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Sexorro2

Del Trabajo

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Hace un rato redactaba un reporte en mi barrio rojo local sobre una de las tantas caribeñas que por tener que sacarle el jugo a la visa de turista se revientan trabajando día y noche, lo que termina por minar sus ganas de hacer bien la pega. Y así, después de haber empezado como sabrosas panteras en la cama, degeneran en tristes y mecánicas muñecas inflables. Pero, lejos de expresar mi indignación con el esperable rosario de chuchadas por el dinero tirado por el WC, su caso me dejó pensando: todos caemos en lo mismo en algún momento de nuestra vida laboral. 

El trabajolismo es comprensible en los años 20's: aún nos queda una buena carga del exceso de energía de la niñez (por el acelerado metabolismo de su crecimiento, los cabros chicos son pilas nucleares), lo que se traduce en que queremos comernos el mundo; y además cuando uno recién empieza no tiene ni uno, por lo que está también obligado a trabajar como chino. Pero a medida que las deudas se van pagando y las finanzas se van estabilizando, lo más saludable es ir sacando el pie del acelerador. Saludable no sólo porque hay que chutear el infarto para lo más adelante posible, si no también porque el más frecuentes efecto colateral del éxito laboral es tener la vida personal hecha un desastre: ¿de dónde salen las horas que dedicas a conquistar el mundo?, de tus vidas familiar y de pareja. A tus cabros los cría internet y terminan en las drogas; tu mujer termina gorreándote porque llegas a puro dormir; y tú mismo terminas envejeciendo prematuramente (y adelantando el infarto 20 años antes de lo que te corresponde por genética) por las líneas de coca que usas para resistir las arduas jornadas de conquista de nuevos terrenos de caza rebosantes de mamuts, milodones, tigres dientes de sable y otros manjares para llevar a la caverna del clan. 

Claro, a los trabajólicos hay que reconocerles que son los gestores de la evolución tecnológica mundial: de no ser por ellos aún nos comunicaríamos por señales de humo y viviríamos en chozas infestadas de piojos. A la sociedad le sirve mucho más un trabajólico que un comunistemierda que se levanta al mediodía porque tiene la vida resuelta gracias a sus chocosos de falso ejecutado por la dictadura, mientras vive cagado de la risa en Francia o Suecia y sus hijos salen a honrar la tradición familiar revolucionaria convertidos en los carteristas más buscados de Europa. O que un nini que se levanta al mediodía sólo a tirar molotovs porque sabe que no necesita estudiar ni trabajar, tiene el "futuro" asegurado como vago remunerado en cualquiera de los partidos revolucionarios. 

Los trabajólicos son como los flojos, los maricones y los delincuentes: parte de la biodiversidad. O sea, hay gente que por genética no soporta estar quieta, necesitan producir todo el santo día, criaturas atormentadas por la hiperkinesis que jamás llegan a disfrutar el placer de estar satisfechos. ¿Cómo saber si eres uno de ellos o simplemente estás forzando algo para lo que tu cuerpo sencillamente no está hecho?

El ciudadano debe aprovechar la mirada hacia atrás que se hace a los 30's y 40's, esa etapa en que el frenazo metabólico te empieza a quitar las ganas de huevear en exceso (en todos los sentidos) y espontáneamente te conduce a evaluar lo hecho en la primera mitad de la vida: ese es el momento de evaluar si te sientes cómodo o no con la velocidad de la cinta rodante sobre la que durante dos décadas has corrido más rápido que lanza chileno en Europa. 

Hay que aprovechar que tanto el trabajolismo como la flojera, si bien tienen mucho que ver con tu química genética, también son fuertemente influenciados por la voluntad; y la voluntad es como el físico y el intelecto: se pueden fortalecer con disciplina. 

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Es muy cierto lo que dices, yo he conocido gente de todos esos tipos que mencionas. Quizás el mayor problema es que la sociedad actual es un hervideo de estrés, cansancio, malos ratos, etc., que hace que las personas caigan en un círculo vicioso de cual no salen hasta que están con los pies por delante. Yo reconozco que estoy hasta el cogote de trabajar no por flojo (nunca me han retado por eso en algún trabajo, sino todo lo contrario), sino por lo mal remunerado monetaria y personalmente, con malos ambientes y cero posibilidades de superación (más difícil ahora gracias a los "turistas" que no se quieren ir). Si hubiera ganado bien, tratado bien y tenido gratos ambientes quizás seguiría trabajando por gusto hasta después de la edad de jubilación, pero como ha sido todo lo contrario a mi más de 50 solo quiero bajarme de la micro. Quizás pueda hacerlo el año que viene gracias a una propiedad que debo arreglar antes de arrendar y la inversión de un dinero guardado, si lo logro mando el trabajo a la chucha con alegría y me largo a vivir mi vida sin mirar atrás.

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El 21-09-2018 a las 14:22, Sexorro2 dijo:

 A la sociedad le sirve mucho más un trabajólico que un comunistemierda que se levanta al mediodía porque tiene la vida resuelta gracias a sus chocosos de falso ejecutado por la dictadura, mientras vive cagado de la risa en Francia o Suecia y sus hijos salen a honrar la tradición familiar revolucionaria convertidos en los carteristas más buscados de Europa.

