vida soviética a través de una lente idealizada. Aunque Eisenstein afirmó que su forma autoritaria y muy estilizada de hacer películas lo ayudó a transmitir sus mensajes prosocialistas de manera más convincente y eficiente, su estadía prolongada en los países occidentales para promover su trabajo estaba comenzando a dañar lentamente su credibilidad como comunista.

Para empeorar las cosas, la persona cuyas ideas sirvieron de gran inspiración para Lo viejo y lo nuevo, el líder revolucionario Lev Trotski, recientemente había sido declarado no-persona por Stalin después de apoderarse de la Unión Soviética y exiliar a su antiguo rival a Ciudad de México.

El auge del realismo soviético

Para mitigar la reacción violenta del estreno nacional de la película, Eisenstein publicó una serie de ensayos en los que reevaluaba el propósito del arte cinematográfico dentro del estado socialista. Esta forma de arte, escribió en uno de ellos, “responde a los objetivos y demandas sociales”.

https://monoskop.org/images/5/51/Eisenstein_Sergei_Film_Essays_and_a_Lecture_1970.pdf

Su objetivo principal no era contar una historia entretenida, sino llamar la atención sobre los problemas públicos. Era “imperativo sacar al pueblo del lodazal de las antiguas costumbres y alinearlo con el sistema soviético en su conjunto; el campesino debe aprender la diferencia entre propiedad privada y economía colectiva.”

La difícil relación de Eisenstein con su gobierno nos recuerda que el cine ruso ha reflejado durante mucho tiempo las convicciones de los líderes rusos, no solo porque la industria cinematográfica soviética era propiedad del Partido Comunista y estaba organizada por él, sino también porque las películas, por definición, son tanto un reflejo de la vida como de la vida. una proyección de lo que debería ser.

Cuando la URSS era joven y vulnerable, los cines reconstruían las luchas que se sucedían en las calles de Moscú. La película más famosa de Eisenstein, El acorazado Potemkin (1925), sobre un grupo de marineros que organizan un motín contra sus oficiales, presenta a la élite zarista como antagonista. Dentro del contexto de las antiguas tradiciones narrativas del país, no se puede subestimar la importancia de esta decisión de selección; solo unas décadas antes, los príncipes y las princesas fueron las estrellas brillantes de las novelas Guerra y paz y Ana Karenina de Lev Tolstói.

Hoy en día, El acorazado Potemkin se estudia con el mismo nivel de escrutinio que El triunfo de la voluntad de Leni Riefenstahl. Debatiendo si la película merece ser vista como un documental histórico, el historiador británico Andrew Sinclair dijo que "la versión de Eisenstein se aparta de los hechos con fines propagandísticos y artísticos".

Kino Pravda

Si las epopeyas de Eisenstein reinterpretaron un pasado autoritario, los documentales de Dziga Vértov dieron forma a un futuro socialista. Vértov, quien comenzó su carrera como editor de noticieros, vio la cámara como una versión tecnológicamente mejorada del ojo humano que puede permitirnos mirar el mundo desde una perspectiva diferente y más objetiva.

“Yo, la máquina”, escribió Vértov en su manifiesto artístico, “les muestro un mundo que solo yo puedo ver (…) Al revelar el alma de la máquina, al hacer que el trabajador ame su banco de trabajo, el campesino su tractor, el ingeniero su motor, introducimos alegría creativa en todo trabajo mecánico, llevamos a las personas a un parentesco más cercano con las máquinas”.

https://monoskop.org/images/6/66/Vertov_Dziga_1922_1984_We_Variant_of_a_Manifesto.pdf

Como cualquier nación recién formada, la Unión Soviética pasó sus primeros años en una búsqueda frenética de su propia identidad. Al principio, animados por la pizarra aún limpia en la que escribirían su historia, los estadistas rusos expresaron una confianza abrumadora en la capacidad de la tecnología moderna para crear un mundo mejor. El hombre de Vértov con una cámara de cine (1929) canaliza este optimismo como pocas películas. Tomas meticulosamente capturadas, editadas por Vértov a la velocidad de la luz, presentan el paisaje urbano de Moscú en rápida expansión como una red compleja pero armoniosa de hombre y máquina. Las líneas de tranvía brotan a través de la metrópolis como arterias, y cada vagón llega a su tiempo designado. Lo más encantador de todo son las secuencias que tienen lugar dentro de las fábricas, que muestran a los trabajadores sincronizando sus propias acciones con los movimientos del equipo que operan.

Las películas de Vértov fueron tan revolucionarias como experimentales. Como dijo el crítico Noel Murray en The Dissolve, Vértov argumentó que “la cultura de la Unión Soviética debería ser tan vanguardista como sus sistemas políticos y económicos, lo que para él significaba ser pionero en nuevos modos de expresión que no dependían de la narración convencional".

El deshielo de Jrushchov

Cuando Nikita Jrushchov sucedió a Stalin como líder de la Unión Soviética en 1956, prometió mostrar "mayor tolerancia", "mayor lealtad" y "mayor amabilidad" que su predecesor. Aunque el discurso fue pronunciado en secreto ante el Congreso del Partido, su contenido iconoclasta inevitablemente llegó a la esfera pública.

https://digitalarchive.wilsoncenter.org/document/115995.pdf?v=3c22b71b65bcbbe9fdfadead9419c995

Bajo Stalin, los guionistas debían presentar su trabajo a los censores del gobierno, asegurándose de que sus historias no contradijeran o ridiculizaran al estado. Cuando se relajó la censura de películas y libros, los artistas pudieron cuestionar las narrativas históricas del país sin temer por sus carreras (o peor aún, sus vidas).

Dos de las imágenes más famosas publicadas durante el llamado período del Deshielo, Las grullas vuelan (1957) de Mijaíl Kalatózov y La infancia de Iván (1962) de Andréi Tarkovski, pintan la Segunda Guerra Mundial, que los periodistas de Stalin habían rebautizado como La Gran Guerra Patriótica, como una masacre sin sentido de la inocencia juvenil. Su enfoque chocó violentamente con producciones del período anterior a la guerra como Girlfriends on the Front de 1941 que, centrada en un grupo muy unido de colegialas que luchan contra Finlandia, describió el campo de batalla no como un lugar donde los jóvenes soviéticos vienen a morir una muerte sin sentido sino demostrar su valía defendiendo a sus parientes y a su país.

Escribiendo para Criterion, Dina Iordanova, quien es directora del Instituto de Cine Global y Culturas Creativas en St. Andrews, dijo que esta nueva ola de cine intercambió el "glorioso Homo sovieticus luchando contra los nazis bajo la brillante guía de Stalin" por "las pruebas individuales y sufrimiento de aquellos cuyas vidas están irreparablemente paralizadas por la guerra”.

 

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Andrei Tarkovsky’s objective in Ivan’s Childhood (1962) was, in his own words, “to establish whether or not I...

Censura en la Rusia de Putin

Si bien los cineastas que viven y trabajan en la Rusia moderna de Vladímir Putin ya no están obligados a presentar su trabajo a los censores del gobierno, aún requieren la aprobación del Ministerio de Cultura para obtener las licencias necesarias para proyectar una película terminada frente a los vivos, respirando audiencias.

Películas extranjeras como la sátira mordaz de Armando Iannucci, La muerte de Stalin (2017) y Rocketman (2019), una película biográfica sobre el cantautor homosexual Elton John, fueron prohibidas o editadas, ya sea porque se burlaban del estado soviético o porque contradijo la animosidad del estado hacia la comunidad LGBT.

WWW.NYTIMES.COM

The Culture Ministry withdrew permission for the film to be shown in the country, denouncing its satirical...
WWW.NBCNEWS.COM

The deletions became known last week after a Moscow screening of the film.

Las producciones rusas se enfrentan a un escrutinio aún mayor. Recientemente, en 2013, el Ministerio prohibió un documental sobre la controvertida persecución de las Pussy Riot, una banda feminista de punk rock y grupo activista, con el argumento de que la imagen, en palabras de un portavoz del gobierno, no “mejoraba el estado del mundo”. Una vez que las integrantes de las Pussy Riot fueron encarceladas por vandalismo, el Ministerio decidió contribuir con más de 50 millones de rublos al presupuesto de Batallón (2015), una grandilocuente película bélica que, gracias a un estreno nacional y una prolífica campaña de marketing, se convirtió en una de las favoritas en Los Oscar de Rusia, los Golden Eagle Awards.

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“Pussy Riot: A Punk Prayer” and “The Square,” set in Cairo, are on the shortlist for possible Oscar...

Si el régimen de Putin aprueba el mensaje de una película en particular, también puede ayudar de otras maneras. Después de que el estado recompró una colección de tanques soviéticos de Laos en 2019, donó algunos de ellos para la filmación de T-34 (2019), una explosión llena de acción que glorifica la victoria del Ejército Rojo contra los nazis.

Un nuevo currículo de historia

Las huellas de la agenda política del Ministerio también se pueden ver en la televisión. En 2017, la distribuidora Channel One se asoció con la productora Sreda para realizar una miniserie sobre la vida y muerte del mencionado Trotski. Aunque el programa del mismo nombre puede ir cara a cara con Game of Thrones, sus matices políticos son difíciles de ignorar.

Por un lado, el personaje de Trotski se presenta como una estrella revolucionaria del rock and roll. Normalmente vestido con un uniforme militar de cuero negro, aplasta a sus rivales y seduce a las mujeres. Sin embargo, Trotski también se revela vanidoso. Impulsado por el deseo de dejar un legado, trata a los demás como un medio para un fin y fácilmente asesina a millones. La decisión de los escritores de demonizar a Trotski, sin mencionar explicar su ansia de poder como un subproducto de la discriminación que enfrentó como ciudadano judío, no cayó bien entre los espectadores extranjeros, quienes reconocieron en este punto de la trama un sentimiento xenófobo que define a los modernos día de Rusia tal como lo hizo hace un siglo.

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On the centenary of the Bolshevik Revolution, a series on state-run Russian television showcases Leon...
OBSERVER.COM

“The biggest problem I had with this show was the gross anti-Semitic nature of it. It was pretty in your...

Trotski el personaje muere como Trotski la persona, asesinado a golpes por un espía estalinista. En la escena final del espectáculo, el director Alexander Kott muestra el espíritu de Trotski siendo pisoteado por el mismo tren con el que llevó a los bolcheviques a la victoria durante la Guerra Civil Rusa. Si bien este simbolismo necesita poca explicación adicional, Kott termina con un epígrafe extraído del Libro de los Proverbios. “El camino de los malvados es como la oscuridad”, se lee en la pantalla mientras se desvanece a negro y comienzan a aparecer los créditos finales. “No saben en qué tropiezan”.

Perfectamente en línea con el nuevo plan de estudios de historia que el Kremlin diseñó para los sistemas escolares rusos, Trotski celebra el camino de la URSS para convertirse en una superpotencia internacional y, al mismo tiempo, presenta la revolución como una empresa inútil, equivocada y, sobre todo, autodestructiva.

WWW.THEMOSCOWTIMES.COM

Russian students play a central role in celebrating Victory Day: merchandise like toy guns and Red Army...

Comprender el cine ruso

Las producciones modernas como Trotski deben navegar cuidadosamente por el complejo pasado del país, y en una época en la que hacerlo se vuelve más complicado cada día que pasa. A medida que las películas de guerra siguen exaltando las campañas de los soldados rasos durante la Gran Guerra Patria, los dramas políticos vilipendian a los políticos comunistas que les dieron órdenes. Juntos, forman una estrategia que le permite al Kremlin tener su pastel y comérselo también. Como argumenta la historiadora Holly Case en su libro, The Age of Questions, un extracto del cual apareció en la revista Aeon, los dictadores de hoy ya no confían en la propaganda para dar forma al futuro, sino que la usan para pacificar el presente.

AEON.CO

Last century’s dictators wanted to reinvent their subjects as ‘new men’. This century’s strongmen just don’t...

Mientras que las primeras películas soviéticas anunciaban la inevitabilidad del comunismo y su superioridad inherente a las ideologías capitalistas y fascistas que dominaban el resto del mundo, el objetivo de Putin es mucho más sutil: al inspirar orgullo nacional y advertir sobre los peligros de la revuelta, está persuadiendo a sus constituyentes e instituciones para resistir el cambio.

Es importante señalar que el cine ruso no puede reducirse a un portavoz de la propaganda política. Más bien, el cine ruso es tan complicado y fascinante como la propia historia rusa.

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MISES.ORG

Trying to interpret the actions of Vladimir Putin or politics in Russia using Western narratives is likely to...

Comprender la guerra de Rusia: la extraña filosofía de Aleksandr Dugin

Los rusos son "elegidos escatológicamente". Deben oponerse a la falsa fe, la pseudorreligión del liberalismo occidental y la propagación de su maldad: la modernidad, el cientificismo, la posmodernidad y el nuevo orden mundial. Esta es la tesis de Aleksandr Dugin, el destacado filósofo ruso y mentor del presidente ruso Vladímir Putin. Como “área pivote” geográfica, Rusia debe recuperar su posición en el corazón del continente euroasiático.

Filosofia politica

La teoría política del tradicionalismo de Aleksandr Dugin quiere liberar al socialismo de sus rasgos materialistas, ateos y modernistas. Él llama a su enfoque “la cuarta teoría política” (2012) porque se dirige contra las otras ideologías del comunismo, el liberalismo y el fascismo. Dugin, que enseña sociología y geopolítica en la Universidad Lermontov de Moscú, busca una nueva idea política para Rusia. Lo encuentra en la identidad tradicional de la región, que Dugin asocia con “religión, jerarquía y familia”. Como tal, su teoría es una “cruzada” contra la posmodernidad, la sociedad posindustrial, el pensamiento liberal y la globalización.

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En su tierra natal, Aleksandr Dugin es un conocido geoestratega y mentor del actual presidente ruso Vladimir Putin. Para Dugin, Estados Unidos es una amenaza para la cultura rusa y la identidad de Rusia. Él deja su posición inequívocamente clara cuando declara:

Creo firmemente que la Modernidad está absolutamente equivocada y la Sagrada Tradición tiene toda la razón. Estados Unidos es la manifestación de todo lo que odio: la modernidad, la occidentalización, la unipolaridad, el racismo, el imperialismo, la tecnocracia, el individualismo, el capitalismo.

TEC.FSI.STANFORD.EDU

Dunlop, John B.John B. Dunlop is a senior fellow at the Hoover Institution. His current research focuses on the...
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A single book, written in 1997, signalled every significant foreign policy move of the Russian...
4PT.SU

Maoism is too Modern for meFive Questions for Alexandr Dugin1. Recent attacks on you especially from Glenn...

A sus ojos, Estados Unidos es “la sociedad del Anticristo”. Estados Unidos de América es el ominoso y alarmante  país del otro lado del océano, “sin historia, sin tradición, sin raíces... Resultado de un puro experimento de los racionalistas utópicos europeos”. Lamenta que América esté imponiendo su dominación planetaria y experimentando el triunfo de su estilo de vida extendiéndose por todo el mundo. Critica que “en sí misma y sólo en sí misma” América ve las normas del progreso y la civilización.

4THREVOLUTIONARYWAR.WORDPRESS.COM

In this view, Columbus’ newfound discovery of the American continent bears a rather sinister meaning, as it...

Según Dugin, Estados Unidos niega a todos los demás “el derecho a su propio camino, su propia cultura y su propio sistema de valores”. Por lo tanto, su conclusión es que enterrar a Estados Unidos “es nuestro deber religioso”. La salvación no sólo de Rusia sino de prácticamente todo el continente euroasiático es el retorno a su “Sagrada Tradición”. A los ojos de Dugin, Rusia debe volver a su verdadera identidad. El retorno a la grandeza de Rusia es una obligación moral. Estados Unidos se interpone en el camino de cumplir el llamado mesiánico de Rusia.

Geopolítica

En opinión de Dugin, la ruptura cultural tiene una contrapartida geopolítica. Su gran visión es crear un eje París-Berlín-Moscú que llene el agujero negro geopolítico que quedó en Eurasia tras la desaparición de la Unión Soviética.

https://www.carnegiecouncil.org/publications/articles_papers_reports/the-french-far-right-in-russias-orbit/_res/id=Attachments/index=1/Lebourg-EN revised 3.pdf

Algunos de los conceptos básicos de geopolítica de Dugin se remontan al geógrafo geopolítico inglés Halford J. Mackinder y al teórico geopolítico alemán Karl Hans Haushofer (1869-1946). Mackinder (1861-1947) presentó su tesis de que el corazón de Eurasia es el "pivote geográfico de la historia" en una reunión de la Royal Geographic Society ya en 1904.

https://www.iwp.edu/wp-content/uploads/2019/05/20131016_MackinderTheGeographicalJournal.pdf

El pronóstico de Mackinder decía que si bien la vasta área de Eurasia ha sido inaccesible para los barcos, esta desventaja terminará porque Rusia está a punto de construir un sistema ferroviario integral. Ser inaccesible para los barcos ya no es una desventaja. Con el sistema ferroviario, el Imperio Ruso está en camino de ejercer presión sobre “Finlandia, Escandinavia, Polonia, Turquía, Persia, India y China”. En el mundo en general, una Rusia modernizada ocuparía la posición estratégica central que ocupa Alemania en Europa”.

En el momento de la presentación de Mackinder a principios del siglo XX, Londres ya estaba preocupada por el ascenso de Alemania como potencia industrial y, si le seguía Rusia, surgiría un rival nuevo y potencialmente aún mayor. La prevención de cualquier alianza entre Rusia y Alemania ganó prioridad estratégica en los círculos de política exterior del Reino Unido. El concepto de mantener el equilibrio de poder en Europa y anunciar la conquista de Rusia por Alemania o viceversa se convirtió en un imperativo estratégico y motivó a Gran Bretaña a entrar en la Primera Guerra Mundial en 1914.

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Why did Britain go to war in 1914? The gallery contains three case studies and a worksheet for Key Stage 3...

En la década de 1920, la visión geoestratégica de Karl Haushofer de un eje desde París, Berlín y Moscú hasta Tokio cobró forma en Alemania y también atrajo a los estrategas soviéticos. La teoría geopolítica de Dugin representa la continuación de esta línea de pensamiento y sigue tanto a Haushofer como a la máxima de Mackinder: “Quien gobierna Europa del Este domina el Heartland: Quien gobierna el heartland comanda la Isla-Mundo: Quien gobierna la Isla-Mundo comanda el Mundo”.

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JSTOR is a digital library of academic journals, books, and primary sources.
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The Foundations of Geopolitics: The Geopolitical Future of Russia - English Translation eBook : Dugin, A:...

Para Dugin, el conflicto entre la Organización del Tratado del Atlántico Norte y el Pacto de Varsovia durante la Guerra Fría se encuentra en el mismo contexto que la guerra entre Cartago y Roma. Con la desaparición de la Unión Soviética y el surgimiento de Estados Unidos como única superpotencia, este conflicto histórico ha alcanzado una nueva etapa. Ahora, Rusia está sola frente a una OTAN ampliada. Con esto, el conflicto entre la región atlántica y el corazón de Eurasia se dirige hacia un enfrentamiento.

Una década antes de que la cosmovisión geopolítica de Dugin ganara prominencia, el estratega geopolítico estadounidense Zbigniew Brzezinski también había identificado el corazón de Europa del Este como una región pivote. En su The Grand Chessboard: American Primacy and Its Geostrategic Imperatives (2016), Brzezinski explica que para mantener el papel principal de Estados Unidos en el mundo, debe incluir tanto a Alemania como a Japón como sus bastiones en los lados occidental y oriental del continente euroasiático para mantener Rusia en jaque.

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En cuanto a la importancia de la posición geoestratégica de Rusia y sus vecinos, no habría mucha diferencia entre Aleksandr Dugin y Zbigniew Brzezinski. Para ambos, Eurasia es el tablero de ajedrez en el que se sigue jugando la lucha por la primacía mundial. Sin embargo, la diferencia fundamental entre Estados Unidos y Rusia es que el colapso de la Unión Soviética ha dejado a Estados Unidos en la posición única de convertirse en la primera superpotencia con alcance global.

Para establecer esta hegemonía,  explica Brzezinski, Eurasia es el "eje geopolíticamente" y Ucrania es un estado pivote geopolítico. De ello se deduce que “sin Ucrania, Rusia deja de ser un imperio euroasiático… Sin embargo, si Moscú recupera el control de Ucrania… Rusia recupera automáticamente los medios para convertirse en un poderoso estado imperial, que se extiende por Europa y Asia”.

Crítica

Cuesta entender que Dugin reivindique “tradición” e “identidad” cuando, en realidad, la historia rusa de los siglos XIX y XX ha sido un desastre. Fue aferrarse a tradiciones imaginarias lo que sentó las bases para que ocurrieran las calamidades. Fue la resistencia de los zares contra el liberalismo y el capitalismo que ha continuado bajo los soviéticos hasta el liderazgo actual lo que bloqueó el progreso de Rusia.

En el siglo XX, Rusia experimentó una catástrofe tras otra. La guerra ruso-japonesa de 1905 terminó con una humillante derrota y provocó violentos levantamientos en el país. La Primera Guerra Mundial costó millones de bajas y devastó la economía de Rusia. La toma del poder por parte de los bolcheviques condujo a la sangrienta guerra civil de 1918-1921, seguida de la guerra ruso-polaca de 1919-1920. La Unión Soviética comenzó su existencia paralelamente al establecimiento del GULAG, la vasta red de campos de concentración.

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La industrialización forzada y la colectivización de las tierras agrícolas generaron el Holodomor, las hambrunas con millones de muertos en Ucrania y Kazajistán. El régimen de terror de Stalin encarceló a millones en campos de trabajo.

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La Segunda Guerra Mundial de 1941 a 1945 trajo terribles bajas militares y civiles y fue seguida inmediatamente por la Guerra Fría con su carrera armamentista y costosos compromisos en muchos países del Tercer Mundo. La trágica guerra en Afganistán durante más de diez años, hasta 1989, asestó el golpe final y condujo a la disolución de la Unión Soviética. La tentación fallida de establecer una economía de mercado no trajo prosperidad sino que estableció el capitalismo de estado oligárquico.

Igualmente problemático es el análisis de Dugin de la guerra y la cultura como el principal conflicto entre el área atlántica y el corazón de Eurasia. Para ambos aspectos, la guerra y la cultura, su concepto de "atlantistas" contra "eurasiáticos" es fundamentalmente defectuoso. Las guerras entre los marineros europeos han marcado la historia desde los tiempos de Grecia y Roma y alcanzaron nuevas cotas tras el descubrimiento de América. Asimismo, las “potencias terrestres” Francia y Alemania invadieron Rusia y ambas fueron derrotadas por Rusia con la ayuda de los “atlantistas”.

