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Blade Runner

Hasta El Ultimo Hombre (2016)

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Mel Gibson venía en horas bajas. Al tipo no le perdonaban algunos escándalos cometidos, como cuando estando borracho como una cuba profirió insultos a la comunidad judía. Para muchos, Gibson se había transformado en un paria. Ya habían pasado 10 años desde el ejercicio de Apocalypto. Y para que Gibson volviera, tenía que ser con una historia que estaba hecha para él: con hartas dosis de sangre y tripas.
Al grano: USA invade Okinawa en el transcurso de la WWII. La tarea no es para nada sencilla y es vital para ambas partes: para Japón, Okinawa es suelo natal, es una invasión al territorio del Emperador en toda regla. Y no dudarán en atacar y volver a atacar sin rendirse ni pedir clemencia. Para USA, es la clave para ganar la guerra en el escenario del Pacífico, ya que ofrece la posibilidad de construir pistas de aterrizajes para que sus bombarderos puedan atacar Japón y poder volver sin contratiempos, ya que está Tokio mismo en su rango de acción. La batalla fue de las más violentas en la WWII y costó la vida de tres a seis hombres por cada metro cuadrado de Okinawa.
En este escenario de violencia extrema, Gibson coloca a Desmond Doss (un asombroso Andrew Garfield). La diferencia es que en Okinawa todos quieren sacarse los ojos con las manos. Pero Doss no: él es Adventista y por ende, Objetor de Conciencia. Él quiere ir a la primera línea de fuego, pero sin tomar un arma. Su objetivo no es tomar las vidas de sus enemigos, sino salvar las que pueda.
Dicha postura le genera odio dentro de su unidad: pocos comparten su fe en sus creencias. De qué les servirá un pacifista cuando ataquen los japoneses? Sin embargo, ignoran la valentía dentro de Doss, los milagros que obrará y lo que va a salir de Doss el día en que asalten Hacksaw Ridge.
El filme, dada la historia central en que sucede lo obrado por Doss (Okinawa) es un ejercicio de balas, explosiones, metralla, sangre y tripas en partes iguales. Gibson falla en mostrar el terror vivido por los Marines Yanquis cuando, por ejemplo, saben que el enemigo viene con todo pero no pueden verlo. A cambio de eso, y en una decisión quizás cuestionable, cambia el terror sicólogico por violencia de la fuerte y que fue la que se vivió esos salvajes días en Okinawa. Opta por no tocar el lado japonés de la contienda, algo que sí hizo con suma elegancia el Maestro Eastwood en Cartas de Iwo Jima por ejemplo, y se conforma con contar correctamente la epopeya de Doss en el marco antes comentado.
Como indicabamos, Andrew Garfield sorprende gratamente. Transmite la convicción de Desmond Doss a cada paso, sin quitarle ese cálido toque sureño al personaje. Los secundarios cumplen bien, pero quien se come sus escenas es el veterano Hugo Weaving, magistral como el atormentado padre de Desmond Doss, un veterano de la WWI que ve morir a sus amigos para volver solo a casa. Weaving se aleja de sus papeles magistrales de Smith en Matrix o de Lord Elrond en El Señor de los Anillos, para dar una actuación demoledora y que tiene en sus manos uno de los momentos decisivos del filme.
La historia le cayó de las manos a Mel Gibson. Para que vuelva por sus fueros, necesitaba un guión que tuviera balas de sobra. Si bien el filme tiene ripios y algunos efectos especiales poco convincentes, una de las gracias de la película es esa: las batallas son poderosas, pero no oculta lo principal, la historia de Desmond Doss, su prodigio de valor y entereza, una medalla del Congreso bien ganada, un auténtico héroe de guerra...sin disparar una bala.

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