Iba interesante tu tema hasta que sacaste está frase. Yo que sepa la.Más grande carga del Estado y manga de vagos son los milicos y fuerzas armadas que se corren la paja durante 20 años, llenando una guata que me daría pena que representarán a mi país en la guerra, viviendo con casa fiscal y recibiendo luego una pensión gigante por haber "trabajado" con suerte 20 o 30 años y más encima robar (Milico Gate, Paco Gate), o la clase alta que es CERO aporte al presupuesto nacional, pues oportunidad que tienen evaden impuestos, roban o pagan sueldos de hambre. Si vamos a hablar de weones CERO aporte, estas lejos de completar la lista. 

Saludos.

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Estamos de acuerdo en que los milicos se tiran las huevas: deberían hacerse cargo de la seguridad y labores de rescate en todas las zonas rurales del país, de manera tal que los pacos se encarguen al 100% de la seguridad urbana, pero la izquierda no lo aprobaría por miedo a "un nuevo golpe de estado".

Y sobre la extrema flojera de la extrema izquierda ¿mentí? No.

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"¿Pa' qué vai a hacer algo bien si lo podí hacer como las hueas y te lo reciben igual?" decía Coco Legrand en uno de sus recordados "café concerts" (predecesor no-feminazi del "stand up comedy").

Este tema se abrió comentando el vicio del trabajolismo. Pero el trabajo sufre en TODOS los países bananeros como Chile otra enfermedad social tan dañina como la anterior: la desidia, la cual es magistralmente explicada por aquella línea escrita por Don Coco. Hemos perdido o nunca tuvimos algo estrictamente necesario para que una sociedad funcione mejor que un cumpleaños de mono: la satisfacción por ver un trabajo bien hecho. Aquí lo que prima es cagar al prójimo vendiéndole una pega hecha al reverendo lote, porque "este mundo es de los vivos", la responsabilidad es para los huevones.

La industria inmobiliaria - una de las ovejas más negras del sector privado en Latinoamérica - ejemplifica  a la perfección este flagelo. ¿Recuerdan cuando - en los años más dorados de la Concertación - el camarada Frei y el camarada Pérez Yoma cagaron a miles de trabajadores con los ahorros de su vida a través de las infames "casas Copeva"?...   Veinte largos años han pasado desde aquello. ¿Cuánto ha mejorado la ética de la honorable industria inmobiliaria desde entonces?: NADA. Las viviendas se parecen cada vez más a una caja de fósforos; las paredes de  los departamentos son tan delgadas que cuando te echas un polvo lo escucha la mitad del edificio; y al primer invierno se gotean por cada esquina porque los empresarios son cada vez más tacaños con los materiales y los obreros venden las bolsas de cemento para salir a chupar (algo que yo he visto en vivo). ¿Y los fiscalizadores municipales encargados de poner orden? Me cuesta imaginar organismos más corruptos que los municipios (el del pueblito lacustre de Puerto Varas ya ha convertido el Lago Llanquihue en una cloaca gigante al autorizar la construcción de incontables edificios residenciales de 10 pisos cuyas toneladas de agua servidas han sido un bombazo medioambiental). 

¡¡¡Y ENCIMA LOS CARERRAJAS NOS VENDEN SUS PORQUERÍAS MAL HECHAS A PRECIOS MÁS ALTOS QUE EN LOS PAÍSES DESARROLLADOS!!! (lo que ha sido el escándalo noticioso de la semana). 

Los contratistas independientes no lo hacen mejor: cuando les encargan una pega, el único que llega a trabajar todos los días es el contratista; sus maestros chasquillas llegan un par de días y el resto de la semana se pierden chupando.

Desde las grandes empresas constructoras hasta los pequeños contratistas, la construcción en Chile es el mejor ejemplo de que aunque nos las demos de "jaguares del Pacífico", nuestra calidad de simples cholos tercermundistas no ha cambiado ni un milímetro. 

El reciente cagazo sanitario en Osorno es otra prueba: la empresa jamás invirtió un puto peso en renovar sus chatarras; el personal hacía una mantención chasquilla con alambritos y parches curita; y los fiscalizadores públicos llegaban a puro tomar cafecito, porque como suelen ser puros apitutados políticos con cueva saben sumar y restar.  ¿Resultado?: la mitad de una ciudad sin agua durante 10 días (que se hicieron eternos para los afectados).

Para qué hablar de los derrames de sustancias tóxicas que están teniendo las instalaciones de Codelco y que han sido obedientemente silenciadas por la prensa "compañera" para evitar los cuestionamientos públicos al mayor cajero automático de la clase política chilena... Perdón, al "sueldo de Chile"... 

 

No es sano ser trabajólico; debes trabajar sólo las horas legales y ni un minuto más, por tu salud y por tu familia. Pero mientras estés en la pega, cultiva la satisfacción por ver un trabajo bien hecho, desde las pegas simples que puedes hacer solo hasta las más complejas que requieren trabajo en equipo. Y cuando una labor requiera que tú asumas el liderazgo del equipo por que en ese momento eres el que más cacha, apechuga. No suele ser grato liderar el equipo, es más cómodo ser un simple engranaje en el mecanismo; pero en la vida de todo hombre llega alguna vez el momento en que debe ponerse los pantalones.

Siempre habrá zánganos perdidos, ideales para ser senadores o diputados, pero esa no es la calaña de ciudadano que necesita la sociedad en la que tendrán que crecer tus hijos. Dales algo mejor que eso.

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