En cuanto a la tesis de una brecha cultural fundamental entre Europa occidental y las tierras rusas, se debe recordar que la Iglesia ortodoxa rusa en muchos aspectos está más cerca del catolicismo que la Iglesia católica del protestantismo en Occidente. La literatura y la música rusas del siglo XVIII estuvieron profundamente influenciadas por la parte occidental de Europa y las contribuciones rusas retroalimentaron con la misma fuerza a Europa occidental. No fue una ruptura cultural lo que hizo que Rusia adoptara el marxismo en lugar del capitalismo libre y los valores del liberalismo clásico. Rusia importó las falsas ideologías de Occidente. Al optar por el marxismo de Occidente en lugar del capitalismo liberal de Occidente, Rusia cometió su mayor error hasta el momento.

Con respecto a la guerra actual en Ucrania, no solo la política exterior de Rusia se ha convertido en rehén de la geopolítica sino también de Estados Unidos. Al perder Ucrania, Rusia teme perder su identidad junto con la posibilidad de convertirse nuevamente en un jugador global. Para EE. UU., Ucrania es vista como el estado central para mantener y expandir su posición hegemónica global. En ambos países, los responsables de la política exterior miran el mapa geográfico y ven un tablero de ajedrez. Ambos parecen creer que la autoridad sobre Ucrania decide sin peros su propio futuro.

No sería la primera vez en la historia que una “idée fix” como la determinación geográfica de los asuntos mundiales pone en riesgo la prosperidad y la paz en los continentes.

Conclusión

Al seguir el camino ideológico de Aleksandr Dugin, Rusia cometería otro trágico error. En lugar de seguir las ilusiones de una tradición imaginaria, los líderes rusos deberían reconocer que, salvo con el capitalismo libre, no habrá ni libertad ni prosperidad.

Históricamente, el hogar de Rusia no está fuera de Europa. San Petersburgo y Moscú son ciudades europeas. Sin embargo, si las potencias occidentales no logran integrar a Rusia en un sistema de seguridad común, Rusia se volverá hacia Asia. Con China, India e Irán, nuevas asociaciones están esperando.

Teniendo en cuenta el papel estratégico "fundamental" de Ucrania, tanto Rusia como EE. UU. pueden estar equivocados. 

Editado por Chronos88
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Vladimir Putin (not unlike President George W. Bush) has led his country into a destructive war, yet the...

Por qué el régimen autoritario de Rusia continúa disfrutando del apoyo público

Una de mis áreas de investigación en economía institucional es el comportamiento social de las personas bajo diferentes regímenes políticos, lo que Thomas Schelling llamó micromotivos y macrocomportamiento. Por supuesto, este tema está directamente relacionado con muchas disciplinas, desde la economía del comportamiento y la teoría política hasta la neurobiología de la toma de decisiones y la teoría de los mercados biológicos.

El tema plantea la siguiente pregunta: ¿Cuáles son las razones del amplio apoyo social de la actual autocracia rusa cada vez más estricta y sus recientes decisiones políticas, incluida la invasión agresiva de Ucrania, que son condenadas por la mayor parte de la comunidad mundial? Brevemente, la respuesta se encuentra en el siguiente razonamiento:

• La lógica interna de la política de cualquier autocracia restrictiva consiste principalmente en la necesidad de ampliar el control sobre los subordinados y servir a los principales intereses de la sociedad.

• En realidad, este control se puede lograr de dos maneras: endureciendo la represión o mediante tecnologías de manipulación.

• El método elegido, o más bien el grado de superioridad de uno sobre el otro, depende de la rigidez de la autocracia, o mejor dicho, de su posición en la balanza entre dos polos: una autocracia informacional blanda con instituciones democráticas que funcionan en parte y una autocracia totalitaria represiva. Dictadura.

Mientras la autocracia esté en proceso de cambiar hacia la forma más represiva y cerrada posible, la opinión pública y la legitimidad juegan un papel en el dominio y la retención del poder por parte de las élites beneficiarias. Por supuesto, para reducir sus costos de ganar control sobre la opinión pública y manipularla, el régimen utiliza una estrategia racional y lógica: sofocar el crecimiento o declive del capital humano.

¿Cuál es la falta de capital humano? Educación individual deficiente, una mentalidad social primitiva, conciencia cívica limitada e iniciativa individual, y una falta de voluntad e incapacidad general para analizar causal y críticamente. La estrategia fundamental para mantener la baja calidad del capital humano es mantener un nivel de educación insuficiente, tanto en la escuela como en la educación superior, y suprimir el desarrollo de la conciencia y la iniciativa cívicas. ¿Cómo ocurre esto en Rusia?

• En primer lugar, la falta de financiación sistemática de la educación rusa y el aislamiento real del conocimiento científico moderno y otros métodos educativos aseguran el bajo nivel de educación. Esto se aplica a todas las instituciones educativas, desde jardines de infancia hasta instituciones de educación superior.

• En segundo lugar, el subdesarrollo de la conciencia y la iniciativa cívicas es el resultado de una combinación de varios factores. Estos son el sector estatal hipertrofiado versus la empresa privada, una política macroeconómica equilibrada que no permite una alta inflación y al mismo tiempo permite un crecimiento significativo de los ingresos, un marco económico institucional corrupto y no corrupto, la misma baja calidad de la educación y, por supuesto, la propaganda estatal global y multidireccional.

La propaganda omnicomprensiva es la manipulación de información diversificada a través de los medios masivos de información monopolizados por el régimen. La propaganda amplia mientras se eliminan las fuentes alternativas de información para el consumidor masivo y se traslada por la fuerza estas fuentes a la clandestinidad es una parte necesaria de la política interna de cualquier régimen autocrático.

El monopolio estatal sistémico de la información masiva siempre se convierte en propaganda y distorsiones informativas con objetivos evidentes. Entre ellos se encuentran la siembra de valores ético-ideológicos arcaicos beneficiosos para el régimen, que justifican la expansión de la represión discreta contra los "disidentes", el cultivo de la personalidad del "líder", la inculcación de una agenda de política exterior conflictiva y, lo que es más importante, la creación de un sentido de nación- superioridad ideológica.

Todos estos "fantasmas" se adaptan perfectamente a la calidad del propio capital humano que permite que el régimen brinde apoyo social real, establezca el llamado mal equilibrio y prolongue su ciclo de vida. 

Como dije, una de las principales fuentes sociales de apoyo al régimen es el sector gubernamental ampliado. El sector público es el grupo socioeconómico dominante en la autocracia, incluidas las fuerzas de seguridad, la burocracia, otros empleados estatales y los trabajadores de las empresas estatales. En la autocracia, la elevación social y el crecimiento de los ingresos están determinados por la afiliación a las estructuras estatales y el acceso a los recursos administrativos y burocráticos. El conocimiento real, las habilidades y la iniciativa individual tienen prácticamente un solo punto de aplicación para el éxito: el estado y todo lo relacionado con él. La población ocupada en el sector público siempre se beneficia de la distribución vertical de los beneficios, tanto en un período de estabilidad como en un período de turbulencia, ya que el sector público es el acorde social de la autocracia agresiva.

Otro recurso social importante para la legitimidad del régimen es la llamada clase media. Esta clase puede incluir tanto a los empleados de las corporaciones estatales antes mencionados como a la población en el presupuesto del estado y la empresa privada; en general, incluye a personas con educación superior y un nivel de consumo más o menos alto.

Bajo la autocracia rusa moderna, la clase media convencional ha desarrollado dos características distintivas muy importantes: el conformismo y la doble moral, que se han convertido en un consenso ético y una preferencia existencial básica. Esta forma de adaptación al entorno es esencialmente la siguiente: apoyo al régimen en su forma blanda de autoritarismo, al tiempo que se reclaman estilos de vida "occidentales" y todo lo que ello conlleva.

En general, la estrategia del régimen de dar forma a un nivel de conciencia social que le convenga no ha pasado por alto a la clase media. La primitivización del comportamiento sociopolítico, la reducción de la conciencia crítica y la atrofia de las capacidades de posicionamiento individuales han determinado la forma del contrato social con las autoridades: seguridad y estabilidad en el crecimiento de los ingresos personales a cambio de lealtad política y pasividad cívica. 

En los estratos sociales bajos, que constituyen la parte dominante de la masa social del país, la población se caracteriza por un nivel de desarrollo evidentemente insuficiente —ético, educativo, material— para el pensamiento crítico causal. Este estado de los estratos sociales más bajos es un objetivo del régimen, y está condicionado por la misma política de contención del crecimiento del capital humano y del crecimiento económico. Esto le permite al régimen moderar con éxito la opinión pública en los grupos sociales más bajos y lograr el "comportamiento condicional" que requiere de estas personas.

Como resultado, el régimen obtiene la aprobación pública de extremo a extremo para prácticamente cualquier acción extraordinaria. En períodos de decisiones geopolíticas extremas, que obviamente conllevan los costos socioeconómicos más altos, el régimen, con tecnologías comprobadas, una infraestructura política viable y, lo que es más importante, una conciencia social preparada, se mueve hacia métodos especiales para modelar el apoyo social.

Se induce y fomenta el síndrome de excitación psicoemocional masiva, estimulando el efecto del placer y la satisfacción desde la comunidad y la pertenencia a la mayoría. Surge cohesión en torno al "líder" del régimen, lo que estabiliza su posición política en el corto plazo. El estado de ánimo de una amenaza permanente y creciente se exacerba, motivando el crecimiento de un estado de ánimo agresivo hacia todos los posibles enemigos, internos y externos.

Como consecuencia, se produce un efecto de autoengaño social, un desconocimiento deliberado de los hechos reales que no corresponden a los lineamientos ideológicos del régimen y al estado de ánimo social general. En general, este es un patrón "protector" natural de comportamiento social individual en condiciones de estrés psicoemocional y cognitivo en presencia de una neutralización de amenazas lista o propuesta.

Los signos de tal estado social son muy típicos en las manifestaciones del fanatismo religioso masivo y la histeria social ideológica de las fases iniciales de las dictaduras totalitarias.

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When the USSR collapsed, it was hoped that Russia would develop a free market economy and respect...

La economía rusa y el contrato social: el camino hacia una realidad deplorable

El contrato social en las autocracias y dictaduras totalitarias se caracteriza por el hecho de que el poder está siempre en la parte superior del triángulo: Estado, empresa, sociedad, el peso nominal de la empresa y la sociedad siempre es menor que el del Estado. En particular, este patrón de estructura social es típico de Rusia: la sociedad y las empresas están en una posición subordinada al poder.

Hay razones obvias para esto, en particular la distancia histórica del poder, los bajos niveles de individualismo y los bajos coeficientes de tolerancia en la preferencia temporal, es decir, la aversión al cambio y la falta de disposición para asumir riesgos debido a expectativas negativas y un bajo nivel de confianza social. Entre otros, estos factores producen un efecto de celo que es perpetuado, a su vez, por el poder autoritario moderno, ya que este estado de cosas es óptimo para mantener el equilibrio del régimen.

Rusia ha tenido varios tipos de contratos sociales en los últimos tiempos. Los años cero comenzaron con reformas en las que la idea básica del contrato social era agilizar los procesos sociopolíticos y económicos para estimular el desarrollo económico a cambio de disciplina en el pago de impuestos y lealtad política al poder. Estas reformas fueron, en cierta medida, liberales y positivas en cuanto a la formación de un ambiente favorable para los negocios y la iniciativa empresarial y ciertamente tuvieron un efecto positivo.

Tal contrato social puede denominarse contrato de consumo, y su modelo es el siguiente. El Estado "pone orden", es decir, endurece las condiciones en la esfera política. Pero al mismo tiempo, crea instituciones reguladoras, judiciales y de arbitraje adecuadas para la iniciativa civil individual (principalmente empresarial) y la libertad económica, fomentando el crecimiento de los ingresos personales. Todo esto a cambio de constancia y apertura en el pago de impuestos y lealtad a un poder ahora más fuerte.

La necesidad de mano dura era bastante lógica, ya que el proceso de reformas y racionalización durante el estado de transición de Rusia de los años noventa requirió que se redujera la elasticidad ética e ideológica del estado. El endurecimiento político de la época afectó predominantemente a las élites opositoras pero sistémicas y a las élites burocráticas (como lo demuestra, por ejemplo, la abolición de las elecciones para gobernador y otras medidas para fortalecer el poder vertical).

Al mismo tiempo, la iniciativa cívica, cualquiera que sea su naturaleza, no fue perseguida en su conjunto y en algunos casos (espíritu empresarial, actividad de consumo, autoorganización cívica, desarrollo de Internet y accesibilidad general a la información) fue fomentada sistemática y activamente. En general, podemos decir que el contrato social fue equilibrado y el intercambio fue equitativo: lealtad a cambio de seguridad y apertura social.

Gradualmente, a medida que se deterioraban las condiciones económicas externas, por un lado, y aumentaba la necesidad de las nuevas élites afiliadas de multiplicarse y compartir nuevos activos a través del control y la distribución presupuestaria, por el otro, este contrato sufrió cambios. Los cambios provinieron principalmente del poder, donde crecían las demandas de lealtad y disminuían los beneficios para la sociedad, donde se ampliaban las oportunidades para el poder y se reducían las oportunidades para la sociedad.

Uno de los nuevos y principales beneficios del contrato modernizador para la sociedad ofrecía valor metafísico: un sentido de grandeza nacional y una narrativa correspondiente de patriotismo, un gran país levantándose de rodillas, el renacimiento del imperio, el engaño y el consumismo de las democracias occidentales, el concepto lógicamente surgido de un enemigo externo, etc. Obviamente, este nuevo producto del contrato social era una forma para que el poder continuara maximizando su propia utilidad mientras reducía los costos potenciales asociados en forma de descontento social y la amenaza de derrocamiento. De hecho, en lugar de aumentar la prosperidad y promover la "buena vida", el poder ofreció a la sociedad una ideología por razones tanto endógenas (el deseo de consolidar su posición y oportunidades para controlar el recurso de la renta: el presupuesto) como exógenas (shocks económicos externos).

Para lograr que la sociedad aceptara tal sustitución en los términos y beneficios del contrato, las autoridades tomaron dos pasos estratégicos: 1) un rumbo hacia una política monetaria y fiscal conservadora para evitar la inflación como principal desencadenante económico del descontento social y 2) información multicapa manipulación para maximizar la proliferación de una nueva ideología imperial-aislacionista en la sociedad. Las herramientas escogidas fueron el control total de los medios de comunicación, la propaganda integral rayana en el sentido común pero con un fuerte mensaje nacional, el aumento de los mecanismos represivos y el rechazo y persecución descarados de la oposición. La sociedad en su conjunto estuvo de acuerdo con las modificaciones al contrato anterior.

Para 2014, nuevamente bajo la influencia de condiciones externas e internas, el estado, sintiendo el creciente manto de descontento social como un factor de riesgo importante, decidió renovar el contrato social. Las condiciones externas fueron el continuo deterioro de la situación económica exterior. Internamente hubo estancamiento económico y caída de los ingresos como consecuencia del deterioro del clima de negocios y la reducción de la competencia. Además, se estaban fortaleciendo las instituciones burocráticas, expandiendo la propiedad estatal, aumentando la corrupción y aumentando significativamente la presión represiva sobre la sociedad, no sobre las élites del sistema.

Y Rusia anexó Crimea, eligió a Ucrania como una amenaza para el mundo ruso. También intensificó la agresión de la retórica aislacionista hacia las democracias occidentales y designó un enemigo dominante en los Estados Unidos. Finalmente cambió la oposición al estatus de "enemigos del pueblo", cualquiera que sea la forma en que esta oposición se presente, ya sea un movimiento político organizado, los medios de comunicación y una opinión privada. Los mecanismos represivos se hicieron aún más represivos. Así, la sociedad accedió nuevamente a esta renovación del contrato.

Para 2020, el costo marginal de la energía para la sociedad nuevamente comenzó a amenazar la utilidad de la energía, y la energía optó por una nueva renovación del contrato. En el contexto de la pandemia, los desequilibrios geopolíticos y del mercado externo, el poder impulsó aún más el concepto ideológico anterior y amplió aún más la narrativa correspondiente con una reducción aún mayor de los derechos y libertades privados.

El recrudecimiento de la represión se ha convertido en la norma y ya ni siquiera requiere comentario o justificación ante el público, basta una aseveración y una declaración de una frase. El nivel de concentración y volumen de propaganda está en niveles totalitarios. La posibilidad de iniciativa ciudadana y de autoorganización se ha reducido a cero. 

La actividad y la iniciativa empresarial están completamente limitadas al nivel del servicio doméstico y el trabajo duro, la burocracia y las élites empresariales afiliadas controlan abiertamente los recursos presupuestarios y se dedican a la actividad empresarial de renta. Un hecho importante en la legitimación del nuevo contrato fue el culto virtual a la personalidad de dominio y la eliminación total de la posibilidad de alternancia electoral.

En primer lugar, esta eliminación se ha producido a través de la devaluación definitiva y real de la institución de las elecciones libres que ofrecen la posibilidad de representación legal de opiniones y propuestas políticas alternativas y, en segundo lugar, a través de cambios en la constitución y la eliminación de límites de mandato para el gobernante supremo. Todo esto hizo que Rusia pasara considerablemente de una autocracia suave a una autocracia represiva al borde de la dictadura, y más precisamente al modelo original de estado como el bandido sedentario en los modelos de Mancur Olson.

A juzgar por las estadísticas sociales y las métricas indirectas, la sociedad rusa ha aceptado el nuevo contrato social. Sin embargo, con el cambio de generaciones y un número creciente de decisiones irracionales e incompetentes de las autoridades, la elasticidad de la sociedad está disminuyendo: los costos de las autoridades para la sociedad comienzan a acercarse a sus valores marginales, a juzgar por un número cada vez mayor de ciudadanos. simpatizante de cualquier tipo de oposición.

En particular, esta creciente apertura a la oposición indica que la calificación del "partido" gobernante de raíz está cayendo drásticamente en toda la sociedad. Esto es menos cierto en el caso del dominio, lo que sugiere que la calificación sigue descendiendo, pero que las condiciones y los beneficios para la sociedad de dicho contrato social son cada vez menos evidentes. Esto podría significar un aumento del fermento social y un aumento simultáneo de la presión represiva del Estado, así como intentos de renovar la legitimación y el "amor al pueblo". Esto es una ilustración de la inevitabilidad de las decisiones irracionales del poder y, de hecho, muestra la disminución vuelve a su utilidad.

De hecho, los únicos pero muy fuertes impulsores de la estabilidad del régimen en la situación actual y en algún futuro son dos factores: el factor de personalidad de dominio y el factor de estabilidad macroeconómica. El factor persona de dominio es la confianza de la abrumadora mayoría de los ciudadanos y la burocracia en el jefe de Estado, basada en simpatías personales, distorsiones cognitivas bajo la influencia de la propaganda, un bajo nivel de conciencia crítica individual y un interés directo de las élites en mantener el equilibrio y el statu quo.

El factor de estabilidad macroeconómica es mantener un presupuesto equilibrado y controlar las expectativas inflacionarias a un nivel bajo, por un lado, y preservar el sistema capitalista como base de las relaciones económicas y la posibilidad de preservar la dinámica de consumo, por el otro. Si estos factores se mantienen estables, el régimen actual puede mantener un estado de equilibrio y prolongar significativamente su existencia. 

Sin embargo, en realidad ambos impulsores comienzan a cambiar la situación del estado de equilibrio. En primer lugar, el número de decisiones irracionales de las autoridades, en particular, el fortalecimiento de represiones y restricciones de derechos y libertades, decisiones bajo la influencia de conflictos intergrupales dentro de las élites, decisiones en ausencia de fuentes de señales directas y reales sobre las preferencias públicas, es cada vez más grande.

Por otro lado, forzó (en ausencia de un crecimiento económico y actividad empresarial significativos) un endurecimiento de la política fiscal y monetaria en forma de aumento de la edad de jubilación, aumento de las tasas impositivas e introducción de nuevos impuestos, aumento de las tasas para controlar la inflación y el inevitable la disminución de los ingresos personales y del poder adquisitivo también contribuyen al crecimiento del descontento social. Al mismo tiempo, la mayoría de los pasos mencionados están obligados a ser expresados por el jefe de estado directamente en su discurso a los ciudadanos. Puede dar lugar a una sensación de incumplimiento del contrato incluso entre la parte más leal de la sociedad, lo que significa que la confianza en el dominio se ve obviamente socavada y reduce la estabilidad del régimen en su conjunto.

En cuanto al factor de estabilidad macroeconómica, los riesgos de desequilibrio son algo menores, ya que las reservas acumuladas, el bajo endeudamiento y el posible crecimiento coyuntural de los activos commodities de vez en cuando, así como la preservación del marco capitalista de la economía pueden ayudar a mantener la estabilidad económica. También puede respaldar una sensación de estabilidad material en la población, incluso si no hay crecimiento, incluso si los niveles de bienestar son bajos.

Sin embargo, dada la total dependencia del presupuesto ruso, es decir, el recurso de la renta, de los precios de las materias primas, así como la completa degradación del clima empresarial y la falta de incentivos empresariales, los riesgos de desequilibrio han aumentado significativamente. La ecologización y la digitalización total de la economía mundial contribuyen en gran medida a esto: la innovación y la tecnología, por un lado, y la creciente importancia de la energía alternativa, por el otro, desplazan fatalmente a Rusia, a largo plazo, de sus posiciones competitivas anteriores, y privar así al régimen del recurso de esa misma estabilidad macroeconómica.

Esperamos una continuación del ajuste monetario y fiscal y nuevas iniciativas de las autoridades para el crecimiento y la confianza en el dominio. Parece que la tendencia principal de este tipo de iniciativas queda clara y el discurso es el mismo: fomentar el patriotismo y el "amor a la patria", cultivar las próximas "amenazas a la seguridad nacional" del colectivo depredador de Occidente y específicamente de los Estados enemigos", y, por supuesto, demostrando la indispensabilidad de la persona de dominio en todos los contextos posibles. Anexo al mismo contrato social de tal o cual fecha de tal o cual mes de tal o cual año… Usted mismo puede poner las cifras exactas.

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Between Western sanctions and its own statist economic intervention, the Russian economy is headed...

Degradación y nacionalización: las formas inevitables de la política económica autocrática rusa

Como bien ha dicho el politólogo ruso Gleb Pavlovsky, no se deben considerar las más de cinco mil sanciones impuestas contra la Federación Rusa a partir de este escrito como sanciones en el sentido diplomático y económico normal. Son un "segundo frente" condicional, un golpe destinado a desmantelar la economía rusa, la estructura social rusa y el marco institucional en respuesta a las acciones correspondientes de las autoridades rusas, con la posición claramente declarada de Occidente de no reflejar tales acciones.

En pocas palabras, es una forma de llevar los costos de la actual política rusa a tal nivel que cualquier beneficio para las personas que toman decisiones políticas trazadas en su imaginación se volvería absolutamente insignificante y efímero en comparación con el enorme y real costos en todas las áreas y de todos los tipos posibles. Y es también una señal para todos los estratos sociales de que el Estado y sus políticas no son sólo dominio autoritario, la élite afiliada y sus decisiones, sino todos los estratos y categorías de la población que conforman el país y su compromiso cívico. 

