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El Pueblo Mapuche Y Su Fidelidad A España Ante La Independencia Americana.

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El pueblo Mapuche fue capaz de enfrentarse al mismísimo imperio Inca frenando definitivamente su expansión hacia el sur. Con la llegada de los españoles se produjo la Batalla de Reinohuelén, en 1536, dando lugar a la Guerra de Arauco con sus treguas y reinicios de conflictos. Por fin, el año 1793 se firma del Tratado de Paz de Las Canoas.

Se ponía así fin a más de dos siglos de hostilidades. En aquel tratado se pactó el reconocimiento de la soberanía española sobre territorio mapuche a cambio de respetar la estructura y autoridad local de los caciques locales. Los mapuches pasaron a ser reconocidos como vasallos de la corona española a la vez que se respetaba la autonomía del caciquismo mapuche (tenían, por así decirlo, un fuero especial. Los mapuches así quedaron convenientemente representados en sus acuerdos con los cabildos municipales. 

La relación entre españoles y mapuches se reforzaron en 1803 con el “Parlamento de Negrete”. Con él se ratificaba el acuerdo de paz y concordia. Por parte del pueblo mapuche se ratificaba la defensa de la nación española frente a los ataques por parte de potencias extranjeras y el reconocimiento del rey de España. Por parte de España se preparaba en la formación católica a los hijos de los caciques para que pudieran optar al sacerdocio. Este parlamento consolidó la alianza entre ambos pueblos y aceleró el proceso de mestizaje racial y cultural iniciado a finales del siglo XVIII.

Cuando estalla la guerra de independencia, en 1810, en el Virreinato de la Plata, la mayoría de los mapuches cumplieron con su compromiso de defender España formando parte de las tropas realistas. Tras el exitoso desembarco en la ciudad de Arauca de las tropas realistas, se celebró el Parlamento de Quilín, el 3 de febrero de 1814. Ahí se ratificó la alianza entre indios mapuches y españoles, aportando 6.000 guerreros a la causa española. Gracias a su apoyo, se consiguió restablecer la soberanía española en Chile hasta 1817. A pesar de perderse Chile en 1819, los mapuches consiguiendo atrasar el proceso de independencia chileno hasta 1832.

Los actuales indigenistas no consiguen explicar la fidelidad de los mapuches a España. Su nobleza e integridad les llevó a no reconocer a los nuevos países surgidos de la independencia: Chile y Argentina. Para colmo, finalizada la guerra, tanto Chile como Argentina no reconocieron al pueblo mapuche debido a su lealtad con la corona española y no aceptaron los tratados alcanzados previamente con España.

Argentina emprendería una serie de campañas militares contra los mapuches a partir de 1820. Por suerte, la debilidad e inestabilidad de los gobiernos argentinos permitieron la supervivencia del pueblo mapuche. Pero con el tiempo, a mediados del siglo XIX, ya fortalecidos los estados chileno y argentino, llegaría la venganza. Chile atacaría a la nación mapuche en 1861, siendo derrotada definitivamente  en 1883. Ello supuso la masacre de la mayor parte de la población mapuche en territorio chileno. Los supervivientes se confinaron en tierras improductivas y les condenaron a la hambruna.

Por otro lado, Argentina inició sus ataques contra los mapuches en 1869. Pese a la resistencia fueron derrotados en 1888. No sólo hubo matanzas sino que el gobierno argentino creó una táctica maquiavélica: se hicieron prisioneros a miles de mapuches que fueron divididos por sexo para evitar que tuvieran descendencia. Se puede hablar de un auténtico genocidio. El presidente argentino Domingo Faustino Sarmiento se atrevió a pronunciar el siguiente denigrante discurso:

“¿Lograremos exterminar los indios?. Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar. Esa canalla no son más que unos indios asquerosos a quienes mandaría colgar ahora si reapareciesen. Lautaro y Caupolicán son unos indios piojosos, porque así son todos. Incapaces de progreso, su exterminio es providencial y útil, sublime y grande. Se los debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado”.

Hoy en día, el superviviente pueblo mapuche reivindica la restauración de los dominios y la autonomía gubernamental reconocidos por España como parte de los acuerdos que alcanzaron bajo la corona española al ser considerados como un tratado internacional entre ambos pueblos. En el año 2011, el periodista mapuche Pedro Cayuqueo Millaqueo titulado “Mis disculpas a España”:

 “[…] Lo acontecido con mi pueblo bastante poca relación tiene con el bendito 12 de Octubre. Muy poco que ver con la Corona y si mucho con las Repúblicas. Muy poco que ver con los españoles y sí mucho con la historia no contada de los pueblos chileno y argentino. […] Los mapuches casi nada perdimos con España. Hasta podría decir que ganamos. Sí, ganamos el arte de la caballería, los textiles, la platería y una lengua castellana casi tan hermosa como la nuestra. […] No viene mal recordar que los mapuches perdimos nuestra independencia no precisamente a manos de los ancestros del Rey Juan Carlos. […] El conflicto actual no tiene 500 años como insisten autoridades y uno que otro periodista despistado. A lo más, 130 años. […] Mucho mejor negocio culpar a los conquistadores y su «barbaridad» legendaria. […] Hay que ser muy caradura. Mis disculpas nuevamente a España”.

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Cuando sólo habían pasado 12 años de que Cristóbal Colón descubriese el Nuevo Mundo, llamado Indias Occidentales, la reina Isabel la Católica dictó su testamento en la villa de Medina del Campo, ante Gaspar de Grizio, notario público, en el que entre los mandatos a sus sucesores, la infanta Juana y su marido Felipe ‘el Hermoso’, se recoge la preocupación por los nuevos súbditos de la corona en el más allá atlántico.

Por ello les ordena que ‘pongan mucha diligencia y no consientan ni den lugar a que los indios, vecinos y moradores de las dichas Indias y Tierra Firme, ganadas o por ganar, reciban agravio alguno en sus personas ni bienes, mas manden que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio han recibido lo remedien y procuren que esto no suceda…’.

La última voluntad de la Reina Isabel la Católica fue una novedad en el mundo entre el Medievo y la Edad Moderna, pero se respetó en las tierras que se iban descubriendo a lo largo de los siglos; por ello en Hispanoamérica subsisten, y conviven, descendientes de nativos, españoles y mestizos, así como tradiciones y obras monumentales, también las lenguas indígenas a las que se tradujeron los Evangelios…

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