Este desmantelamiento, además de los evidentes y directos aislamientos comerciales, culturales, logísticos y otros, puede tener consecuencias que no están en la superficie. Sobre todo, por supuesto, están asociados con la metamorfosis social y económica. En particular, por ejemplo, una dictadura autoritaria (¡no una autocracia informacional!) y una economía de mercado en crecimiento son mutuamente excluyentes por definición. Este es un axioma institucional y económico, y si alguien está interesado en saber más sobre él, puede consultar los trabajos clásicos de Ludwig von Mises o James M. Buchanan; Los orígenes económicos de la dictadura y la democracia de Daron Acemoglu y James A. Robinson, sobre economía institucional cuantitativa; y la brillante y completa obra de Robert Barro “Economic Growth”.

https://www.nber.org/system/files/working_papers/w5698/w5698.pdf

Además, en este sentido, veo contradicciones inevitables entre esas declaraciones y los decretos ya promulgados con urgencia por el gobierno ruso para liberalizar y estimular las condiciones para las pequeñas y medianas empresas y la inevitabilidad de nacionalizar una gran parte de toda la economía. Sí, las medidas para liberalizar las condiciones y hacer retroceder el dosel estatal podrían haber sido un paso efectivo para evitar que la economía y la situación social cayesen al abismo; yo mismo he escrito sobre esto en varios artículos recientes.

Esto es lo que hizo la Unión Soviética, en particular Nikolai Ryzhkov, quien fue responsable de la economía en el gobierno soviético en 1987. Emitió un decreto e instruyó a todos los organismos encargados de hacer cumplir la ley para que no interfirieran con las cooperativas, empresas conjuntas y otras formas de negocios en el tiempo. Sin embargo, el intento actual de estimular a las pequeñas y medianas empresas está relacionado, en primer lugar, con una liberación simultánea de las manos de las autoridades locales y los funcionarios sobre el terreno a través de otros decretos, dándoles más margen de maniobra. Y esto escala inevitable e inmediatamente la corrupción a proporciones sin precedentes en un entorno verticalmente corrupto.

Esto solo se puede evitar con una dura represión e intimidación, como era costumbre en el estado estalinista, pero las élites no pueden hacer eso, porque necesitan la lealtad del aparato ejecutivo. En segundo lugar, todas estas medidas de apoyo se emiten en un estado de virtualmente estancamiento de la economía y en un nuevo paradigma político que recuerda mucho a una dictadura autoritaria.

Como ya he dicho, cuanto más se acerca el sistema político a la dictadura y al totalitarismo como fase negativa final del sistema sociopolítico, menos atención se presta a la eficacia de las políticas económicas y sociales y sus consecuencias para las autoridades. Hay, sin embargo, una cierta lógica en las acciones: la llamada rut, cuando, independientemente de los deseos de quienes toman las decisiones, solo se obliga a tomar aquellas decisiones que ya no están determinadas por los deseos. El poder no puede hacer esto ni siquiera deliberadamente, colocándose en una posición donde simplemente no hay alternativas ni posibilidad de pensar en ellas, donde la lógica y la cascada de eventos lleva las decisiones tomadas en una cierta dirección.

Por ejemplo, este es el caso de la nacionalización. Mi colega Konstantin Sonin, un brillante economista político y profesor de la Universidad de Chicago, hizo una declaración muy sensata sobre este tema. En general, su mensaje fue el siguiente: para evitar despidos masivos en el cierre de empresas, no se debe permitir que estas empresas cierren. ¿Y cómo se puede hacer esto contra la voluntad del propietario?

En general, está claro que es fácil cerrar una empresa que quiere dejar de operar, pero ¿cómo hacer que una empresa que quiere cerrar opere sin nacionalizarla? Y esto se aplica no solo a los fabricantes occidentales que cierran la producción aquí, sino también a las empresas rusas, donde ya ha habido una serie de despidos masivos y paradas en la producción.

La nacionalización puede entenderse como cualquier forma de toma de posesión en el balance del estado o de las corporaciones estatales y mayor subsidio, principalmente de salarios para mantener el empleo. Estoy omitiendo deliberadamente aquí la cuestión de la eficiencia empresarial, el período de espera para la posible, pero no obvia, sustitución de componentes, etc., etc., y además, el nivel de incertidumbre y variabilidad del entorno es tan alto y medido en horas que es imposible razonar en el marco de la lógica económica normal, como también mencioné más de una vez.

Otra base para la nacionalización en cualquier forma es la necesidad de limitar los superpoderes de los beneficiarios de la situación actual, como productores o distribuidores de alimentos y artículos de primera necesidad. Son ellos quienes tienen la oportunidad de trasladar al consumidor la inflación que ya ha ocurrido y que sin duda va en aumento sin caídas significativas en la producción y las ventas, aunque sí con su estructura cambiada. Sin embargo, si se regulan los precios, esto amenaza con provocar escasez, ya que tanto los productores como los vendedores subestimarán estos volúmenes.

En tiempos de crisis aguda, la inflación de alimentos galopa en relación con todas las demás categorías de bienes de todos modos. Neutralizar este proceso es muy difícil, casi imposible, por ejemplo, al final de su existencia, la URSS no pudo hacer frente a esto. En consecuencia, para contener los precios y controlar de alguna manera el déficit, el Estado se verá obligado a realizar nacionalizaciones o cuasinacionalizaciones en cualquiera de sus formas derivadas. En qué forma no es tan importante ahora. Venezuela hizo esto bajo Chávez. Sabemos cómo terminó.

La nacionalización siempre es mala, en cualquier posición, en cualquier momento, en cualquier forma. Incluso restricciones a la venta de activos a no residentes, incluso restricciones al pago de dividendos y cupones a los mismos. Incluso el decreto presidencial sobre la colocación de recursos SWF en acciones y bonos de empresas nacionales, aparentemente pretendía estabilizar el mercado de valores.

Se debe entender que cualquier forma de nacionalización es encapsulación de los flujos de inversión, aislamiento de la economía y transferencia al estado de plenos derechos y oportunidades para redistribuir beneficios y tomar decisiones corporativas que no están motivadas por la eficiencia de los negocios sino por la intereses de la burocracia. En la redistribución vertical, la libre fijación de precios y el modelo AD-AS no funcionan, y las relaciones de mercado se distorsionan críticamente en el mejor de los casos, y en el peor se eliminan.

De hecho, el estado se queda con solo dos opciones: o financiar a los agentes corporativos en el balance general imprimiendo dinero más barato, lo que agregará combustible al fuego inflacionario, o cerrar algunas empresas e ir al desempleo masivo. Esta opción conducirá inevitablemente al descontento social y, en consecuencia, al fortalecimiento de los mecanismos represivos. La corrosión socio-institucional y las consecuencias de la concentración de la economía en manos de una dictadura autoritaria es un tema aparte para la discusión.

Por lo tanto, toda la charla agradable sobre la necesidad de liberalizar el entorno empresarial, sobre "dar rienda suelta al espíritu empresarial", sobre cómo "las empresas encontrarán oportunidades y reemplazarán rápidamente todo", y así sucesivamente, parece cada vez más sin sentido y tal los escenarios parecen poco realistas. Esto habría funcionado si los canales de producción comercial y logística sustitutivos ya se hubieran establecido o al menos preparado. Hubiera funcionado si el sistema financiero no estuviera en un estado de aislamiento total o hubiera sido reorientado y preparado con anticipación. Finalmente, habría funcionado si la posición geopolítica del país no estuviera en el estado en que está ahora.

Sin embargo, nada de esto es así, y la metamorfosis política hace que el estado de la economía y sus agentes no solo se tambaleé e inestable, sino que se derrumbe. Y la nacionalización es el camino: lo tomarás, te guste o no, pero este es el camino que tomarás, y aquí es donde te lleva.

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Max Scheler afirmaba que la mejor demostración de la cultura rusa del resentimiento son los héroes

El país del resentimiento

Max Scheler afirmaba que la mejor demostración de la cultura rusa del resentimiento son los héroes "humillados y ofendidos" de Gogol, Dostoievski y Tolstoi. Hoy los rusos creen que han hecho su parte desde que terminó la Guerra Fría, mientras que "los otros" se han aprovechado de ello. Esta rabia ha estallado en Ucrania, mostrando al mundo entero lo poco que se ha comprendido a un pueblo no solo orgulloso de sus tradiciones sino capaz de desenmascarar las hipocresías y debilidades de los demás.

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Han provocado un gran revuelo las recientes declaraciones del ex presidente ruso Dmitry Medvedev, quien confesó que odiaba a los occidentales porque son "bastardos y degenerados, que quieren la destrucción de Rusia... mientras yo viva, haré todo lo posible para hacerlos desaparecer". En realidad hace tiempo que en Rusia no se le da demasiada importancia a lo que dice Medvedev, quien lucha desde hace años con una fuerte adicción al alcohol, e incluso su frase sobre los "jinetes del Apocalipsis que se acercan" se reinterpreta como la aparición de los "jinetes del Alkoholiss".

Eso no evita, sin embargo el desconcierto por la transformación de una de las figuras políticas más moderadas del ventenio putiniano, que pone de manifiesto un profundo rencor hacia un Occidente indefinido. Por otra parte, Medvedev había sido objeto de burlas por las investigaciones de Naval'nyj, quien había revelado su pasión por el lujo desenfrenado muy al estilo "occidental". La denuncia contra él dio lugar a la campaña "Sneakers", debido a su costumbre de hacer jogging todos los días con un  par nuevo de zapatillas caras, que compraba compulsivamente por Amazon a razón de unos veinte por mes. Los jóvenes rusos salieron a las calles coreando el eslógan "Él no es nuestro Dimon", diminutivo infantil que corresponde al "Vovan" atribuido al presidente Putin, su protector desde la época universitaria.

En los mismos días del alboroto de Medvedev, causó gran asompro la repentina decisión del patriarca de Moscú, Kirill, que sustituyó a su principal colaborador, el metropolita Hilarión, exiliándolo a la sede extranjera de Budapest y puso en su lugar a otro de sus fidelísimos, el joven metropolita Antonij. Estos movimientos bastante abruptos de Kirill respecto de otros miembros de la jerarquía tampoco sorprenden mucho a los rusos, ya que siempre han sido propios de su carácter impulsivo y su gestión autoritaria de la maquinaria eclesiástica. En este caso, sin embargo, vuelve a resonar el resentimiento hacia Occidente, que Hilarión trataba de suavizar con sus continuas iniciativas de diálogo y encuentros con altos representantes de las confesiones cristianas occidentales. Como su última visita, precisamente, al cardenal húngaro Peter Erdo, quien aparece con frecuencia entre los nombres de los papables en un futuro cónclave.

Hilarión había evitado a toda costa la polémica sobre el apoyo patriarcal a la guerra de Putin. Esta ha caracterizado en cambio el magisterio de Kirill en los últimos tres meses, con la insistente acusación de intromisión de los occidentales en la vida de los fieles ortodoxos en Ucrania y en la propia Rusia tratando de imponer una visión degenerada de la moral e incluso del cristianismo, que se sintetiza en el apoyo a las "marchas gay". En este contexto la expulsión de Hilarión parece ser una demostración más de la capacidad de los "verdaderos rusos" para defenderse de las invasiones de los enemigos de la fe.

Sin embargo el mismo Kirill, al igual que el ex presidente "apocalíptico", tiene un pasado de gran familiaridad con el mundo ecuménico fuera de Rusia, en particular con la Iglesia católica, hasta el punto de que él mismo ha sido quien se lo inculcó a su fiel servidor Hilarión, ahora sustituido por un prelado aún más fiel, Antonij. Y él también había instalado a Antonij, a los treinta años, como obispo ortodoxo en Roma y luego en París, elevándolo a la dignidad de metropolitano ruso para toda la Europa Occidental. El desconcierto es tal que algunos comentaristas creen que el traslado de Hilarión a un territorio de la Unión Europea, aunque sea tan pro-Putin como la Hungría de Viktor Orban, es en realidad una jugada astuta para contar con un mediador ruso autorizado entre Rusia y Occidente, porque nunca se sabe cómo acabará todo.

Más allá de las hipótesis e interpretaciones, la pregunta sigue siendo: ¿a qué se debe esta hostilidad tan arraigada de los rusos, por lo menos de los que hoy están en el poder, hacia un mitológico Occidente que ellos mismos han codiciado y elogiado durante tantos años? No se trata de una verdadera "diversidad oriental" o asiática de Rusia, incluso en el contexto de un renacimiento de la ideología euroasiática que describe a los rusos como descendientes de los escitas, el terror del mundo civilizado desde la época del Imperio Romano. Rusia no es China ni la India, ni siquiera Turquía, con sus civilizaciones y religiones milenarias que realmente las convierten en otro mundo respecto de Europa o América y que se afirman sin necesidad de gritar odio y resentimiento. Entre el Occidente "anglosajón" y la China "neoconfuciana" de Xi Jinping existe una competencia económica y geopolítica muy fuerte, que podría degenerar en un conflicto militar si Beijing decide reconquistar Taiwán, y los rusos ya  están preparando sus armas para esa eventualidad, soñando con combatir a Occidente desde occidente. Pero Beijing actúa con más altura y reivindica también una superioridad moral y cultural sin necesidad de rebajarse a las histerias del odio ruso.

Muchos intelectuales han hablado de Rusia como el “país del resentimiento”, como el filósofo Mikhail Yampolskij, el politólogo Sergej Medvedev, el filólogo Mikhail Edelštein o el historiador Ivan Kurilla, todos ellos recordados por la excelente columna internacional Signal del sitio de información Meduza, fuertemente censurado dentro de Rusia. Según estos comentarios, Rusia es hoy presa de un profundo sentimiento de ofensa, que es precisamente el significado del ressentiment francés. Søren Kierkegaard lo definía como “el rencor de los mediocres contra aquellos que se atreven a elevarse por encima de las masas”, como el propio filósofo danés; para Friedrich Nietzsche era "el odio de los siervos hacia los amos", en su opinión inspirado por el mismo cristianismo. En todo caso, es un sentimiento de envidia y hostilidad contra el que está en posesión de algo que tú nunca podrás tener.

Otro filósofo alemán, Max Scheler, escribió en 1913 un texto sobre el resentimiento como emoción política, en el que consideraba que la desigualdad social genera inevitablemente la ira de las “clases inferiores” hacia las más elevadas. Cada tanto, este sentimiento debe ser satisfecho, afirma Scheler, por lo menos a nivel de discusiones políticas o campañas en la opinión pública, a fin de que los que están "arriba" concedan algo, aumentando los salarios de los trabajadores o evitando lucir siempre sus collares de diamantes. Si las grandes masas "de abajo" pierden la esperanza de poder conseguir algo, la envidia se convertirá en resentimiento y se corre el riesgo de que destruya todo. Para Scheler, la mejor demostración de la cultura rusa del resentimiento son los héroes "humillados y ofendidos" de Gogol, Dostoievski y Tolstoi.

Hoy el resentimiento realmente parece ser la característica principal de la Rusia de Putin y de Kirill. Uno de los argumentos más utilizados por el presidente ruso para justificar la "operación necesaria" en Ucrania es la ofensa por la expansión de la OTAN hacia el este: les habían prometido que nunca lo harían, y en cambio era un engaño, por lo tanto, una falta de respeto. Desde el famoso "discurso de Munich" de 2007, Putin ha acusado reiteradamente a Occidente de querer "enseñar democracia a los rusos", acusación que en los últimos tiempos ha evolucionado hacia la de "querer imponernos valores que son ajenos a nosotros".

Desde el punto de vista de Putin y sus jerarcas, el "primer mundo" no ha querido reconocer a Rusia como parte de sí mismo. Ningún presidente estadounidense soñaría con hablar sobre la importancia de la democracia, por ejemplo, a su par francés o alemán. "Ellos" se sienten "de los nuestros", mientras que "nosotros" somos extraños para ellos -según la percepción de los rusos- y seguimos siéndolo incluso después del final de la URSS. A eso se debe la definición hostil de "Occidente colectivo", o aún más despectiva de "los anglosaksy", que "han decidido abandonarnos". Es un sentimiento que une a representantes de la élite rusa y a vastos grupos sociales, incluyendo los miembros oficiales de la Ortodoxia, hostiles al ecumenismo que deja al margen a la Iglesia rusa y pone por encima al primado de Constantinopla, apoyado también por Occidente y con el cual Moscú ha cortado ya todos los lazos.

Los rusos creen que han cumplido su parte desde que terminó la Guerra Fría, mientras que "los otros" se han aprovechado de ello. Se recuerda el eslógan que se difundió en Rusia en los años 90, cuando todas las reformas se proponían para "vivir como viven en todos los estados civilizados" e incluso las renovaciones en las casas privadas se denominaban evroremont. En ese momento significaba bienestar material, consumismo capitalista, pero aún después de que Rusia había alcanzado el nivel "de los civilizados" seguía sintiéndose ofendida y humillada. Durante veinte años los presidentes rusos han participado en los encuentros del G8 sintiéndose huéspedes mal tolerados y de todos modos poco tenidos en cuenta.

Esta ira ha estallado en Ucrania, el lugar ideal para demostrar la capacidad de Rusia de responder a las ofensas, mostrando al mundo entero lo poco que se ha comprendido a un pueblo no solo orgulloso de sus tradiciones sino capaz de desenmascarar las hipocresías y debilidades de los demás. Por eso la "desnazificación" va de la mano con la denuncia de la "propaganda gay", título elegido para definir la inmoralidad de los enemigos. No es odio contra los ucranianos o contra los ortodoxos autocéfalos, ni siquiera contra los homosexuales: es el odio de Rusia contra el mundo entero. Ha llegado la hora de la gran revancha.

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Para los ortodoxos, sin embargo, el zar ruso era el Anticristo

Putin el Terrible se compara con Pedro el Grande

Para los ortodoxos, sin embargo, el zar ruso era el Anticristo "occidentalista". El presidente ruso habla sobre el resultado de la guerra contra Ucrania y asegura que “en 10 años viviremos mucho mejor”. El pueblo espera con resignada sumisión.

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Moscú (AsiaNews) - Sigue suscitando comentarios y debates el discurso del presidente ruso Vladimir Putin, que el 9 de junio se comparó con el zar Pedro el Grande, durante un encuentro con jóvenes estudiosos y empresarios en la feria VDNK de Moscú. El líder prometió que "en 10 años, Rusia vivirá mucho mejor". Causa desconcierto la referencia a la figura del emperador "occidentalizado", que suele recordarse en tono negativo. Y también el optimismo sobre la prosperidad futura, cuando se empiezan a notar los efectos de las sanciones occidentales en la piel de los ciudadanos.

Con el tiempo, Putin se ha comparado a sí mismo -o lo han hecho por él numerosos impulsores e ideólogos- con el primer príncipe Vladimir "el bautizador". O con Aleksandr Nevsky, que salvó a la Rus de los alemanes y llegó a un acuerdo con los mongoles. No faltaron las comparaciones con Iván el Terrible, que derrotó a los tártaros. Tampoco con los zares más autoritarios del siglo XIX, como Nicolás I y Alejandro III, y finalmente con Stalin, que venció al nazismo. Los ortodoxos y los nacionalistas más intransigentes consideran a Pedro El Grande como el Anticristo, porque quiso "abrir una ventana a Europa" -la misma que hoy Putin vuelve a cerrar- y por haber introducido los vicios capitales del tabaco y el vodka, importados por el inmoral Occidente, que sólo quiere la ruina del santo pueblo ruso.

En realidad, no son triviales las razones para apropiarse del legado del último zar de sangre rusa (los sucesores eran descendientes de un mestizaje con cortes imperiales europeas). Pedro permaneció en el trono durante 44 años, de 1682 a 1726, un periodo que sólo fue superado por los 54 años de reinado de Iván. Y Putin, con su "promesa de 10 años" ha dejado claro que tiene toda la intención de llegar al 2032, el año designado para el final de su último mandato constitucional, superando también tres décadas de reinado.

Además, Pedro tuvo que luchar durante la mayor parte de su mandato, primero con oponentes internos y luego con suecos, polacos, turcos y cualquier tipo de adversario que pudiera incluso empañar la grandeza imperial de San Petersburgo, la ciudad natal de Putin.

El presidente ruso se alegró de estar con los jóvenes en el lugar de las grandes exposiciones de la época soviética, la VDNK, que significa "Feria de las Conquistas de la Economía Popular" y que en los años de la "occidentalización de Yeltsin" "fue convertida en un basural" por las invasiones consumistas del exterior. Fueron precisamente las sanciones las que liberaron a la mayor parte de los espacios expositivos y comerciales de las empresas extranjeras que dejaron el país. Hoy, la VDNK representa el nuevo ideal ruso de "pureza económica y moral".

El buen humor de Putin deja entrever que empieza a sentirse satisfecho con el resultado de la "operación militar especial": las fronteras del Donbass están casi completamente aseguradas. Se acerca la tan esperada proclamación de la victoria, que traería un suspiro de alivio a los rusos invasores y a sus muchos partidarios en todo el mundo. Putin expuso su teoría del mando de la siguiente manera: "Para poder pretender cualquier liderazgo, incluso no global, pero al menos en algo, cada país, cada pueblo, cada etnia debe garantizar su soberanía, porque aquí no hay medias tintas: o eres soberano, o eres una colonia".

Putin evitó dar nombres "para no ofender a nadie", pero insistió en la necesidad de liberarse de las opresiones coloniales "en esta feroz lucha geopolítica actual". Una lucha, dijo, que en última instancia viene del pasado, cuando "nos vimos obligados a retroceder, pero luego recuperamos nuestras fuerzas, nos concentramos y avanzamos". Gracias a la comparación con Pedro, que sí supo aprender de los errores y las humillaciones, la Rusia de Putin ha "recuperado su fuerza" en las dos últimas décadas para imponerse de nuevo a los "colonizadores".

Tras elogiar a los científicos e industriales rusos, que "nos han proporcionado armas hipersónicas", Putin dijo que ahora Rusia se levantará de todas las debilidades del pasado y podrá por fin vivir de su propia prosperidad, rechazando toda intromisión. El pueblo ruso espera con resignada sumisión, con la esperanza de que al menos no se pierda todo, porque según Putin "el mundo entero nos culpa de los problemas, pero nosotros no tenemos nada que ver".

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El parlamento ruso adopta normas estrictas sobre la libertad de expresión: con ellas se busca...

Moscú vuelve a la época soviética

El parlamento ruso adopta normas estrictas sobre la libertad de expresión: con ellas se busca golpear a los "agentes extranjeros". Sería una vuelta a los tiempos de Stalin y Brézhnev. En la Unión Soviética de Gorbachov había más libertad que en la Rusia actual.

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Moscú (AsiaNews) - La Duma de Estado aprobó un nuevo proyecto de ley que retrotrae la libertad de expresión al concepto de "libertad de manifestación" de la época soviética. Un grupo de diputados y senadores, Andrej Klimov, Vasilij Piskarev, Andrei Lugovoj, Maria Butina, Rosa Čemeris y Andrej Alševskikh, considerados "la crème del Parlamento", ha propuesto "perfeccionar la regulación del estatus de agente extranjero".

El proyecto prevé prohibir a los "inoagenty" realizar cualquier tipo de actividad educativa o formativa, publicar contenidos dirigidos al público infantil, trabajar en instituciones educativas estatales y regionales, y otra serie de prohibiciones. Y sobre todo, para evitar cualquier forma de contaminación, la prohibición absoluta de cualquier forma de manifestación pública.

Las personas que figuran en la "lista negra" -en la que ahora van a parar todos los que critican al gobierno, al ejército y la política estatal- tendrán prohibido organizar reuniones públicas, manifestaciones callejeras, marchas y concentraciones en estaciones y paradas de autobús, aeropuertos, edificios y territorios relacionados con instituciones educativas, sanitarias y de asistencia social, lugares de culto y cualquier organización religiosa. Y como guinda del pastel, estará prohibido reunirse en los edificios de los organismos de la administración pública y en los territorios colindantes: básicamente en todas partes.

Por tanto, se impedirá a los ciudadanos manifestar cualquier forma de disidencia frente a los palacios del poder, el parlamento y el gobierno. En definitiva, en todos aquellos lugares, donde se toman las decisiones que a menudo provocan el descontento de la población. Exactamente donde ésta querría manifestar su desacuerdo, que ahora solo podrá expresarse en lo más profundo del bosque. Y pensar que el Tribunal Constitucional ruso había dictaminado en 2019 que "no se pueden levantar barreras infranqueables para satisfacer el derecho de los ciudadanos a la libertad de asamblea pacífica en los organismos de la administración pública", en una sentencia relativa a la república de Komi, en el norte de la Rusia europea.

El mismo Tribunal también se pronunció en 2020, recordando que incomodar a los ciudadanos que no desean participar en estas manifestaciones "no puede constituir una objeción para negar el derecho a acciones pacíficas de expresión de la voluntad". Según la Consulta, los órganos de poder "están obligados a adoptar todas las medidas que se les encomienden para garantizar la posibilidad de organizar manifestaciones en los lugares acordados, sin tratar de encontrar en cada ocasión causas que justifiquen la imposibilidad de realizar el derecho a organizar reuniones públicas en los formatos previstos por la ley".

Todo esto trae a la memoria el procedimiento soviético para la organización de manifestaciones públicas. La Constitución estalinista de 1936, y la Constitución de Brézhnev de 1977, proclamaban la "libertad de organizar marchas callejeras y otras manifestaciones". La carta estalinista explicaba que esta libertad debía "corresponder a los intereses de los trabajadores y a los objetivos de fortalecimiento del sistema socialista", y para ello se garantizaba a las asociaciones de trabajadores "edificios y espacios sociales". En los años setenta aparecieron condiciones similares, limitadas a los "intereses del pueblo".

Los disidentes soviéticos solían reunirse -sin permiso- junto a las estatuas de los poetas, de Pushkin y Mayakovski, para leer nuevos poemas del pensamiento libre pero acababan en los campos de concentración y asilos psiquiátricos de la época de Brézhnev.

El régimen permitió la libertad de asambleas por primera vez durante la Perestroika de Gorbachov. En 1987, el líder soviético promovió la transparencia de la glasnost, que fue afirmada por una resolución del gobierno local de Leningrado, adoptada posteriormente también en Riga y Moscú. Un año más tarde, el presidium del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética aprobó una norma "sobre la libertad de asambleas, de manifestación, de marchas callejeras y de manifestaciones" en toda la URSS, a la que sería bueno volver 34 años después.

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¿De dónde viene el firme apoyo del Patriarcado de Moscú a la agresión de Ucrania, antes que el sentimiento...

La Iglesia Imperial de todas las Rusias

¿De dónde viene el firme apoyo del Patriarcado de Moscú a la agresión de Ucrania, antes que el sentimiento pacifista? Las ambigüedades -de fondo- ya se encuentran en la "Doctrina Social de la Iglesia Rusa" aprobada en el año 2000. Kirill querría acompañar la victoria militar con la reunión de todas las Rusias, pero el resultado por ahora es la pérdida de muchas partes de la Iglesia que aspira a ser universal.

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En la opinión pública internacional, uno de los mayores motivos de escándalo de la guerra rusa en Ucrania es el firme apoyo de la Iglesia a la agresión. Ésta incluso la respalda por motivos religiosos e histórico-teológicos, al menos según se desprende de las homilías del Patriarca Kirill. Parecía obvio que una organización religiosa cristiana debía expresar más bien un sentimiento pacifista moderado, al considerar la guerra un instrumento inaceptable, o al menos inadecuado para alcanzar objetivos que de otro modo podrían compartirse.

Además, los mismísimos documentos oficiales de la Ortodoxia rusa son todo menos favorables a las acciones bélicas: en la "Doctrina Social de la Iglesia Rusa", texto aprobado durante el Sínodo Jubilar de 2000, se declara que "la Iglesia no puede colaborar con un Estado que inicie una guerra de agresión" (p.III.8), y está "obligada a ponerse del lado de la víctima de una agresión abierta" (p.II,4;XVI,1). Como mínimo, afirma el documento, la Iglesia está "obligada a analizar el conflicto en la cuestión de la justificación de la acción militar, o a definirla como agresión" (p. VIII.3).

Sin embargo, el Patriarcado de Moscú no sólo no ha condenado la "operación militar especial" de Putin, sino que ha bendecido repetidamente al ejército e incluso a la Rosgvardija, las "fuerzas especiales" encargadas de imponer la ocupación rusa en Ucrania. Por lo tanto, parece que ha prevalecido otra dimensión de la "doctrina social", la que exige "defender la Patria", como tantas veces ha repetido el propio Kirill, principal autor del texto del 2000. En él se afirma que "en muchas ocasiones, la Iglesia rusa ha bendecido al pueblo que participaba en las guerras de liberación" (p. II.2). Menciona batallas contra los tártaros, como la que bendijo en 1380 San Sergio de Radonež, la de 1612 contra los polacos inspirada por el Patriarca Germogen, la de 1812 contra "los invasores franceses", en la que el santo Metropolitano Filaret de Moscú predicó que "si procuras evitar la muerte para defender la fe y la libertad de la Patria, morirás como un criminal o un esclavo, si mueres por ella tendrás la vida y una corona en el cielo".

El texto continúa diciendo que "el patriotismo cristiano es al mismo tiempo amor a la comunión étnica y a la unidad de los ciudadanos del Estado; el cristiano ortodoxo está llamado a amar a su patria en sus dimensiones territoriales, y a sus hermanos de sangre que viven en todo el mundo" (p. II.3), y este amor patriótico es el verdadero cumplimiento del mandamiento evangélico de "amar al prójimo, que implica el amor a la familia, a los hermanos de sangre y a los conciudadanos".

Esta doble expresión de la "patria étnica y civil" revela con toda claridad la contradicción del conflicto con los ucranianos, en el cual los "lazos de sangre y de "fe" prevalecen sobre los límites administrativos y territoriales. El documento continúa afirmando que "el patriotismo del cristiano ortodoxo debe ser activo y se manifiesta en la defensa de la patria frente al adversario", así como en la conservación de las tradiciones y los valores morales. El resultado debe ser "una nación, civil o étnica, que sea total o predominantemente una sociedad ortodoxa monoconfesional, y que por lo tanto sea considerada como una comunidad unida en la fe, la del pueblo ortodoxo". Estos son los principios que han inspirado no tanto la guerra de estos meses, sino toda la política de Putin en los últimos veinte años. El primer mandato presidencial de Putin, después de todo, comenzó en el año 2000, y tomó las concepciones sociales ortodoxas como la "línea del partido" que había que seguir, según las costumbres arraigadas en el pasado soviético.

La doctrina social ortodoxa se redactó de forma ambigua: por un lado, reflejaba los contenidos similares de un siglo de documentos católicos, empezando por la Rerum Novarum de León XIII, escrita en 1891, cuando surgían los movimientos revolucionarios e ideológicos del siglo XX. Tanto es así, que el Patriarcado incluso buscó el asesoramiento de expertos católicos para redactar el documento. Por otra parte, luego surgió la necesidad de reaccionar ante la desaparición de la ideología oficial, que había dejado a la Rusia de los años 90 en la incertidumbre de un "liberalismo occidental" completamente ajeno a su naturaleza. La ambigüedad se mantuvo en varios niveles de la vida religiosa, política y social; la Rusia de Putin se convirtió en un país liberal-autoritario, en el que el centralismo del Estado debía transigir continuamente con los empujes centrífugos de los gobernadores locales, los oligarcas todopoderosos y las diversas instancias culturales y sociales del país. La Iglesia Ortodoxa se reformó, abandonando gradualmente la apertura ecuménica que la había caracterizado en la segunda mitad del siglo XX, y de la que el propio Kirill era uno de los principales exponentes. Para frenar la deriva fundamentalista del incontrolable mundo monástico, el patriarca se ha convertido cada vez más en el garante de la idea nacional, envolviendo a la Iglesia en un abrazo mortal. Y con un Estado cada vez más agresivo y vengativo, que desde la guerra de Georgia en 2008-2011 ha propuesto una interpretación "imperial" del patriotismo y la misión histórica de Rusia.

En los últimos días, la naturaleza imperial del Estado ha vuelto a cobrar actualidad de forma explícita en los discursos públicos, tanto de Putin como de sus principales partidarios y propagandistas, con motivo de las conmemoraciones dedicadas al 350º aniversario del nacimiento de Pedro el Grande. El fundador de la "capital del norte", donde nacieron tanto Putin como Kirill, se había autoproclamado en 1721, tras el final de la "guerra del norte" con los suecos, ya no como "zar de Moscú y de toda Rusia", sino como "Pedro I el Grande, emperador panruso, padre de la patria". Su actual sucesor en el Kremlin reivindica hoy su legado, explicando que Pedro no pretendía "conquistar otras tierras, sino defender su patria". Y la victoria que marcó definitivamente la defensa tuvo lugar precisamente en Ucrania, en Poltava en 1709, cuando fueron derrotadas las tropas de los suecos y sus aliados polacos, daneses, en definitiva, "occidentales".

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Para los ortodoxos, sin embargo, el zar ruso era el Anticristo

Es difícil determinar qué pretendía realmente Pedro con el adjetivo "imperial", que sustituía incluso al título de "zar". Sin embargo,  no se trataba de una simple manía de grandeza, del mismo modo que no se puede reducir la actual invasión de Ucrania a las obsesiones de un hombre encerrado en el búnker a la manera de Stalin, aunque éste fuera uno de los factores evidentes de esta crisis. Pedro era occidentalista, pero no en el sentido de querer armonizar la Rusia euroasiática con los salones parisinos; pretendía tomar de Europa todas las habilidades y logros del progreso, para rehacerlos a su manera en Rusia, en San Petersburgo como la nueva "ciudad de San Pedro", la nueva Roma de un mundo más poderoso y universal. Por eso, Putin ya no tiene la menor intención de ocultar su simpatía por el emperador del siglo XVIII, más allá de las humillaciones que infligió a la propia Iglesia Ortodoxa, privada de su patriarca y sometida al dominio de la burocracia estatal. La "defensa contra Occidente", degradado e inmoral, no implica la creación de un imperio oriental, asiático o exótico por lo demás: Rusia es el verdadero Occidente/Oriente, que se extiende a todas las latitudes y revela el auténtico destino de los territorios, los pueblos, las mercancías y las materias primas, y los deseos de los corazones.

Pedro sustituyó el término "de todas las Rusias" (vseja Rusi, literalmente "de todas las Rusias") por el de imperio "panruso", vserossijskij, que trasciende los límites de los distintos principados, estados y regiones históricamente vinculados al desarrollo de la propia Rusia. Es un concepto "metafísico", como recordó el Patriarca Kirill desde el inicio del conflicto. De hecho, el antiguo atributo se remonta a las divisiones de los príncipes de la Rus de Kiev, que, a fuerza de disputas, acabaron arrollados por el poder de los caballeros tártaro-mongoles. "Las Rusias" eran entonces Kiev y Moscú, Nóvgorod y Pskov, Smolensk y Rostov, Vladimir y Riazán y muchas otras; en el siglo XV se consumó la lucha entre dos ciudades centrales, Moscú y Tver, que pudo resolverse con la victoria de esta última, favorecida además en las comunicaciones y el comercio. Ahora el título de "todas las Rusias" sólo le corresponde al patriarca de Moscú, un cargo eclesiástico restaurado en la época soviética, tras dos siglos de "cautiverio sinodal" bajo los emperadores petersburgueses.

A Kirill le gustaría acompañar la victoria militar con la reunión de las Rusias: la Rusia Blanca de Minsk y la Rusia Menor de Kiev con la Gran Rusia moscovita. Pero lo cierto es que por ahora, el resultado es la pérdida de muchas partes de la Iglesia que aspira a volverse universal. Las 12.000 parroquias ucranianas dirigidas por el metropolitano Onufryj se están separando, arrebatando al Patriarcado el 40% de las iglesias y aún más en el porcentaje real de fieles, siendo los ucranianos mucho más devotos y practicantes que los rusos. Se están alejando muchas iglesias y fieles de la "Iglesia rusa en el extranjero", la llamada Zarubežnaja, una parte de la ortodoxia que se había escindido tras la revolución y que el propio Kirill había conseguido reunir con el patriarcado en 2004, con la ayuda decisiva del actual metropolita de Pskov, Tikhon (Ševkunov). Hace dos años, las 100 parroquias de Europa Occidental que habían permanecido bajo el patriarcado de Constantinopla también volvieron al redil ruso, aún cuando en un principio no querían formar parte de la Tsarubežnaja zarista. Ahora también se distancian, de nuevo, de Kirill. La Iglesia moscovita de Lituania, de antigua tradición rusa, pide a su vez la autonomía, y más de la mitad de sus 60 sacerdotes ya se han marchado. El metropolitano de Vilna, Innokentij, no quiere separarse, pero se arriesga a quedarse sin fieles. La lista podría seguir, recordando las numerosas presencias ortodoxas rusas en todo el mundo, y por ahora Kirill sólo puede consolarse con la reconquista de Crimea y de parte de las iglesias del Donbass. Y tal vez algunas parroquias en Kenia o Burundi, donde la "compañía Wagner" de mercenarios rusos, además de apoyar regímenes militares aquí y allá, no deja de propagar los iconos y el incienso de Moscú.

WWW.ASIANEWS.IT

Parece ser imparable la hemorragia de sacerdotes

El mundo ortodoxo ruso se parece más a un escurridor que a un imperio, y el patriarca, más que "toda Rusia", controla "unos cuantos jirones de Rusia" dispersos en distintos territorios dentro y fuera de la patria, sea esta civil o étnica. Ahora ya ni siquiera cuenta con el "delfín" Hilarión, el metropolitano que garantizaba al menos algunas conexiones en el Vaticano u otros elevados foros interreligiosos. Hilarión disfrutará del espectáculo de la desintegración del imperio desde el exilio, en la hermosa orilla danubiana de Budapest, antigua sede de un verdadero imperio multiconfesional.

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ASIATIMES.COM

Russia’s war against Ukraine is pressing into its fifth month – despite several rounds of failed peace talks...

Por qué la propaganda de Putin resuena tan profundamente en casa

El mensaje a favor de la guerra del líder ruso tiene sus raíces en la historia nacionalista, y esa es exactamente la razón por la que funciona tan bien.

La guerra de Rusia contra Ucrania está entrando en su quinto mes, a pesar de varias rondas de conversaciones de paz fallidas y de que los países occidentales emitieron severas sanciones económicas contra Rusia.

WWW.BBC.COM

Western nations have imposed severe sanctions on Russia over its invasion of Ukraine.

La guerra no está sucediendo solo en suelo ucraniano. La propaganda del presidente Vladímir Putin está impulsando la guerra de Ucrania a través de los medios rusos, mientras continúa intensificando las tensiones con Occidente.

Esta propaganda, ya sea que se transmita como puntos de conversación en programas de televisión o que aparezca como el ahora omnipresente símbolo "Z", funciona y seguirá funcionando porque es una táctica comprobada y verdadera reempaquetada de la complicada historia de Rusia.

El atractivo de la propaganda de Putin es su repetición. Se basa en tipos similares de desinformación utilizados durante las eras imperial y soviética de Rusia que reciclan antiguas narrativas del malvado Occidente.

La popularidad de Putin se está disparando, con el 83% de las personas informando en las últimas estimaciones de abril de 2022 que apoyan a su líder. La mayoría de los rusos también apoyan la guerra de Ucrania.

WWW.LEVADA.RU

In May, Russians' concern about Western sanctions against Russia decreased. The first shock of the...
WWW.WASHINGTONPOST.COM

A new survey finds that the public in Russia believes President Vladimir Putin’s rationale for the “military...

Como académicos de estudios críticos culturales e internacionales, creemos que la popularidad de Putin y el impacto generalizado de su propaganda no son accidentales. Putin les da a los rusos lo que les faltaba desde la caída de la Unión Soviética en 1991: una oleada de orgullo nacional.

WWW.USF.EDU

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Apela a la antigua grandeza

La mayoría de los rusos se han considerado durante mucho tiempo patriotas, dispuestos a dar la vida por un objetivo mayor: liberar a Europa del nazismo y la influencia tóxica de Occidente, y también unificar países divididos que alguna vez estuvieron unidos bajo la Rusia imperial desde 1721 hasta 1917.

WWW.FOREIGNAFFAIRS.COM

For the general reader, this book is the King James version of Russian history. Hosking has taken all of Russia's...

El Ejército Imperial Ruso se sacrificó por el objetivo más amplio de preservar la Madre Rusia durante muchas guerras de esta era.

VOEGELINVIEW.COM

Print - PDFThe Russian Empire, which lasted from 1721 to 1917, spanned an enormous territory of almost 14...

El ex emperador ruso Pedro el Grande se convirtió en un símbolo nacional de orgullo y poder en el siglo XVII y principios del XVIII cuando libró guerras contra Suecia y otros países para expandir el territorio de Rusia. Putin ha notado las similitudes que comparte con Pedro el Grande .

WWW.BRITANNICA.COM

The years 1682 to 1725 encompass the troubled but important regency of Sophia Alekseyevna (until 1689), the...
WWW.THEGUARDIAN.COM

President draws parallel with tsar who waged war on Sweden and says campaign in Ukraine stems from...

Los líderes políticos continuaron sirviendo como fuertes testaferros en Rusia en años posteriores.

Después de la Revolución Rusa en 1917, por ejemplo, el líder comunista ruso Vladímir Lenin se convirtió en el nuevo símbolo nacional de fuerza de Rusia. Las estatuas de su rostro y cuerpo aparecieron en cada plaza central de cada ciudad, pueblo y aldea de la Unión Soviética, y muchas permanecen intactas en la actualidad.

PUBLIC-HISTORY-WEEKLY.DEGRUYTER.COM

The understanding of Lenin and Marx depends on the context of an inherited social and political...
WWW.SOVIETTOURS.COM

Lenin Statues | Soviet Travel | Lenin Monuments | Soviet Tours

Iósif Stalin subió al poder después de la muerte de Lenin en 1924 y se hizo especialmente prominente como símbolo y líder nacional durante la Segunda Guerra Mundial. La guerra se convirtió en una experiencia de creación de identidad para los ciudadanos soviéticos. Unos 27 millones de personas en la Unión Soviética murieron durante la guerra, sacrificándose por Stalin y la Unión Soviética.

WORLDPOPULATIONREVIEW.COM

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Un hombre del Renacimiento

Décadas más tarde, tras la caída de la Unión Soviética, surgió otro líder político como nuevo símbolo nacional de unidad: Vladímir Putin.

Putin asumió el cargo en 2000 como un líder hipermasculino, decisivo e intrépido que se parecía y aspiraba a encarnar a gobernantes admirados anteriores, como Lenin y Stalin. Al igual que sus predecesores, Putin era un patriota intransigente con un control férreo históricamente familiar sobre la política.

Sin embargo, Putin también era alguien a quien los rusos podían considerar como “uno de nosotros”. Putin desempeña el papel de un padre estricto pero afectuoso con los ciudadanos rusos.

Como tomó medidas enérgicas contra los derechos LGBTQ+ y despenalizó la violencia doméstica, Putin también realizó sesiones telefónicas anuales para abordar las necesidades urgentes de los ciudadanos.

CEPA.ORG

The position of LGBT people in Russia was bad before the war started and has worsened since then.
WWW.OPENDEMOCRACY.NET

Who is preventing Russia’s domestic violence legislation from going ahead - and does it have any future?

Putin también pesca, monta a caballo y nada con delfines, todo lo cual crea una imagen de él como duro, pero cariñoso y cercano.

RIA.RU

Песков рассказал, что долгое время рыба не клевала, но егерь предложил президенту...
ABCNEWS.GO.COM

Russian Prime Minister Vladimir Putin rides a horse during his vacation outside the town of Kyzyl in...

Hoy, el culto a la popularidad de Putin también está ligado a la idea de reanimar el pasado de Rusia para restaurar la grandeza del país. Este deseo de reconstruir Rusia como una imagen de su pasado justifica la guerra de Putin contra Ucrania y las confrontaciones políticas y económicas en curso del país con Occidente.

CARNEGIEMOSCOW.ORG

Much like Europeans do not fully grasp the angst generated by prospects of Western-incited regime change in...

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De vuelta a la URSS

Putin ha recordado el glorioso pasado de Rusia desde los primeros días de su presidencia. En 2003, emitió una modificación del himno estatal de la Unión Soviética en el nuevo himno nacional de Rusia, con solo cambios menores en la letra y la misma melodía.

WWW.CLASSICFM.COM

The history of the Russian national anthem is as rich and complicated as the country’s.

En 2005, Putin calificó la disolución de la Unión Soviética como “el mayor desastre geopolítico del siglo”, y enfatizó que miles de rusos quedaron varados fuera de su país de origen.

La nostalgia de Putin por la Unión Soviética le ha servido para justificar diferentes conflictos, como la invasión de Georgia en 2008, por ejemplo.

WWW.NATCOM.ORG

During the Cold War, Soviet Russia employed self-glorifying rhetoric to create a master narrative that was...

Putin defendió la anexión forzosa de Crimea a Ucrania en 2014 como una reunificación con Rusia. Del mismo modo, Putin dice que la región de Donbas en el este de Ucrania siempre ha sido rusa.

TASS.COM

The President pointed out that the anniversary of Crimea’s reunification with Russia was, "without...

Según la visión del mundo del presidente, el proverbial oso ruso simplemente está recogiendo a sus cachorros extraviados.

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Mirando al Oeste

Otro elemento del atractivo de Putin para los rusos es cómo defiende a la nación contra las potencias occidentales.

Putin se jacta de ser inmune a las críticas de Occidente y condena a Occidente, en particular a Estados Unidos, por su apoyo a Ucrania y las sanciones económicas contra Rusia.

WWW.NYTIMES.COM

The Kremlin accused the United States of “igniting tensions,” even as Moscow continued to amass forces...
WWW.BBC.COM

The Russian president says the economic restrictions are "more harmful" to those who imposed them.

Los medios de comunicación rusos, estrictamente controlados, repiten regularmente las líneas oficiales del gobierno, informando falsamente que las sanciones contra Rusia están acabando con la economía global, por ejemplo.

WWW.VESTI.RU

В европейских странах подсчитывают, сколько осталось газа, а в США внезапно...

A cambio, la crítica occidental a Rusia funciona de manera contraproducente, unificando aún más a los rusos y fortaleciendo su patriotismo.

THECONVERSATION.COM

Those placing their faith in sanctions to turn Russians against the war in Ukraine know little about the...

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Diferentes realidades

Las narrativas en Rusia sobre todo, desde la guerra de Ucrania hasta el estado de la economía, crean una realidad muy diferente a la que se conoce fuera del país.

La fusión de nostalgia y propaganda controlada por el estado en Rusia asegura el apoyo de la gente a la guerra en curso.

WWW.SCMP.COM

The Russian establishment is increasingly using the letter Z to symbolise its war on Ukraine.
THEBARENTSOBSERVER.COM

Комитет молодежной политики Мурманской области выпустил видеоролик со словами...

El llamado a luchar contra la “Ucrania nazi” ha reemplazado a los gritos de guerra de hace décadas para derrotar a la “Alemania nazi”.

Inspirada por el recuerdo de la lucha de Rusia contra el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial, Rusia ahora lidera otra guerra sagrada: por un mundo contra el nazismo, como decía una pancarta en un evento de marzo de 2022 al que asistió Putin.

WWW.OSW.WAW.PL

The sacralised Soviet victory over Nazism is a central element of the politics of memory, as utilised by the...
FORTUNE.COM

The event included a performance of “Made in the U.S.S.R.,” with the opening lines “Ukraine and Crimea...

La letra "Z" es un nuevo símbolo de guerra en Rusia que surgió cuando la maquinaria militar de Rusia fue vista rodando por las calles de Ucrania a fines de febrero.

Desde entonces, Z ha crecido en popularidad, apareciendo en vehículos militares y civiles, edificios administrativos rusos y en paredes como graffiti. Algunos rusos incluso usan una "Z" en su ropa.

EDITION.CNN.COM

Russian President Vladimir Putin justified the invasion of Ukraine at a rally in Moscow on Friday, where his...

El gobierno ruso ha dicho que “Z” significa victoria, unificación y la nueva ola de patriotismo ruso. Este espíritu de patriotismo es fuerte a través de generaciones, incluso entre niños y adolescentes.

WWW.TUT-NEWS.RU

Латинские обозначения Z и V на танках и военной технике ВС РФ на Украине, несут смыслы Zа победу...
WWW.THEMOSCOWTIMES.COM

Gallery | Roughly 5,000 schoolchildren were given the title “All-Russian Pioneers” to mark the Soviet youth...
WWW.ATLANTICCOUNCIL.ORG

The wave of fanaticism unleashed by the invasion of Ukraine is creating a new generation of radicalized young...

Impulsada por la poderosa propaganda y el persuasivo paralelismo histórico, la guerra de propaganda de Rusia continúa y no se detendrá pronto.

DGAP.ORG

How is the concept of "Russkiy Mir" (Russian World) influencing the search for national identity in present-day...
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En la base de la gran idea de la paz subyacen valores indiscutibles como la dignidad absoluta del ser humano...

La inevitabilidad de la guerra

En la base de la gran idea de la paz subyacen valores indiscutibles como la dignidad absoluta del ser humano, la superioridad del derecho internacional, e incluso la dependencia económica recíproca. Pero ahora volvemos a discutir los principios que desde siempre han instigado a los poderosos a la guerra: la afirmación de la identidad nacional y cultural, la defensa de los intereses territoriales y políticos, el rechazo de la dependencia económica de las potencias internacionales.

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De todos los soberanos de la milenaria historia de Rusia, entre príncipes de Kiev, zares y emperadores de Moscú y San Petersburgo, secretarios de partido y presidentes de federación, los únicos que no fueron a la guerra son los que duraron en el poder menos de veinte años. Para todos los demás, la proximidad de una posible fecha límite debe haber despertado instintos profundamente arraigados en el alma rusa, aquellos relacionados con el inminente Apocalipsis: si mi poder termina, toda la historia va a terminar.

Incluso la más mundana y frívola entre los grandes rusos a lo largo de los siglos, la emperatriz Isabel, hija de Pedro el Grande, después de más de 15 años de bailes en la corte y lujos desenfrenados (había ascendido al trono en 1741), cuando se dio cuenta del problema que se avecinaba se lanzó a la aventura antiprusiana, tras haber firmado el Tratado de Versalles en 1757, con la adhesión a la liga franco-austríaca contra Federico II el Grande (quien por su parte se mantuvo en el poder durante más de cuarenta años). La emperatriz, que a menudo era presa de crisis místicas y ansias de redención, entendía la guerra como una defensa de las fronteras de Rusia de los objetivos invasivos de los prusianos, que en su opinión deberían ser desmilitarizados para la seguridad de Europa y de todo el mundo. En realidad el conflicto se amplió hasta convertirse en la "Guerra de los Siete Años", y también ha sido considerado como la verdadera "Primera Guerra Mundial", porque se extendió no sólo a Europa, desde el Atlántico hasta los Urales, sino incluso a las Indias y América del Norte.

Para poner las cosas en su lugar tuvo que intervenir otra emperatriz, Catalina II la Grande, una alemana que había descubierto la vocación universal de Rusia, y por eso invadió y sometió la Crimea de los tártaros. Por lo tanto, no se puede afirmar que la presencia en la cima de personalidades femeninas aumenta las posibilidades de un reinado pacífico. El Putin de hoy sigue fielmente las huellas de las dos emperatrices más importantes del siglo XVIII ruso.

La inclinación bélica de Rusia ha reaparecido en nuestros días de manera inesperada, pero ciertamente no imprevisible. La cuestión de fondo sigue estando relacionada con las dimensiones geográficas, más que con la ferocidad del carácter de aquellos que los bizantinos del siglo IX llamaban "los Rhos", bárbaros de pelo brillante, una de las posibles explicaciones de la eponimia de los eslavos orientales de las tierras del norte. Rusia es demasiado grande para no temer constantemente ser invadida, y se moviliza de todas las maneras posibles para proteger sus propias fronteras, sus propias u-krainas, las zonas bajo control euroasiáticas, terrestres y marítimas, sociales y políticas, culturales y religiosas.

Acercándonos al medio año de guerra en Ucrania, mientras nos preguntamos si hay una manera de poner fin a un conflicto que está agotando psicológicamente a Europa y no solo a ella (la solución que se sugiere es solo una: la rendición de los ucranianos), debemos darnos cuenta de que en realidad hay un factor que ya no podemos excluir de nuestra vida, y es precisamente la guerra.

Cuando habló a la Duma de Moscú el 7 de julio, Putin advirtió que “en Ucrania ni siquiera hemos comenzado a hacer las cosas en serio”, y no se trata solo de las manías agresivas y depresivas de un líder fuera de control. Por el contrario, hasta ahora el presidente ruso parece ser el único capaz de frenar de alguna manera la ansiedad de los halcones del Kremlin, que querrían abalanzarse de nuevo sobre Kiev y Leópolis, tomar Odesa y quizás Moldavia, empezando por el tenebroso consejero Nikolái Pátrushev (el que gobernaría el estado si Putin falleciera), o del expresidente y eterno delfín Dmitri Medvédev, quien debido la desesperación por el fracaso de la conquista incluso se llevó una pistola a la cabeza, aunque afortunadamente le temblaba la mano por el exceso de vodka que había ingerido.

Los rusos y los ucranianos se hacen la guerra desde los orígenes de la Rus de Kiev, y seguirán luchando hasta la tarde del día del juicio final, como los árabes y los israelíes, los armenios y los azeríes, los libios y los georgianos entre sí, como sucede en todas las zonas de fractura de la historia. La cuestión es que los europeos, los americanos, los "occidentales" (entre los que hay que contar a los japoneses y los australianos, que son los pueblos más "orientales"), todos los hombres "civilizados" y veteranos de las guerras mundiales del siglo XX, en definitiva, nos habíamos convencido de que nunca más habría guerra, que habíamos encontrado la fórmula de la paz eterna y universal.

No era así y lo sabíamos muy bien. Nosotros mismos hemos acumulado un número impresionante de guerras en todas las latitudes y en todos los continentes, incluyendo las tierras que bordean el Mediterráneo, desde los Balcanes hasta Oriente Medio y el norte de África. La ilusión y la hipocresía nos impidieron creer en la “tercera guerra mundial en pedazos” sobre la que el Papa Francisco nos viene advirtiendo desde hace casi una década. Qué quieren que entienda alguien que viene de la Tierra del fuego, nosotros estamos tranquilos, tenemos dinero y democracia, nunca nos va a pasar nada malo. En todo caso, debemos ocuparnos de las amenazas ambientales y ecológicas, de las discriminaciones étnicas y morales, de cuestiones refinadas y sacrosantas. En cambio, resuenan terriblemente actuales las palabras del más grande comentador ruso de la Guerra y la Paz, Lev Tolstói:

«La guerra no es algo agradable, sino lo más abominable de la vida; es preciso comprenderlo y no convertirla en un juego, aceptando seria y serenamente esta terrible necesidad. En eso consiste todo: en descartar la mentira y que la guerra sea la guerra y no un juego. De lo contrario, la guerra se convierte en el pasatiempo predilecto de la gente ociosa y superficial... La condición del soldado es la más honorable. Pero, ¿qué es la guerra, qué se requiere para tener éxito en el ámbito militar, cuáles son las costumbres del ámbito militar? La finalidad de la guerra es matar, los instrumentos de la guerra son el espionaje, la traición y la instigación a la traición, la ruina de los habitantes, el saqueo y el robo a su costa para abastecer al ejército; el engaño y la mentira, definidos como astucia militar. Las costumbres de la clase militar son la ausencia de libertad, es decir, la disciplina, la ociosidad, la ignorancia, la crueldad, la corrupción, la embriaguez. Y a pesar de eso, es la clase superior, respetada por todos. Todos los reyes, excepto el emperador de China, visten uniformes militares y la mayor recompensa se otorga a los que han matado a más personas... Se reúnen, como lo harán mañana, para matarse unos a otros, masacran, mutilan a decenas de miles de hombres y luego celebran servicios de acción de gracias por haber matado a muchas personas (cuyo número también es exagerado) y proclaman la victoria, creyendo que cuanta más gente hayan matado, mayor será el mérito. ¡Cómo hace Dios allá arriba para mirarlos y escucharlos!» —gritó con voz aguda y chillona. «Ah, alma mía, en estos últimos tiempos vivir se ha vuelto doloroso para mí. Veo que empiezo a entender demasiadas cosas. Y no le conviene al hombre gustar los frutos del árbol del bien y del mal… Bueno, ¡pero no será por mucho tiempo!», añadió esperanzado.

Ante nuestros ojos, el Kremlin tiene en jaque al mundo entero. ¿Qué hicimos mal? Se pregunta el redactor de la columna rusa "Ideas", Maxim Trudolyubov. ¿Estaban equivocadas nuestras convicciones, en base a las cuales pensábamos que podíamos construir un mundo de paz? En 1945 se reunieron los representantes de los países capitalistas y los comunistas, de Oriente y de Occidente, de las organizaciones judías y de las Iglesias cristianas, y crearon juntos la Organización de las Naciones Unidas, un círculo gigantesco de proclamas solemnes que hoy parece estar tan olvidado que muy pocos saben escribir correctamente el apellido de su secretario. La ONU tenía que prevenir, limitar y sofocar todas las guerras en el mundo, y debemos concluir, al menos en esta etapa, que ha fracasado estrepitosamente en su misión.

En la base de la gran idea de la paz subyacen valores indiscutibles como la dignidad absoluta del ser humano, la superioridad del derecho internacional e incluso la dependencia económica recíproca. Ahora volvemos a discutir los principios que siempre han instigado a los poderosos a la guerra: la afirmación de la identidad nacional y cultural, la defensa de los intereses territoriales y políticos, el rechazo de la dependencia económica de las potencias internacionales. Aquellos principios ilustrados que el filósofo Kant, en la época de las emperatrices rusas, trató de describir en el tratado “Por una paz perpetua”, dice Trudolyubov, “hoy parecen elementos de sátira política sobre el descanso eterno”, en los cementerios donde se veneran los caídos buriatos o chechenos de la invasión a Ucrania, o en las ruinas de Mariúpol y otras ciudades arrasadas por el ejército ruso.

La guerra no terminará pronto y para construir la paz debemos aprender a tomarla en serio. Como escribió Tolstói, “la guerra es el cuerpo mismo del hombre, una sensación de soledad que se funde con la sensación de dolor”. No podemos “estar al mismo tiempo ociosos y tranquilos”, advierte el gran escritor, porque “una voz secreta nos dice que, si estamos ociosos, también somos culpables”. El ocio era la condición del Paraíso, en la tierra debemos actuar para construir un mundo siempre nuevo, para volver a reconstruir después de cada fracaso y destrucción. Con la ayuda de Dios, que no nos incita a la guerra, pero sabe que no somos capaces de vivir en paz.

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Es una acción armada contra los fascistas y parásitos de Ucrania, según declaraciones del muftí...

El Islam ruso apoya la guerra de Putin

Es una acción armada contra los fascistas y parásitos de Ucrania, según declaraciones del muftí supremo de Rusia. En el discurso se retoma la retórica propagandística del Kremlin. Las posiciones son similares a las del patriarca ortodoxo Kirill. La mayoría de los soldados rusos que combaten contra Kiev son de fe islámica.

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Moscú (AsiaNews) - El muftí supremo de Rusia, Talgat Tadžuddin, celebró la fiesta de ʿĪd al-aḍḥā, en Ufa, capital de la región tártara de Baskortostán. Esta festividad, que en ruso recibe el nombre de Kurban-Bajram, conmemora el sacrificio de Isaac. En su homilía, el muftí apoyó abiertamente las razones de la guerra rusa en Ucrania. Con motivo de la conclusión de la gran peregrinación a La Meca, declaró que dicha guerra debe ser "librada hasta el final, para que no quede ningún fascista o parásito a nuestro lado, porque para ellos no bastan los insecticidas, es como una plaga parda, y rogamos que el Altísimo nos libre de ella".

Tadžuddin ya había apoyado la guerra en los últimos meses; por ejemplo, cuando declaró en marzo que los musulmanes de todo el mundo "están a favor de la paz, y nadie está contento con la guerra, pero la operación especial en Ucrania es una medida necesaria". Ahora el muftí ha ido mucho más allá de esas declaraciones, expresándose en un tono particularmente agresivo.

Precisó que "cuando tu vecino está infestado de alimañas, una horda de nacionalistas y neonazis, que en el transcurso de nada menos que ocho años (el doble de tiempo que la Gran Guerra Patriótica) han estado trabajando sistemáticamente para el derramamiento de sangre y el genocidio en la muy sufrida tierra del Donbas, no podemos sentarnos a mirar, la indiferencia sería algo inaceptable". El uso de una terminología específica en las invectivas contra los ucranianos revela una fuerte presión del Kremlin.  Estas declaraciones de patriotismo islámico sirven además para contrarrestar la situación de los tártaros del Volga, cuyo ímpetu separatista sin duda ha sido reactivado por la guerra ucraniana.

El líder de los musulmanes rusos atacó a Estados Unidos, agregando que todos los demás países de Occidente se pliegan a esta nación: "Esta tradición mentirosa y envidiosa de Occidente contra nuestra nación grande, unida y poderosa, se repite prácticamente cada siglo". En sus declaraciones, Tadžuddin superó con creces las proclamas del patriarca ortodoxo de Moscú Kirill (Gundyaev), quien ahora figura en la lista de personas sancionadas no sólo por el Reino Unido, sino también por Canadá.

En reiteradas ocasiones, el patriarca defendió a las Fuerzas Armadas rusas: aseguró que a los soldados rusos “los mueven sentimientos que nacen de una moral profunda", y que actúan para defender al pueblo ruso. Y si bien afirmó que "Rusia jamás ha atacado ni perjudicado a nadie", nunca apoyó abiertamente la guerra como hacen hoy los musulmanes. La guerra revela el grado de radicalismo religioso de las dos religiones mayoritarias de Rusia, la ortodoxa y la islámica. Considerando que los soldados musulmanes son mayoritarios en el ejército ruso, esto de alguna manera parece favorecer las razones de Alá más que las del Cristo ruso.

El gran muftí concluyó el Salat -la oración colectiva que marca el islam- con invocaciones por la ventura del pueblo ruso y la salud del presidente Putin. Recordó que este año más de 12.000 fieles procedentes de Rusia, entre ellos un grupo de musulmanes de la autoproclamada república de Donetsk, han cumplido con el ḥajj, la gran peregrinación que constituye el quinto pilar del Islam, y destacó el importante rol de Rusia en el panorama mundial de la religión islámica.

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Más que la guerra, los campos de concentración y la comida, lo que hace revivir el pasado a Moscú es la...

La vuelta a la URSS

Más que la guerra, los campos de concentración y la comida, lo que hace revivir el pasado a Moscú es la insoportable ilusión de una superioridad moral y religiosa. Ésta querría celebrar la capacidad de los rusos de unirse en solidaridad y apoyo a los dirigentes del país, proclamando el fin del individualismo libertario que arruina el alma de los depravados occidentales.

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Los largos meses de la guerra de Putin están cambiando velozmente la percepción del tiempo, haciendo retroceder los relojes varias décadas. Rusia invoca las glorias de Stalin y evoca los sueños de siglos anteriores, pero en realidad está volviendo al vestido más gris de su historia, el del estancamiento de Brézhnev, un periodo de veinte años (1964-1985) que parecía eterno, pero sin futuro.

La primera sensación de inmovilismo, por paradójico que parezca, proviene precisamente del curso de los acontecimientos bélicos, con todas las tragedias y masacres que se suceden -la última, en el bombardeo absolutamente absurdo de la ciudad de Vinytsia, que se cobró decenas de vidas. La tan estrepitosa "operación militar especial" inaugurada el 24 de febrero, con la invasión de Ucrania -desde todos los flancos posibles, incluso desde Bielorrusia- parecía al principio un movimiento telúrico, casi un desplazamiento del eje de la tierra. Sin embargo, cinco meses después, parece un peñasco que se desmorona, similar al glaciar de la Marmolada, sepultando pueblos y ciudades, pero también sueños y esperanzas.

El apocalipsis putiniano no ha conferido a Rusia ninguna ventaja real desde el punto de vista militar y territorial, simplemente ha explicitado un dominio que se reivindicaba desde hace años y se disputaba desde hace siglos, el de la región del Dombás y algunos vástagos del litoral y del sur, tierras de nadie de los antiguos cosacos, que Jrushchov y Brézhnev intercambiaban y volvían a barajar como las cartas de un juego sin rumbo.

Parece como la reedición de una famosa novela rusa: La Reina de Picas, de Aleksandr Pushkin. El oficial frustrado recibe la revelación de las cartas ganadoras en un sueño, pero cuando suelta el as decisivo, la carta se convierte en una reina de picas, con la sonrisa burlona de la anciana que murió por culpa del oficial. El juego es una de las claves de la literatura rusa, que señala precisamente la fatuidad de los grandes sueños de poder y riqueza, y la guerra es el juego catastrófico de los perdedores de la historia.

Putin reflota la retórica y las contradicciones de la Guerra Fría, la "lucha por la paz" que abocaba a la URSS a imponer su agresividad por elevadas razones morales: el deber de impedir que el imperialismo estadounidense se apoderara del mundo. La amenaza nuclear era el "as de la anciana" que nunca podía aparecer en la mesa de juego, y reveló su engaño en la desastrosa invasión de Afganistán, la última apuesta de Brézhnev que llevó a la disolución del imperio soviético.

Los ejércitos de Moscú quedaron empantanados en las montañas asiáticas, atacados por los muyahidines que se perfilaban como héroes de la libertad -antes de convertirse en terroristas del Estado Islámico- y consiguieron un gran apoyo estratégico y militar de Occidente. Hoy, los "neonazis" ucranianos, a los que Europa despreció durante décadas, son los nuevos héroes de la resistencia armada y celebrada por todo Occidente, y gracias a Putin han conseguido que Ucrania sea finalmente una nación respetada en todos los foros internacionales.

Incluso en las ciudades ocupadas por los rusos, desde Járkov hasta Donetsk, se están formando los nuevos escuadrones partisanos de la Ucrania libre en los subterráneos y entre los escombros. Por tanto, en las próximas décadas, la vida en las tierras desnazificadas promete ser muy dura, siempre que los rusos sean capaces de controlarlas en los próximos meses. En síntesis, no se vislumbra el fin de la guerra, que por mucho tiempo  seguirá siendo para Rusia una parálisis del cuerpo que bloquea todos sus movimientos y pensamientos.

Esta es, en efecto, la consecuencia interna en la vida del pueblo ruso, la sensación de haber entrado en un callejón sin salida, una nueva cortina de hierro mucho más infranqueable que el muro de Berlín. Para sostener la guerra, se endurecen cada vez más las medidas represivas, las "purgas de Putin" que no se limitan a eliminar a los opositores -desde Alekséi Navalni hasta Ilya Yashin, recientemente detenido- sino que buscan impedir realmente cualquier forma de pensamiento. Con ellas se trata de hurgar en la mente de la gente para captar la más mínima discrepancia con las proclamas oficiales, imponiendo una lectura única de los acontecimientos, cerrando todo acceso a la información, inculcando velos obligatorios desde los manuales de historia, enseñados de memoria desde el primer grado de la escuela primaria. Lo único que falta son los asilos psiquiátricos para los "que piensan diferente", pero puede que pronto vuelvan a aparecer.

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Dos meses de prisión preventiva para el diputado de la Duma de Moscú. Arriesga un máximo de 10 años por...

Los opositores políticos adquieren ahora la talla de los disidentes de la época de Brézhnev, redescubriendo el principio enunciado por Solzhenitsyn en 1972, poco antes de ser expulsado de la URSS: "vivir sin mentiras", resistiendo a las falsedades del régimen antes de afirmar cualquier idea propia. Por eso, los nuevos disidentes no sólo son enviados a campos de concentración, sino que preferentemente son envenenados, un método clásico soviético para combatir el pensamiento alternativo: lo intentaron con Navalni, con el político y periodista Vladímir Kará-Murza y con muchos otros activistas, en Moscú y en las provincias. Podemos recordar al periodista y colaborador de Memorial Timur Kuashev, quien fue envenenado en Kabardino-Balkaria en 2014, y encontrado muerto a pocos kilómetros de su casa.

Desde que comenzó la guerra, más de 16.000 personas han sido detenidas, multadas, encarceladas o privadas de numerosos derechos por simples frases dichas entre amigos, o por pedir la paz a través de gestos explícitos. A la tercera infracción se va directamente a un campo de concentración, al gulag. Y esta es la sensación de total impotencia y aislamiento que sienten los rusos de hoy en día, aún cuando les gustaría expresar una opinión, pero temen por las consecuencias, como en los días del estancamiento. En el primer año de Brézhnev, tras las aperturas de Jrushchov, fueron detenidas casi 20.000 personas.

Además de la frustración por una guerra inconclusa y la depresión por un sistema nuevamente totalitario, otro rasgo del retorno a las dimensiones soviéticas de la vida cotidiana es el hundimiento en la autarquía, la pérdida de cualquier conexión con los logros materiales del mundo contemporáneo. Hasta ahora, las sanciones occidentales no han influido mucho en el curso de la guerra, entre otras cosas porque Putin sigue utilizando en su beneficio el chantaje del gas y el petróleo, a los que los occidentales no pueden renunciar. Precisamente la vida cotidiana ha adquirido los tintes medievales de la escasez de medios de transporte, de medicamentos y alimentos, ropa y muebles.

Los centros comerciales se han vuelto lúgubres e inmensos por la sensación de vacío. Esto trae a la memoria las tiendas Gum de la Plaza Roja de antaño, cuando se formaban colas interminables en cuanto aparecía un jersey de otro color. Los locales de McDonald's se han convertido en "¡Sabroso, eso es todo!", como la comida de los puestos soviéticos de antaño, donde uno estaba casi obligado a consumir sin protestar. Las multitudes acuden a los nuevos puntos de venta de comida rápida patriótica para mostrar el orgullo que sienten por el desprecio del mundo entero, aún cuando luego arrojan las hamburguesas mohosas al suelo y renuncian a las patatas fritas, que han desaparecido por falta de producción y distribución.

Y más que la guerra, los gulags y la comida, lo que hace revivir el pasado es la insoportable ilusión de superioridad moral y religiosa, que querría celebrar la capacidad de los rusos de unirse en solidaridad y apoyo a los líderes del país, proclamando el fin del individualismo libertario que arruina el alma de los depravados occidentales. Es la "línea del partido" hoy, confiada a la Iglesia Ortodoxa y a los representantes de las religiones "patrióticas", especialmente el Islam. La describen en tono solemne los patriarcas, metropolitanos, arzobispos y muftíes tártaros y chechenos, tal como sucedía en la época de Brézhnev, cuando se recomendaba a los representantes del clero actuar de esta manera para unir a la población más anciana y atrasada.

El patriarca Kirill se parece cada vez más al ideólogo soviético Mijail Súslov, en una versión menor. Al igual que el ministro de Asuntos Exteriores Lavrov, intenta imitar al legendario "mister niet" Andréi Gromiko, pero con un triste efecto de parodia. Alrededor del dictador, cada vez más audaz y aislado, que sólo sale del búnker para sentarse en mesas inmensas y soltar locas amenazas al universo, hay una casta de jerarcas anónimos. Hay quien es más vehemente y está obnubilado por el alcohol, pero cada uno de ellos podría convertirse en el sucesor sin que nadie se percate de ello, como ocurrió con Andrópov y Chernenko en los años ochenta.

El mundo entero respalda y sostiene con justa razón a Ucrania, para defender la libertad y la autonomía de los pueblos, los principios mismos de la civilización. Pero, ¿quién puede salvar a los rusos de sí mismos y evitar la desaparición de un gran pueblo en la cárcel de su pasado?

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En los Urales, se reunió el Consejo Popular Ruso Universal, una sociedad político-religiosa fundada en los...

Ekaterimburgo: los nacionalistas ortodoxos quieren una Rusia ‘imperial’

En los Urales, se reunió el Consejo Popular Ruso Universal, una sociedad político-religiosa fundada en los años 90 por el actual patriarca de Moscú, Kirill. El grupo quiere un país con una visión propia, libre de la influencia occidental.

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Moscú (AsiaNews) - En Ekaterimburgo, en los Urales, por fin pudo celebrarse el foro de la rama local del Consejo Popular Ruso Universal (VRNS), la sociedad político-religiosa fundada en los años 90 por el actual patriarca de Moscú Kirill (Gundiáyev). El evento había sido aplazado durante dos años a causa de la pandemia del Covid-19. La reunión estuvo presidida por el metropolitano local Yevgeny (Kulberg), y el invitado principal fue el conocido ideólogo nacionalista ortodoxo Konstantín Maloféyev, quien pronunció el discurso de apertura sobre "La ortodoxia y el mundo en el siglo XXI".

Durante la pandemia, Maloféyev había intentado animar la situación en la región: con su movimiento "Águila bicéfala", organizó una peregrinación a los lugares consagrados por el martirio del zar Nicolás II y su familia, situados en los alrededores de Ekaterimburgo. En el Foro, presentó su trilogía "Imperio: la imagen del futuro", con sus visiones relativas al porvenir de la geopolítica. Lo escucharon varios representantes del Ministerio de Defensa y de otros círculos militares, como la Rosgvárdia, además de políticos locales y nacionales.

Durante el evento también tomó la palabra otro metropolitano: Makarij (Morar) de Taskent y Uzbekistán. El ex responsable de la eparquía de los Urales hace una década informó de su preocupación por la situación de los rusos en Asia Central: "Donde estamos nosotros es un poco más difícil que en Rusia, pero contamos con el apoyo de VRNS para unir a nuestros compatriotas de Uzbekistán, Tayikistán, Kirguistán y Turkmenistán", para que los rusos de la región, que antes formaban parte de la patria común soviética, no se sientan abandonados. "Ahora sentimos que vivimos en países extranjeros", comentó. La intención es reforzar el espíritu de rusos y asiáticos, según Makarij, "porque estos pueblos son la vanguardia y la primera línea de la gran Rusia euroasiática".

Los representantes del VRNS de la sección de los Urales se centraron en la imagen de la capital, Ekaterimburgo. Rechazaron las acusaciones despectivas de algunos propagandistas, como el presentador de televisión Vladímir Solovyov, quien se había referido a ella como "la ciudad de los demonios" en alusión a los casos de los monjes radicales durante los años del Covid. Una de las responsables de la asociación, Anna Gromova, recordó las iniciativas destinadas a elevar la dimensión espiritual de la ciudad, como la construcción de la gran iglesia de Santa Catalina y el activismo de los movimientos de voluntarios durante el periodo más difícil de la propagación del coronavirus.

Otro orador, Dmitri Polyanin, aseguró que los ciudadanos locales están abocados a "expulsar a los demonios purificando la memoria de nuestros hermanos y hermanas que han dado su vida en el altar de la Patria en todos los sentidos, en el pasado y en el presente", desde el Zar hasta los caídos en la guerra de Ucrania. La ciudad se ha reorganizado, uniendo las avenidas que evocan estos recuerdos y colocando en el centro la "Iglesia sobre la Sangre" en memoria de los mártires.

Maloféyev concluyó la reunión explicando que "cada Estado tiene su propia visión del mundo, como ocurre en los del Occidente globalista, al que nos oponemos con todas nuestras fuerzas en Ucrania. China también tiene su propia visión, y en función de ella ha preparado programas para los próximos años, que prevén la hegemonía de Beijing para el siglo XXI. Nosotros también debemos tener una visión de futuro, ya que nos hemos despedido de Occidente al menos durante la próxima década, y necesitamos un modelo de desarrollo identitario de nuestra civilización rusa, según la exhortación de Su Santidad, el Patriarca Kirill".

La nueva obra del ideólogo y empresario pretende proponer la idea imperial rusa actualizada a los tiempos que corren. Parte de la constatación de que "el nuestro es un Estado naturalmente autoritario, mientras que Ucrania pretende ser democrática, es decir, esclava de un grupo de oligarcas que compran a los políticos". Por eso es necesaria una "liberación imperial", para un futuro radiante, libre de la dependencia económica y cultural de Occidente.

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Nuevo golpe a la comunidad judía rusa tras el caso del gran rabino obligado a huir por no apoyar la invasión a...

Moscú solicitó al Tribunal que 'disuelva' la Agencia Judía

Nuevo golpe a la comunidad judía rusa tras el caso del gran rabino obligado a huir por no apoyar la invasión a Ucrania. Fue reabierta en la década de 1990 y es la institución que ayuda a los judíos a emigrar a Israel. Desde febrero, 10.000 personas han optado por abandonar el país. El gobierno de Lapid envía una delegación advirtiendo: "No dejaremos que los judíos rusos se conviertan en rehenes".

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Moscú (AsiaNews/Agencias) – El Ministerio de Justicia ruso ha presentado una solicitud al Tribunal de Distrito de Moscú para pedir la “disolución” de las oficinas de la Agencia Judía en el país. La noticia se conoció a través de la agencia rusa Ria Nóvosti que cita fuentes judiciales según las cuales se acusa a la organización judía de "violaciones de la ley" no especificadas. Se ha fijado una audiencia para discutir el pedido para el 28 de julio.

El incidente supone una nueva escalada de la tensión entre el gobierno ruso y la comunidad judía local después de que el rabino jefe de Moscú, Pinchas Goldschmidt, se viera obligado a abandonar Rusia hace tres meses debido a la presión para que apoyara la agresión contra Ucrania.

Fundada en 1929 como brazo operativo de la Organización Sionista Mundial (OMS), la Agencia Judía es la mayor institución judía global. Por estatuto, su función es "garantizar que todos los judíos sientan un vínculo indisoluble entre sí y con Israel, independientemente de dónde vivan en el mundo". Se la conoce sobre todo como la principal organización que promueve la aliá, es decir, la inmigración de judíos a Israel. Por eso esta situación también involucra indirectamente al gobierno de Israel. El primer ministro Yair Lapid anunció que una delegación israelí viajará a Moscú la semana que viene "a fin de hacer lo posible para que la Agencia Judía pueda continuar sus actividades en Rusia".

Algunos ministros del gobierno israelí han ido incluso más allá y han hablado expresamente de una intimidación de Rusia debido a las posiciones adoptadas por Israel en el conflicto de Ucrania, que tras un intento inicial de equidistancia se han desplazado cada vez más a favor de Kiev. Lo que hace aún más delicada la situación es el hecho de que Moscú controla el espacio aéreo sirio, que a menudo sobrevuelan los aviones de combate con la estrella de David en las incursiones aéreas contra objetivos pro-iraníes. “Los judíos rusos no serán usados como rehenes de la guerra en Ucrania”, dijo el ministro de la Diáspora, Nachman Shai. El intento de castigar a la Agencia Judía por las posiciones de Israel con respecto a la guerra es deplorable y ofensivo”.

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Finora Israele ha mantenuto un basso profilo sulla crisi provando a tenere insieme i legami con l'Ucraina e gli...

Las oficinas de la Agencia Judía en Moscú fueron reabiertas hace 30 años y constituyó un punto de referencia fundamental para la inmigración a Israel de más de un millón de judíos de la ex Unión Soviética en la década de los noventa. Pero incluso en los años posteriores el flujo nunca se ha detenido y volvió a crecer en los últimos meses, alimentado por los temores de la comunidad judía local a un retorno del antisemitismo, vinculado con el conflicto en Ucrania. Desde febrero más de 10 mil judíos rusos han optado por emigrar a Israel y temen que la presión sobre la Agencia Judía apunte a dificultar este proceso.

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Hace exactamente cien años fueron expulsados de la Rusia soviética más de 300 ilustres representantes de la...

La nave de los filósofos rusos

Hace exactamente cien años fueron expulsados de la Rusia soviética más de 300 ilustres representantes de la élite intelectual científica, literaria y artística que salvaron la cultura rusa de ser aniquilada. Hoy también, debido a la "revolución ucraniana", miles de docentes, artistas y estudiosos de diversos campos han huido del país. ¿Serán capaces de hacer lo mismo?

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Hace exactamente cien años atrás, en septiembre-octubre de 1922, fueron expulsados de la Rusia soviética a Alemania, por disposición personal de Lenin, más de 300 ilustres representantes de la élite intelectual científica, literaria y artística. Era supuestamente un gesto de liberalidad del régimen, que pretendía obtener reconocimiento internacional del nuevo estado después de la guerra civil. Un pensador recientemente fallecido, Sergey Khoruzhy, que dedicó su vida a la reconstrucción de la memoria cultural de Rusia, llamó a ese evento "la nave de los filósofos", porque efectivamente la mayoría de los expulsados se vieron obligados a embarcar con una sola maleta cargada de nostalgias y tristeza.

Los rusos desterrados fueron capaces en el siglo pasado de salvar la cultura rusa de la completa aniquilación soviética, y la dieron a conocer aún más a un Occidente sediento de explorar las diversas dimensiones del alma, desde Oriente hasta Occidente. Los filósofos exiliados crearon centros de investigación y divulgación de la historia y la teología, como el instituto Saint-Serge de París, donde enseñaron los principales exponentes del existencialismo, de la sociología y de la neopatrística, como Nikolái Berdiáyev, Serguéi Bulgákov, Gueorgui Florovski y muchos otros .

En 2022, debido a la "revolución ucraniana" que volvió a romper los lazos de la Rusia neoimperial con Europa y el resto de Occidente, decenas de miles de representantes de la élite intelectual creativa abandonaron el país en las nuevas "naves de los filósofos". Por lo menos hasta que se cierren totalmente las fronteras para escapar del sombrío aislamiento de Putin. Docentes, pintores, músicos, filósofos y estudiosos de diversos campos de la ciencia huyen por las rutas más accesibles a través de Estambul, Ereván, Georgia, Estonia o Letonia. ¿Serán capaces de salvar de nuevo la cultura rusa y confiarla a la comunidad internacional para que no se marchite y se pierda? ¿Serán capaces de crear en el exilio nuevas realidades y asociaciones, involucrando a las muchísimas personas que consideran a Rusia como una parte indispensable del alma universal y no sólo como el reino maldito del "ruscismo"?

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El ruscismo es el nuevo ideal de conquista del mundo posglobal en el cual, en vez de la homologación de...

Hablaron sobre ese tema en Radio Svoboda dos eminentes representantes de la nueva diáspora rusa, la jurista Elena Lukjanova y el sociólogo Sergei Erofeev, que ya llevan mucho tiempo trabajando en centros académicos en el exterior, como la “Universidad Libre” abierta en Estados Unidos. Acertadamente señalaron que las condiciones son muy diferentes respecto a un siglo atrás, cuando los “filósofos” quedaron completamente separados de la madre patria, mientras que hoy existen formas universales de comunicación, por mucho que se trate de limitarlas y sofocarlas. Por eso “no se puede hablar de emigración o exilio en sentido pleno, sino más bien de "deslocalización”, como señala Lukjanova. Además, hace mucho tiempo que "la ciencia ha dejado de ser exclusivamente nacional, ni siquiera podría existir de esa manera y sólo sería un simulacro de propaganda", como efectivamente ocurre en muchas proclamas actuales sobre la "diversidad" del alma rusa.

La retórica putiniana insiste en la "soberanía" incluso para definir la cultura, y ha impuesto en la variante rusa de Wikipedia un tratamiento específico de la cultura que se protege de toda influencia extranjera, expurgándola de cualquier cita reciente y basada únicamente en textos publicados entre los años sesenta y noventa. Es la “guerra cultural” que acompaña a los bombardeos ucranianos, para justificar los hechos distorsionando la realidad y sus interpretaciones. En los últimos meses Erofeev ha propuesto algunas lecciones sobre la "catástrofe rusa" en las que muestra que el "régimen", al que los sociólogos llaman "sistema", se ha ido consolidando en el transcurso de estos treinta años postsoviéticos precisamente con la progresiva manipulación de la cultura.

Los emigrantes de cien años atrás decían “no estamos en el exilio, estamos en una misión”, la de compartir con el mundo entero los tesoros del arte y la tradición rusa. Como dice Erofeev, “hay que agradecerle a Lenin por haber enviado a Pitirim Sorokin y Fyodor Stepun al extranjero, para no hablar de todos los demás; incluso el filósofo favorito de Putin, Iván Ilyín, estaba en ese barco". La nueva diáspora, en realidad, no comenzó en 2022 sino en 2014, "la primera ola de deslocalización" según Lukjanova, tras la euforia patriótica de la anexión de Crimea, que ya anunciaba toda la revisión de la historia y la cultura rusas. Muchos no aceptaron la vergüenza de ese punto de inflexión que desató una espiral represiva que ahora ya es casi absoluta. La aprobación de la nueva Constitución en 2020 provocó la “segunda ola”.

Los intelectuales rusos, o por lo menos lo que queda de la gloriosa tradición de la intelligentsia rusa, no soportan el sentimiento de culpa por lo que ocurre hoy en Rusia y eso les impide concebirse como "misioneros" de Rusia en el mundo. La ideología soviética podría fácilmente tildarse de ajena a la tradición, pero hoy precisamente la tradición es reivindicada en la versión "revisada" por el poder, confirmando la continuidad semántica de los términos tradición/traducción/traición, que compromete a cualquiera que quiera expresar una dimensión común del espíritu. Las oleadas de "naves de filósofos" en realidad se suceden desde principios de la década de 2000, tras el ascenso al poder de Putin y la reconstitución de la ortodoxia como Iglesia de Estado. Se van los periodistas, los activistas de derechos humanos, los profesores universitarios, según las diversas medidas persecutorias que tienen lugar de año en año.

Las universidades rusas más prestigiosas, comenzando por la "Lomonósov Mgu" y la "Vyška School of Economics", con miles de estudiantes listos para comenzar un nuevo año académico después de las vacaciones de verano, hoy son desiertos confiados a unos pocos propagandistas, porque la mayoría de los verdaderos eruditos y académicos se han ido o han presentado la renuncia. Incluso la Escuela de especialización “Santos Cirilo y Metodio" de la Iglesia ortodoxa se ha quedado sin una verdadera conducción después que fue expulsado el metropolitano Hilarión (Alféyev) que la había instituido y sostenido durante más de una década, poniendo en su lugar al tétrico conservador Maksim Kozlov. El mismo Putin ha decretado que no existe la ciencia llamada "politología", porque "no tiene un método", y la crítica de los sistemas políticos ya es cosa del pasado, un breve paréntesis en la historia de la ciencia rusa, en la que el método se impone desde arriba y no admite desviaciones.

Erofeev explica que "en todos los años postsoviéticos, en la esfera humanitaria y social no solo ha florecido el amateurismo sino un verdadero oscurantismo, que hoy reina sin oposición". Tras el largo invierno soviético, el renacimiento de la cultura rusa fue en todo caso un fenómeno muy aproximativo, y la apropiación por parte del régimen ha resultado muy fácil exaltando groseramente lo que había sido eliminado por la ideología soviética. El aspecto más llamativo de esta propaganda simplificadora es precisamente la cultura religiosa, que ha retomado de manera enfática las imágenes sagradas de los santos y de los zares ortodoxos hasta el punto de reclutar incluso a los iconos en la guerra mediática, como sucedió en los últimos días con la "Trinidad" de Andréi Rubliov.

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El Museo de Arte de Moscú ha permitido temporalmente a la Iglesia Ortodoxa trasladar el icono a la...

El verdadero redescubrimiento de la cultura, la historia y la religión en Rusia es una tarea del futuro, cuando la instrumentalización neoimperialista se haya de alguna manera agotado. En cierto sentido la guerra en Ucrania ha acelerado este proceso de superación, demostrando la inconsistencia de la nueva ideología: Ucrania, que debía ser cancelada en nombre de los sagrados orígenes del cristianismo ruso, hoy finalmente ha tomado conciencia de su identidad nacional, cultural e incluso religiosa. Esto propone una interpretación completamente opuesta a la imperial de Putin y Kirill: Ucrania representa una Rusia capaz de dialogar e integrarse con Europa y Occidente, que siempre ha existido al este del Dniéper, y que convierte a Rusia en un crisol de imágenes y síntesis siempre nuevas y originales, de valor universal para los hombres de todos los continentes.

Erofeev está convencido de que "Putin ha abreviado el curso de la historia y no podrá durar mucho más, al igual que Stalin y Brézhnev". La tarea de los nuevos "filósofos", rusos y de cualquier otra nacionalidad, es captar el sentido del tiempo, sin dejar la cultura y los tesoros del espíritu en manos de populistas y soñadores de nuevos imperios, que destruyen las ciudades y las vidas humanas pero no tienen fuerza para destruir el alma. Esta es la misión que el tiempo presente nos impone a cada uno de nosotros.

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Es una respuesta al bloqueo de mercancías en tránsito, impuesto por Lituania. La represión comenzó con...

Kaliningrado: las autoridades rusas lanzan una ‘guerra’ cultural contra la comunidad lituana

Es una respuesta al bloqueo de mercancías en tránsito, impuesto por Lituania. La represión comenzó con la invasión rusa de Ucrania y las posteriores sanciones de la UE. La propaganda contra los lituanos se intensifica en el territorio: se les acusa de subversión y espionaje.

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Moscú (AsiaNews) - Una zona muy sensible a los acontecimientos ligados a la guerra en Ucrania es el enclave báltico ruso de Kaliningrado, la ex Königsberg en Prusia Oriental, donde el filósofo Immanuel Kant elaboró los principios de la "Crítica de la razón pura". Situada entre Polonia y Lituania, la región se encuentra en una situación desesperada: Lituania ha prohibido el tránsito de distintos productos procedentes de Rusia, y la tensión no deja de crecer. De hecho, la cuestión se ha transformado en una "guerra cultural", en tanto no pueden usarse las armas contra un país de la OTAN.

Entre la población local hay muchos ciudadanos de origen lituano, con una importante presencia de católicos. Las autoridades rusas han decidido tomar represalias contra ellos y las instituciones vinculadas a su cultura. A petición del Ministerio de Justicia ruso, un tribunal clausuró la Asociación de Profesores de Lengua Lituana; también se impidió a los miembros de un grupo de música folclórica interpretar canciones y bailes lituanos, muy populares en la región.

Se ordenó la clausura de la Asociación lingüística debido a "discrepancias en los documentos estatutarios": éstos datan de 1995 y sostienen que el objetivo de la asociación es unir a los maestros de escuela, los líderes de los centros culturales y los grupos folclóricos en la promoción de las tradiciones lituanas, y "fortalecer la coexistencia amistosa entre los pueblos de Rusia y Lituania". El sitio web de la organización disuelta ensalza el hecho de que "nuestra tierra fue la cuna de grandes representantes de la literatura y la cultura lituana, hasta el punto de ser llamada su cuna".

En la casa natal del filósofo y humanista Eduard Vidunis, uno de los "padres de la cultura lituana", retiraron la estela conmemorativa de los años soviéticos, en la ciudad de Sovetsk, en la frontera con Lituania. En otra ciudad fronteriza, en Neman, unos desconocidos cubrieron con celofán otro monumento a un escritor lituano, Martynas Mažvydas, gran reformador de las letras y el primero en publicar libros en lengua lituana.

En diálogo con los periodistas de Sever.Realii, el director de la Asociación de Docentes lituanos, Aleksey Bartnikas, dijo que no tiene ninguna intención de apelar la sentencia de clausura. Tampoco quiere comentarla, porque el grupo nunca había querido involucrarse en la política, y hoy sería imposible abstenerse de adoptar posturas de confrontación. El cometido de la institución era la organización de eventos como las "olimpiadas" de la lengua lituana y otras iniciativas para conocer la historia de la región, con excursiones y visitas a diversos lugares significativos y festivales del folclore local.

Por otro lado, se intensifican las expresiones de propaganda antilituana en la región. El director operativo de la "Comunidad Rusa de la Región de Kaliningrado", Maksim Makarov, es famoso por su larga lucha contra la mitológica "germanización" de la historia local. Desde su blog y en diversas publicaciones, hoy difunde acusaciones contra la asociación Bartnikas por su presunto colaboracionismo con los servicios secretos lituanos, obteniendo financiación para la difusión de una "etnocultura antirrusa" en la zona.

Según las acusaciones, las actividades "subversivas" de los lituanos habrían comenzado como una reacción a la "operación militar especial" en Ucrania, con la difusión sistemática de información falsa destinada a desacreditar a las Fuerzas Armadas rusas, la gran acusación de las purgas de Putin. Makarov añade que la asociación lingüística también funciona como un "centro de propaganda de la cultura LGBT", que el gobierno lituano apoya y enmascara bajo la apariencia de danzas folclóricas.

En la región de Kaliningrado viven varias decenas de miles de lituanos. Todos los años se celebran jornadas culturales lituanas -y también polacas y alemanas- y muchos otros actos que también cuentan con el apoyo de las autoridades locales. Numerosos rusos se han trasladado aquí para evitar la intensa propaganda de guerra, pero ahora también llega a las fronteras más occidentales.

¿Por qué Kaliningradro pertenece a Rusia y es tan importante?

Kaliningradro es el único territorio de Rusia que está separado del resto del país. Tiene poco más de 200 kilómetros cuadrados y alrededor de un millón de habitantes. Pero si queremos entender por qué este territorio pertenece a Rusia, tenemos que remontarnos a mitad del siglo pasado. En aquel entonces, Kaliningradro no existía todavía, y su actual territorio pertenecía a Prusia Oriental, que era la región más oriental de Alemania y con una economía sólida y próspera. Sin embargo, tras la Segunda Guerra Mundial, Prusia Oriental se dividió entre Polonia, Lituania y Rusia, tras los acuerdos de Potsdam. Pero ahora la tensión en la zona ha aumentado, ya que el sábado 18 de junio Lituania impuso un bloqueo parcial al tránsito de mercancías que ingresaban a Kaliningradro. Según el gobierno ruso, el bloqueo no solo ha afectado a ciertas mercancías, sino también al tránsito de pasajeros, algo que el gobierno lituano ha desmentido. Por parte de Lituania, se ha asegurado que este bloqueo no es una decisión unilateral del país, sino que es consecuencia de aplicar las sanciones que la UE le impuso a Rusia.

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La contrarrevolución moral -como la llaman algunos medios de comunicación rusos- es el objetivo...

La revancha conservadora de Rusia

La contrarrevolución moral -como la llaman algunos medios de comunicación rusos- es el objetivo global y declarado de la guerra en Ucrania. Y es por ello que sacude los sensibles nervios de Occidente, mucho más que por la contigüidad geográfica entre los ejércitos de la OTAN y los de la Rusia neo-soviética.

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Además de la guerra de las bombas y los misiles, y de la guerra económica de las sanciones y los nuevos bloques geopolíticos, se habla mucho de la guerra de la información y de la influencia de Rusia en la vida de las sociedades, y de las contiendas políticas de los occidentales. La caída de Johnson y Draghi, la debilidad de Scholz y Macron o del propio Biden son temas relacionados -de forma diversa- con las manipulaciones más o menos subterráneas de los especialistas del Kremlin. Y por éstas nos referimos tanto a los hackers sueltos en la red, como a los intermediarios sin escrúpulos financiados por fuentes ocultas o a los mercenarios de la empresa Wagner que desde Libia descargan en el mar lanchas y barcazas rebosantes de desesperados procedentes de África y Oriente Medio, destinados a reforzar las campañas electorales de los soberanistas europeos contrarios a la inmigración.

Por encima de cualquier estrategia bélica, económica o política, Rusia pretende difundir un mensaje en el mundo fracturado y moralmente contaminado del Occidente posmoderno. Se trata de un mensaje religioso e ideológico salvador, en defensa de la Tradición, bien sea la tradición cristiana pura de la ortodoxia, o la aún más agresiva de un islam uralista y caucásico desplegado en la yihad ucraniana. O, quizás, de otras confesiones menores de cuño europeo o asiático, o incluso de un indeterminado "sistema de valores morales superiores" en defensa de la Patria y de la Familia. Todo ello es evidente sin necesidad de teorías conspirativas ni de historias de espías propias del siglo XX. Mucho se les puede imputar a Putin y a su inspirador Kirill, salvo la ocultación de una prédica apocalíptica que atribuye a la Tercera Roma de Moscú -en una versión tan antigua como moderna- la tarea de imponer un giro conservador a la humanidad.

Al fin y al cabo, en Estados Unidos y en Europa existen desde hace años (sino décadas) varias fuerzas políticas y think-tanks culturales que pretenden defender los principios tradicionales. Religiosos y sociales, de izquierda y de derecha, en favor de las personas oprimidas por las élites que viven en los barrios céntricos privilegiados de las ciudades. Populistas, soberanistas, primitivos identitarios, neocon o teocon, a menudo sorprendentemente flamantes conversos a doctrinas largamente despreciadas, anti-vacunas y anti-todo, nostálgicos de regímenes de los que no hay sobrevivientes ni testigos. Sin lugar a dudas, los amigos de Putin no han salido de la nada, y en los últimos meses, desde territorios armenios y húngaros, bloquearon el suministro de armas a la pretenciosa Ucrania del títere Zelenski para salvar al santo patriarca de Moscú de las diabólicas sanciones.

Fue el propio Kirill quien sorprendió al mundo entero, al justificar la invasión de Ucrania a los pocos días de iniciarse, alegando que era necesaria para protegerse de la imposición de los "desfiles gay". Lo que parecía y era ciertamente una intervención provocadora e ingeniosa, hoy muestra su impresionante trasfondo ideológico en muchas latitudes.

La solemne promesa de evitar la propagación de la "locura de género" en las sociedades occidentales es una de las piedras angulares de los políticos tradicionalistas de todos los continentes. Tanto es así, que resulta difícil criticar las clásicas imposiciones sexistas de los países islámicos, que ya no ocupan los titulares.

Los europeos apoyan en gran número las tribunas de denuncia de las instituciones de Bruselas. La rusofobia y la proclamación de los derechos individuales se combinan y conducen a la anulación de lo que es evidente para la biología. Y también, a la imposición de una visión "extintiva" de la sociedad occidental, basada en la renuncia a todas las tradiciones y creencias sobre la naturaleza y la persona humana, así como a sus raíces culturales y religiosas. Más allá de los despliegues tácticos relativos a las operaciones militares, se trata de las verdaderas tropas de Putin en Europa y en el mundo. Pero con estas tropas no hay necesidad de prometerles sueldos y entierros honrosos, como a los infantes de marina buriatos o chechenos enviados al matadero.

El 28 de julio, el presidente de la Duma de Moscú, Volodin, anunció que antes de otoño se aprobará una nueva ley que prohíbe toda forma de propaganda de "valores no tradicionales" entre los rusos de todas las edades. En este momento se debaten en el Parlamento distintas variantes del proyecto de ley, que el propio gobierno ruso pretende perfeccionar. Se está presentando un proyecto similar en el parlamento regional de Sebastopol, en Crimea, la península ucraniana anexionada por Rusia, que quiere convertirse en el principal modelo de sociedad "sin género", libre de las toxinas de un Occidente fóbico a lo tradicional. Justo cuando los acontecimientos de la guerra se acercan a una fase de agotamiento, al menos temporal, con la proclamación para septiembre de la plena liberación del Dombás de los ucro-nazis, se reanuda a todo trapo la campaña de invasión moral "defensiva" del mundo entero.

El vocero de Putin en la Unión Europea, el primer ministro húngaro Viktor Orbán, se alegró de la caída de varios gobiernos a causa de la guerra económica con Rusia. En tanto, enviaba a Bruselas una resolución del parlamento de Budapest en la que se proponía que los países del viejo mundo se unieran para establecer el concepto de "raíces culturales y cristianas" como base de las políticas de integración de los Estados. En otras partes se exhiben variantes, como la "defensa de los valores liberales y cristianos". En este sentido, fue un estruendo la anulación del derecho al aborto (después de 49 años) en los Estados Unidos. Una medida que se decidió mientras los demócratas "extintivos" están en el poder.

El Patriarca Kirill ha precisado estos conceptos en varias ocasiones. Por ejemplo, el 21 de julio afirmó que "la fe está desapareciendo por doquier en el mundo cristiano. O bien se deforma hasta tal punto, que no quedará nada de ella". En estas observaciones subraya una vez más la misión indispensable del pueblo ruso para evitar rendirse definitivamente a las fuerzas del mal. Varias veces, a lo largo de las dos últimas décadas, el Patriarcado de Moscú, habiendo retomado su papel central en la vida del país, ha invitado al Papa de Roma y a todos los católicos a unirse en esta lucha, obteniendo respuestas no siempre convincentes, pero también adhesiones entusiastas en los sectores más tradicionalistas.

El Papa Francisco se hizo eco de las palabras del responsable de los ortodoxos rusos, al denunciar en Quebec "lo que, en la realidad de nuestro tiempo, amenaza la alegría de la fe y corre el riesgo de apagarla, socavando gravemente la experiencia cristiana". Uno piensa inmediatamente en la secularización, que desde hace tiempo ha transformado el estilo de vida de las mujeres y los hombres de hoy, dejando a Dios casi en un segundo plano". La tensión entre Roma y la Alemania católica en el actual proceso sinodal traza precisamente los términos de esta alternativa epocal; el propio Papa ha advertido a los obispos alemanes que no tensen demasiado la cuerda en cuanto a los derechos de las minorías antropológicas y la composición horizontal de la comunidad eclesial, pues el riesgo es caer nuevamente en un cisma de tipo luterano.

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En la Catedral de Notre Dame de Quebec, el discurso de Francisco a los obispos, al clero y a los agentes de...

Las incertidumbres del Vaticano sobre la condena de la guerra rusa y el apoyo a la resistencia ucraniana se justifican no sólo por su natural apoyo al diálogo y al pacifismo como única vía para hacer deponer las armas a los contendientes. También está la necesidad de encontrar una respuesta adecuada al desafío epocal lanzado por la ortodoxia rusa. Se trata de definir la verdadera primacía universal de la Iglesia y del cristianismo en el mundo, que en esta versión no depende de las verdaderas o presuntas raíces apostólicas, del número y de las estadísticas de los fieles bautizados o practicantes -que también son muy aleatorias-, de las comprensiones ecuménicas, teológicas o humanitarias, por muy nobles y polvorientas que sean. Depende del consenso y de la capacidad de influencia social y política, del nuevo uso de la religión para definir los límites de los derechos y las instituciones, del apoyo ideológico a las visiones del mundo por venir.

La revancha conservadora, o la contrarrevolución moral, como la llaman algunos medios rusos, es el objetivo global y declarado de la guerra en Ucrania. Y es por ello que sacude los sensibles nervios de Occidente, mucho más que por la contigüidad geográfica entre los ejércitos de la OTAN y los de la Rusia neo-soviética. Al fin y al cabo, la guerra ya es un dato de hecho, al que “por tradición”, los seres humanos se adaptan con gran facilidad, tomando partido y entusiasmándose. Ya sea con las innovaciones tecnológicas del armamento, escandalizándose y conmoviéndose con las escenas trágicas que llenan los telediarios y convocando a generales y prelados para que comenten las dimensiones más complejas de los asaltos de misiles y devociones.

Las sociedades occidentales están cansadas de la loca guerra de rusos y ucranianos, sobre todo en el sofocante calor de las vacaciones de verano, cuando la gente sólo busca el frescor de las cumbres (que, por cierto, se derrumban por los deshielos) o la brisa de las playas, suponiendo que puedan encontrar socorristas que las vigilen y rescaten a los incautos que chapotean en las olas. No sabemos a qué nos enfrentaremos después de las vacaciones, entre crisis energéticas y proclamas electorales, pero sí sabemos que los rusos están entre nosotros: no entre los espías de los servicios secretos, ni en los resorts y villas suntuosas, ahora abandonados y requisados. Están dentro de nosotros, en nuestros miedos y en nuestra indiferencia, en nuestra incapacidad de unirnos política, religiosa o incluso sólo humanamente, para no sucumbir hundiéndonos en una nueva Edad Media del espíritu.

No podemos dejar de encomendarnos al magisterio del Papa Francisco, cuando explica que "cuando observamos la cultura en la que estamos inmersos, sus lenguajes y sus símbolos, debemos tener cuidado de no quedar prisioneros del pesimismo y del resentimiento, dejándonos llevar por juicios negativos o por nostalgias inútiles".

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El tema no se debate en el Congreso Mundial de Tártaros, controlado por el régimen de Moscú. Sigue viva la...

Sus jóvenes mueren en Ucrania; muchos tártaros quieren separarse de Moscú

El tema no se debate en el Congreso Mundial de Tártaros, controlado por el régimen de Moscú. Sigue viva la figura de Mirsaid Sultán-Galíev, uno de los padres fundadores del Tartaristán moderno, víctima de la represión estalinista. La mayoría de los tártaros se oponen a la idelología neoimperial de Putin.

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Moscú (AsiaNews) - La guerra de Putin en Ucrania afecta a muchos jóvenes tártaros: son enviados a combatir y un número impresionante de bajas vuelven a casa casi en secreto. Todo ello está provocando un fuerte resurgimiento del separatismo, y muchos tártaros  desearían romper relaciones con la Federación Rusa.

En estos días celebra su 30º aniversario el Congreso Mundial de los Tártaros, una institución creada tras el fin del régimen soviético en la república rusa de Tartaristán. Y el encuentro se produce en el momento más crítico de los últimos tiempos.

Como observa el politólogo Ruslan Ajsin, que reside en Kazán, "hoy, la nación tártara está muy dividida: una parte, la más vinculada a las estructuras de poder, apoya la agresión de Moscú contra Kiev, pero la mayoría se opone al actual régimen". El Congreso que se celebra actualmente se ciñe a las consignas de los partidos putinistas, como Rusia Unida o los comunistas del KPRF, y avala las consignas de guerra. No escuchan las voces de los siete millones de tártaros de Rusia y el mundo.

El mundo tártaro es asimilado oficialmente al "mundo ruso", siendo también la evocación histórica del resurgimiento de la Santa Rusia contra los invasores asiáticos medievales. La intelectualidad local, y en general la parte de la población más sensible a las reivindicaciones autonomistas, ha emigrado hace tiempo al extranjero -la mayor parte huyó en los últimos meses- y el Congreso Mundial está controlado de facto por Moscú. En sus orígenes, el Congreso fue concebido como un organismo transnacional, para organizar la diáspora tártara y cultivar lazos con su tierra originaria.

Los organizadores excluyeron de la agenda del encuentro las cuestiones sensibles como el uso y la enseñanza de la lengua tártara, así como cualquier otra dimensión del desarrollo social y cultural del pueblo tártaro. El último congreso se había celebrado hace cinco años, cuando todavía se esperaba lograr un "punto de inflexión epocal" tras 25 años de relativa autonomía en la historia reciente de Rusia. Sin embargo, como puede verse hoy, sólo produjo programas de fachada, frustrando las expectativas del pueblo tártaro.

En ese momento se produjo un resurgimiento del Consejo de la "Milli shura", la organización de los tártaros musulmanes fundada 100 años antes en Petrogrado, en mayo de 1917, poco después de la revolución de febrero y luego suprimida por los bolcheviques. Esta organización tiene por objetivo consolidar la idea de una unión mundial del pueblo tártaro. Hoy volvemos a esos días, y conmemoramos a uno de los padres fundadores del Tartaristán moderno: Mirsaid Sultán-Galíev, nacido hace 130 años, pero víctima de la represión estalinista.

Galíev era un político y líder muy querido por el pueblo y había respaldado el proyecto de una nación tártara en todos los sentidos, incluso con su apoyo en las luchas de poder de las primeras décadas de la Unión Soviética. Había logrado que el Partido Comunista respetara en cierta manera el islamismo urálico, aunque debía sintetizarlo con los ideales del socialismo y el bolchevismo y luchar contra el colonialismo y el "chauvinismo gran-ruso". Lenin también apoyó esta postura en la década de 1920, pero una vez que Stalin tomó el poder, se procedió a "normalizar" la situación.

Galíev contribuyó a la fundación de la Universidad de los Pueblos de Oriente, de la que fue el profesor más popular. Su legado político y cultural se extendió más allá de la región de los Urales, hasta el punto de que un retrato suyo colgaba en la pared del líder de la revolución egipcia Gamal Abdel Nasser, y también de la argelina Ahmed Ben Ali. Aunque fue marginado en su patria, en varios países árabes y en Turquía se cultiva su memoria e incluso se publican regularmente nuevos libros sobre él.

Los ecos del pasado se sienten hoy entre los tártaros de Kazán, Ufa y varias partes del mundo, con la defensa de la religión musulmana y la identidad nacional. Y esto trasciende los congresos formales, narcotizados por la ideología neoimperial de Moscú. Es más, los mismos forzamientos que provocaron la tragedia ucraniana están dando lugar a otras interpretaciones nuevas de la historia -tanto en Kiev como en Tartaristán- y sus efectos prometen prolongarse por mucho tiempo.

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Arrestaron al diputado de la legislatura petersburguesa Aleksandr Shishilov, del partido Yabloko. Habría...

San Petersburgo: los liberales desafían la falsa unanimidad del consenso putiniano

Arrestaron al diputado de la legislatura petersburguesa Aleksandr Shishilov, del partido Yábloko. Habría desacreditado a las Fuerzas Armadas que luchan en Ucrania. Muchos académicos defienden su postura. Un ejemplo de los que siguen luchando por la libertad de expresión en Rusia.

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Moscú (AsiaNews) - Todo aquel que esté en desacuerdo con la línea del Kremlin es detenido o castigado, y acusado de "desacreditar a las Fuerzas Armadas". Aún así, no se logra censurar la opinión de los que se oponen a la guerra ni sus motivaciones ideológicas. Entre los últimos detenidos se encuentra un diputado de la asamblea legislativa de San Petersburgo. Se trata de Aleksandr Shishilov, profesor universitario y miembro del partido liberal Yábloko, acusado por sus publicaciones en la red social "VKontakte". El caso está causando un gran revuelo en la opinión pública.

Shishilov es una figura muy conocida, con una importante trayectoria: es un físico y matemático que participa de la vida política desde 1990, como diputado reformista de "Lensovet", el consejo comunal que funcionaba antes del colapso de la URSS. Fue director del centro político "Strategija" y miembro de varias legislaturas de la Duma de San Petersburgo. Participó también en comisiones gubernamentales de educación e investigación científica. Diplomático y activista humanitario, propuso que el Consejo honrara la muerte de los fallecidos en la guerra de Ucrania con un minuto de silencio. Una posición que difiere de la del nacionalista Zhirinovski, que durante mucho tiempo incitó a Rusia a la guerra.

Frente a su detención y las acusaciones, Shishilov reaccionó abiertamente, denunciando una "persecución contra los liberales y los que adoptan posturas diferentes a las de los cinco partidos mayoritarios". "Como soy el líder de una minoría de la oposición, conmigo son golpeados todos los que se preocupan por la democracia y la libertad de expresión", dijo a los periodistas. Además del ultraje al difunto belicista, se lo acusa por sus críticas a la "cinta de San Jorge", un símbolo clásico del ejército ruso, hoy utilizado en la propaganda anti-ucraniana.

"Poner la esvástica de la Z putiniana en esta cinta", escribe Shishilov en las redes sociales, "es una ofensa a un símbolo de nuestro pueblo, es un descrédito". Para formular los cargos contra una figura tan destacada como Shishilov, se creó incluso una comisión académica de expertos y juristas. Al frente de la comisión está la titular de la Cátedra de Derecho Penal de San Petersburgo, Veronika Abakanova, quien destacó precisamente la "interpretación personal del símbolo de San Jorge".

Shishilov comentó que "es triste ver cómo las emociones más burdas pueden rebajar a tal punto a institutos y profesores cualificados, y que ello desemboca en el terror policial y la persecución de quien piensa diferente". Muchas figuras del mundo académico se solidarizaron con el profesor y político. Entre ellas, la historiadora Irina Levinskaya, quien criticó a la comisión de expertos por su manifiesta parcialidad e incompetencia, al tener que decidir sobre el valor histórico de un objeto simbólico.

La condena de Shishilov también estuvo motivada por el uso del término "denominada" en referencia a la operación militar especial, que fue tachado de "irónico e injurioso", lo que también provocó la reacción de literatos y filólogos que hablaron de "uso ideológico de la lingüística". Natalia Evdokimova, secretaria del Consejo de San Petersburgo para la Defensa de los Derechos Humanos, también intervino en apoyo del acusado, afirmando que "cuando una figura política y social tan competente habla de estos temas, es importante escucharla sin prejuicios".

En los últimos años, junto a Shishilov, Evdokimova ha organizado varias iniciativas en defensa de la democracia y los derechos constitucionales, incluso en apoyo del movimiento de Alekséi Navalni, denunciando en particular la violencia policial contra los manifestantes en varias ocasiones. Por su parte, otro diputado petersburgués, Boris Vishnevskiy, considera "completamente absurdas" las acusaciones contra su colega, "que siempre ha expresado sus opiniones con respeto y coherencia, sin desacreditar nunca a nadie".

Según Vishnevskiy, "estas acusaciones y procesos ridículos tienen como objetivo crear la ilusión de unanimidad en nuestro país. Y para ello hay que utilizar métodos represivos, que impidan la libre expresión de cualquier opinión distinta a la oficial". Castigar a un exponente destacado, en definitiva, sirve para intimidar al ciudadano medio, que "sólo puede callar y meter la cabeza en la arena".

Todavía no se ha establecido la fecha del proceso judicial que resolverá el caso, y Shishilov tiene la intención de hacerlo lo más público posible, para exponer la inconsistencia de la propaganda y las acusaciones engañosas. Su abogado, Leonid Krikun, ya ha empezado a difundir todos los documentos relacionados con el proceso, incluso rompiendo protocolos y prohibiciones y publicando todo a través de Facebook, a pesar de las amenazas de la Fiscalía y la policía. Quizás un resquicio de verdad y libertad de expresión ilumine el manto de plomo de las purgas de Putin.

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Crecen los interrogantes sobre la evolución de la crisis militar y económica, y surgen analogías con...

La guerra en Ucrania, los halcones y una salida para Putin

Crecen los interrogantes sobre la evolución de la crisis militar y económica, y surgen analogías con el colapso de la URSS tras la guerra de Afganistán. Para el politólogo Galljamov, el zar Putin se está "debilitando" y busca "una salida". Sorpresiva crisis con Israel, una señal de que Putin comienza a ceder ante los halcones del Kremlin. El intento de "permanecer en la silla" y la posibilidad del exilio (en Teherán).

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Moscú (AsiaNews) - Los acontecimientos de la guerra en Ucrania tienen consecuencias extremas para Rusia y podrían transformarse en un apocalipsis global. Muchos se preguntan sobre el posible desenlace de la crisis militar y económica. Rememorando el colapso de la URSS tras la guerra de Afganistán, uno de los escenarios imaginados es la salida de escena de Vladímir Putin. El hombre que antes era visto como un soberano ilustrado, hoy se ha convertido a los ojos de todos -en el país y en el extranjero- en un dictador obsesionado por la victoria, o por la posible derrota.

Uno de los más lúcidos comentaristas de los asuntos rusos, el politólogo Abbas Galljamov, concedió una larga entrevista a la edición internacional de Nóvaja Gazeta, el periódico del premio Nobel Dmitri Murátov, ahora clausurado en Rusia. Galljamov considera que Putin "se está debilitando cada vez más ante los ojos de todos, y está buscando una salida". En las últimas semanas sucedieron hechos sorprendentes: Rusia ha comenzado a discutir incluso con Israel y el acuerdo sobre granos -que, extrañamente, fue firmado por el ministro de Defensa- amenazó con estallar inmediatamente después de su firma.

Según Galljamov, la deriva de las relaciones con Israel es una señal de que Putin está cediendo a la influencia de los halcones del Kremlin. El politólogo trabajó durante varios años en el aparato de la administración presidencial en Moscú y luego colaboró con el presidente de Baskortostán, la república uraloaltaica tártara donde nació. Recuerda que hace tan sólo dos meses, Putin perjuraba que quería mantener buenas relaciones con Israel. En aquel momento llamó por teléfono al entonces Primer Ministro Bennett para disculparse por las palabras de Lavrov, que había hablado de los presuntos orígenes judíos de Hitler. No es frecuente que Putin se disculpe por los errores cometidos por sus subordinados, y la cuestión tuvo cierta repercusión.

No obstante, el Ministerio de Justicia ruso adoptó recientemente una medida mucho más ofensiva contra los judíos: clausuró la representación rusa de la agencia "Sokhnut" que se ocupaba de la repatriación a Israel. Esta decisión provocó una profunda irritación en Tel Aviv, como si las relaciones diplomáticas fueran dictadas por los tribunales. Sin embargo, Moscú no tiene ningún interés en deteriorar las relaciones con Israel. El Estado judío aloja a muchos ciudadanos de origen ruso y hasta ahora no ha aplicado las sanciones occidentales. Además, mantiene una relativa neutralidad respecto a Ucrania, e incluso se ha negado a venderle armas.

Galljamov cree que "Putin ya no es capaz de controlar la situación, que se le está yendo de las manos bajo la influencia de los siloviki, los hombres del aparato de seguridad que le rodean". Un indicador de la crisis del dictador del Kremlin es la caída gradual del consenso interno respecto a la operación militar especial. El riesgo es que aumenten las protestas contra el presidente, y en estas circunstancias, Putin "otorga mayores poderes a los sectores más radicales".

La represión y la persecución contra figuras respetadas como Gorinov, Kará-Murzá, Jašin y Šišilov proviene de los partidarios de la línea dura, al igual que la retórica cada vez más extrema de personajes que solían ser relativamente moderados, como el ex presidente Medvédev y el ex primer ministro Kiriyenko. Ante la presión de estos sectores, no es seguro que Putin vaya a claudicar del todo; como recuerda Galljamov, "incluso Stalin organizó la colectivización y luego acusó a los que la implementaron".

A veces, Putin castiga a los suyos cuando exageran, como ocurrió con Nikolái Pátrushev, quien fue apartado del FSB y hoy se perfila como posible sucesor del presidente, y un defensor de una línea aún más dura. En realidad, según Galljamov, Putin “está tratando de mantenerse en el sillón el mayor tiempo posible, porque es consciente de que su salida implica un escenario de levantamientos y revoluciones en Rusia". En las redes sociales se bromea con que la reciente visita de Putin a Teherán fue en realidad un ensayo para una posible huida al extranjero. Y, según el politólogo, Irán sería "un destino más adecuado que otros, mejor que Corea del Norte.

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Comienzan a sentirse los golpes de la crisis económica en Rusia, como consecuencia de las sanciones...

El capitalismo infantil del Putinomics

Comienzan a sentirse los golpes de la crisis económica en Rusia, como consecuencia de las sanciones occidentales. Putin y sus secuaces han privatizado de facto todo el país y lo consideran de su propiedad. El peso de la transformación recae en la mayoría de la población, que no tiene ni voz ni voto.

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Milán (AsiaNews) - Tal como habían previsto muchos economistas, en agosto comienza a sentirse en Rusia la presión de la crisis económica a causa de las sanciones occidentales. El problema es que no es la "economía de Putin" la que está entrando en crisis, sino la de los ciudadanos de a pie, o mejor dicho, la de lo poco que queda de la clase media rusa, que desde los años 90 luchaba por alcanzar un nivel de vida similar al de las sociedades occidentales.

La primera ola de liberalización y "capitalismo salvaje" tuvo lugar en los primeros cinco años de gobierno de Yeltsin, de 1992 a 1997. Posteriormente disminuyó con el derrumbe de los castillos financieros de 1998, que provocó la devaluación del rublo y el paso a la gestión "vertical" del poder político y económico, Putin fue quien llevó adelante este cambio de gestión en la década de 2000, con la expulsión de los oligarcas que no se sometían. Uno de ellos, Mijaíl Jodorkovski, pasó 10 años en un campo de detención siberiano por intentar defender los principios del liberalismo.

Los demás propietarios de las grandes empresas de energía y explotación de recursos naturales, único motor real de la economía rusa, se han alineado con el servicio "patriótico" que impone el Kremlin. Esto supone gozar de privilegios de casta, de los que el propio Putin y sus familiares son los mayores beneficiarios. El resto del comercio interior ha intentado organizarse a la sombra de la "pax oligárquica", explotando las rendijas, si bien limitadas, que posibilitan el comercio internacional y ofreciendo bienes de consumo de todo tipo para atraer a esos 30-40 millones de ciudadanos (menos de un tercio de la población) que se habían liberado de la pasividad socialista de la tradición soviética para vivir de forma más moderna e independiente.

Vladislav Inozemtsev, economista y director del Centro de Investigación sobre la Sociedad Post-Industrial de Moscú, es uno de los referentes de la débil oposición liberal al régimen de Putin. En el Moscow Times expresó su opinión de que "Putin y sus secuaces han privatizado de facto todo el país, y lo consideran a todos los efectos de su propiedad; el sistema financiero se apoya en las corporaciones estatales, el poder de la ley está limitado por las consideraciones e intereses de los dueños, y Rusia ha perdido ahora cualquier posibilidad de liberarse de su dependencia de las materias primas. Está destinada a convertirse en un satélite de China".

Lo que está sucediendo ahora no parece en absoluto la catástrofe del “Putinomics”, sino más bien su consolidación definitiva. La ruptura de las relaciones con el mundo exterior, la división de los inversionistas entre “no amigables", enemigos y pocos aceptables, la negativa a cumplir con la mayoría de las obligaciones internacionales, la confiscación de una gran parte de las propiedades extranjeras en el país, todo esto es el triunfo del "business a nuestra manera" del que Putin siempre se ha mostrado orgulloso. A ello hay que sumar la apropiación estatal de derechos de autor y licencias, el derecho a la importación ilegal y “paralela” respecto de sanciones y mucho más, que hacen que las empresas estatales, y sobre todo la militar, sean las principales beneficiarias del viraje del régimen sancionatorio.

Estos cambios golpean de forma más catastrófica a las iniciativas comunes entre empresas rusas y extranjeras, que en Rusia se habían abierto camino con gran dificultad, con las primeras joint-ventures al final del período de Gorbachov. De alguna manera, estas compañías habían logrado transformar la cultura empresarial rusa, e incluso los hábitos de consumo. El mercado de la producción de automóviles y de ensamblaje, y en los últimos años el intercambio de bienes a través de internet y la digitalización, desde la expansión de los servicios hasta la producción de fertilizantes y metales, también fueron sustentados por una amplia esfera de la comunicación de masas, publicitaria y periodística, que hoy está completamente silenciada y controlada, o reducida a pura propaganda.

Los profesionales y ejecutivos más calificados -en el área de tecnologías de la información, freelancing, y el sector privado- se marchan de Rusia con un flujo cada vez mayor. El fenómeno despierta una ola de satisfacción en las altas esferas: lo ven como una “fuga de traidores”, según la definición de Putin. Los dirigentes del régimen garantizan: "esto no afectará el desarrollo de nuestra economía", entendida según los esquemas infantiles y paternalistas con los que se pretende gobernar entre el espíritu del asistencialismo soviético y el dirigismo neocomunista y oligárquico de el tipo chino.

Los que sufrirán la crisis económica no serán los jerarcas del régimen y la clase de magnates a él vinculados, pero quizás éstos atraviesen una fase de reorganización y nuevo reparto del pastel. Y ello queda de alguna manera demostrado por la desaparición cada vez más repentina y frecuente de algunos peces gordos, en circunstancias extrañas: suicidios, accidentes o envenenamientos. El peso de las transformaciones recae sobre la mayoría de la población, ahora privada de voz, luego de la represión sistemática de toda forma de oposición en los últimos dos años. Y ahora es evidente que dicha represión no estaba dictada por la necesidad de consolidar el sistema para siempre. El objetivo era prepararlo para el aislamiento definitivo, tras la guerra metafísica con el mundo entero.

Putin no será expulsado del Kremlin como consecuencia de las sanciones económicas y tampoco de derrotas militares o revoluciones populares, bastante improbables hoy en día. La historia avanza hacia una nueva fase, y será necesario imaginar un mundo nuevo, en Oriente y Occidente, que sea capaz de volver a empezar después de las guerras y el levantamiento de nuevas barreras. No se ven profetas capaces de describir este mundo del futuro, después del Apocalipsis ucraniano. En todo caso, hasta ahora solo retumban los anuncios de desventura y desgracias. Como la visión distópica del "Día del Opričnik", una novela de Vladímir Sorokin publicada en 2006, que ya entonces imaginaba a Rusia nuevamente sellada herméticamente a las influencias externas, como, efectivamente está sucediendo ahora.

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En dos discursos pronunciados en estos días el presidente Putin y el patriarca de Moscú Kirill han puesto...

La batalla de Rusia contra el totalitarismo neoliberal

En dos discursos pronunciados en estos días el presidente Putin y el patriarca de Moscú Kirill han puesto una vez más de manifiesto que el objetivo de la guerra no es sólo Ucrania sino todo Occidente, con su modelo de sociedad que atribuye "un valor absoluto a las decisiones individuales". Un desafío político, moral y espiritual.

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El presidente ruso Putin y el patriarca de Moscú Kirill han vuelto en los últimos días a declamar los principios ideológicos que imponen la "necesidad" de actuar a nivel militar en Ucrania, para poner freno a la invasión occidental que, a su juicio, pretende imponer un modelo de sociedad y de convivencia absolutamente inaceptable para los rusos y desastroso para toda la comunidad mundial, a la que Rusia se propone defender.

Kirill habló en el Gran Salón de la Filarmónica de San Petersburgo, donde se celebró una velada en memoria del metropolitano mártir de Petrogrado Benjamín (Kazansky). Benjamín fue ejecutado por los bolcheviques hace 100 años y es uno de los primeros y más grandes testigos de la fe en el comienzo de las persecuciones contra la Iglesia, junto con otros obispos y sacerdotes mártires. En su honor la orquesta interpretó el oratorio de la "Pasión en el Gólgota". El patriarca aprovechó la oportunidad para advertir sobre la necesidad de resistir a la nueva persecución, que es la "difusión del pecado" impuesta por la ideología secularizada y consumista de Occidente.

Kirill citó como ejemplo la "pasión por la ropa bonita, que hace perder la cabeza a la gente" y se propone "con machacona insistencia a través del cine y la literatura". Cuando se cede a esta propaganda "todo se destruye en la vida de las personas, la vida familiar, la moral; el hombre mismo se vuelve débil y se somete a las fuerzas externas". La culpa es del "liberalismo contemporáneo, que atribuye un valor absoluto a las decisiones individuales. Una enorme cantidad de personas en el mundo viven según este criterio, sobre todo en los países occidentales, pensando que eso es bienestar". Por el contrario, hay que vivir "pensando en las cosas realmente importantes, observando las leyes divinas y profesando la propia fe en todos los niveles: en la política, la economía y la ciencia", concluyó el patriarca.

Las persecuciones que se desencadenaron hace cien años, de las que Benjamín fue víctima, se debieron a la imposición soviética de confiscar los bienes de la Iglesia en 1921-22, cuando terminó la guerra civil entre Blancos y Rojos que había sumido a Rusia en una gravísima crisis y provocado una carestía generalizada. La Iglesia fue acusada de oponerse a la confiscación y ocultar bienes, lo que llevó al arresto y la condena a muerte de muchos miembros del clero ortodoxo y también de algunos sacerdotes y obispos católicos. En total, la Iglesia Ortodoxa cuenta hoy con 1.700 "nuevos mártires" de la época soviética, y la Iglesia Católica también ha proclamado algunos. El paralelismo propuesto por Kirill es particularmente expresivo de la interpretación "salvífica" del martirio que debe afrontar Rusia: despojarse de los "bienes superfluos" es precisamente el efecto que está provocando la guerra en Ucrania debido a las sanciones occidentales.

Vladímir Putin también condenó el "totalitarismo neoliberal" que se intenta imponer en todo el mundo a través de "la hegemonía de Occidente" y contra el que Rusia ha decidido reaccionar. Lo hizo durante su discurso en la X Conferencia de Seguridad de Moscú, a la que no asistieron los representantes de los países "no amigos" y quedó limitada a los rusos y unos pocos aliados. A su juicio, "las élites occidentales están tratando por todos los medios de preservar esta hegemonía que se les escapa de las manos" en la nueva etapa del orden mundial inaugurada por la guerra de Ucrania.

Esa hegemonía, para el jefe del Kremlin, significa "estancamiento, oscurantismo, cancelación de la cultura", una dictadura mucho peor que la soviética, dijo en sintonía con el patriarca Kirill. Estamos pues en la segunda fase de la guerra, en la cual la intervención militar constituye la necesaria premisa "defensiva" mientras los dirigentes rusos se disponen a lanzar el ataque más masivo y decisivo, el ideológico, sabiendo que en este terreno cuentan con muchos más aliados que en el campo de batalla de los soldados y las bombas. El objetivo es liberarse de la opresión del "neocolonialismo del Occidente colectivo", caracterizado por la búsqueda de nuevos aliados militares, que en vez de garantizar una mayor seguridad en Europa y en el mundo "produce exactamente el efecto contrario". Por eso en diciembre del año pasado se ignoraron las medidas propuestas por Rusia para la seguridad mutua, obligándola a tomar la decisión de ejecutar la "operación militar especial", que según Putin se llevó a cabo "en pleno cumplimiento del estatuto de las Naciones Unidas".

Para Putin, las sanciones solo castigan a quienes las emitieron "ilegalmente" y han supuesto para la Unión Europea más de 400.000 millones de dólares de pérdidas debido a la "histeria febril de las sanciones, completamente fuera de la realidad y contra todo sentido común". Hoy, en cambio, podemos empezar por fin a “trazar los contornos de un orden mundial multipolar, y cada vez son más los países que optan por un modelo de desarrollo libre y soberano, basado en su propia identidad, en sus valores y sus tradiciones”.

Putin da a entender que observa atentamente los procesos y cambios que se están produciendo en la política de muchos países occidentales, donde las "élites globalistas que provocan el caos" son cada vez más cuestionadas por las "alternativas soberanistas". EE. UU. y "sus vasallos" intentan inmiscuirse en los asuntos internos de los estados soberanos, "organizando provocaciones, golpes de Estado y guerras civiles", y en consecuencia "es necesario resistir incluso con el uso de la fuerza".

La OTAN está tratando de expandirse hacia el Este aumentando el poderío de su infraestructura militar, y por eso constituye la verdadera amenaza para la seguridad mundial. En los últimos años ha preparando al pueblo de Ucrania "para un destino de carne de cañón, poniendo en práctica un proyecto anti-Rusia y cerrando los ojos ante la difusión de la ideología neonazi”. Los "anglosaksy" quieren extender este conflicto al mundo entero, y de Europa del Este pasarán a Asia, África y América Latina.

Putin se refirió explícitamente a las maniobras estadounidenses en la región del Pacífico y a su "aventurerismo" en las relaciones con Taiwán, como la visita de Nancy Pelosi, invocando implícitamente de esa manera la protección del gran hermano de Beijing. Pero dirigiéndose al público que tanto aprecia, los electorados de los países occidentales, acusó a los pérfidos globalistas de "intentar distraer la atención de sus ciudadanos de los gravísimos problemas sociales y económicos atribuyendo la culpa a Rusia y China, como el colapso del nivel de vida, el desempleo, la pobreza, la desindustrialización y tantos otros ámbitos en crisis”.

El objetivo de la guerra de Putin no es solo Ucrania sino todo Occidente, del que Rusia no tiene ninguna intención de separarse. Por el contrario, se está preparando para dominarlo, no tanto militarmente cuanto a nivel político, moral y espiritual.

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A pesar de las sanciones occidentales, los precios de consumo siguieron bajando en agosto y el rublo se...

Rusia y su economía de guerra: la burbuja patriótica y un futuro incierto

A pesar de las sanciones occidentales, los precios de consumo siguieron bajando en agosto y el rublo se mantuvo fuerte. Es decisivo el precio del petróleo crudo, que no obstante se está moderando debido a la menor demanda de China. Silencio de los economistas y expertos vinculados al Kremlin. En los meses venideros -de septiembre a diciembre- se juega el futuro del país, con consecuencias globales.

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Moscú (AsiaNews) - Mientras las sanciones occidentales empiezan a minar seriamente muchos sectores de la economía rusa, la población vive desde hace tres meses en una burbuja ilusoria de bienestar patriótico. Según las últimas encuestas, en el mes de agosto, también bajaron de forma constante los precios de los artículos más comunes en tiendas y mercados, y el tipo de cambio del dólar y el euro rondó los 60 rublos (frente a los 80 de antes de la guerra). Se trata de un fenómeno inédito en el último siglo. Y si bien infunde un optimismo generalizado, todavía deben superarse las verdaderas pruebas que aguardan a la puerta.

Mientras tanto, los rusos disfrutan de un verano de tranquilidad y relativa prosperidad, tras el pánico de la primavera al comienzo de la guerra. Las políticas de apoyo a la moneda mantienen el "rublo fuerte" a salvo de las medidas que restringen sus transacciones internacionales, y las reservas de productos occidentales aún no se han agotado, aunque empiezan a escasear. McDonald's y Starbucks han sido sustituidos por variantes domésticas, que intentan ofrecer café y hamburguesas del mismo nivel.

La deflación es calculada y anunciada triunfalmente por el instituto estadístico Rosstat ya no mes a mes, sino semana a semana. Los economistas se preguntan cuánto durará el idilio, y tratan de evitar las maldiciones de los detractores y el éxtasis de los expertos estatales. Obviamente, el principal indicador de la economía rusa es el precio del barril de petróleo: actualmente se sitúa en torno a los 95 dólares, y por primera vez cae por debajo del nivel anterior al 24 de febrero. La razón de esta caída se atribuye principalmente a la menor demanda de China, que lidia con nuevas restricciones por el Covid. Esto también indica que los altos precios del petróleo no son un factor tan vinculante como se pensaba.

La demanda de crudo depende de muchas circunstancias, y en las principales economías del mundo comenzará un proceso de recesión -una perspectiva ciertamente probable-, por lo que el precio del barril caerá mucho y durante mucho tiempo, poniendo a Rusia realmente en crisis. El petróleo de los Urales se vende actualmente a 65 dólares -casi al mismo precio que en 2021, cuando alcanzó una media de 69 dólares- y no se ha beneficiado de las subidas de los últimos meses. Falta la llamada "prima de crisis", a pesar de que la dependencia de los países europeos respecto a Rusia sigue siendo muy fuerte en este sector. Y todo ello ocurre antes de los previsibles cataclismos invernales.

Desde hace varios meses, a diferencia de lo que ocurría en años anteriores, el gobierno no difunde el presupuesto del Estado y florecen las hipótesis fantasiosas al respecto. Por ejemplo, no se sabe a cuánto asciende realmente el gasto militar ruso. En principio, se estima que el presupuesto de julio será un 15% superior al de 2021, cuando el déficit se fijó en 900.000 millones de rublos. Por tanto, el aumento podría superar los 10 billones a finales de año. Difícilmente se podrá cubrir semejante abismo evitando la emisión masiva de moneda, lo que provocaría la inevitable subida de los precios. Se trata de un razonamiento que se funda en los procesos habituales, pero lo cierto es que en Rusia jamás se había visto un déficit semejante.

Hay que subrayar que el enorme aumento de los gastos en julio vino acompañado de una fuerte caída de los ingresos. Las entradas de Rusia se redujeron un 26% respecto al año pasado, incluidos los ingresos por exportaciones de petróleo. Además, las ventas de gas a Europa también caerán bruscamente en los próximos meses. A su vez, el IVA se desplomó un 42%, y los expertos no saben qué conclusiones sacar; probablemente tampoco los representantes del Ministerio de Hacienda en Moscú, obligados a guardar silencio y a mantener un optimismo de fachada.

Se espera que los datos de septiembre aporten cierta claridad, al menos en lo que respecta a los ingresos fiscales. Generalmente, cuando se producen emisiones de moneda extraordinarias, la inflación se dispara a los dos o tres meses. Por otro lado, la caída de los precios del gas y el petróleo obligaría al rublo a debilitarse frente al dólar, el euro y el yuan. Entre septiembre y diciembre de 2022, en definitiva, se entenderá el futuro de la economía rusa, y también las consecuencias globales.

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