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Invitado frenetico

HOTEL VALDIVIA

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Invitado frenetico

Increibles anècdotas de aquellos primeros tiempos conociendo sus maravillosas habitaciones temàticas....la "Cosmonave", la "Policial", la "Cascada", la "Disco"...la Arabe, la China, la Africana... etc....

Allà por los años ochenta me remonto, al recordar tantas y varias jornadas de experiencias distintas, con sabor a aventura.

Costaba incluso conseguirse la direcciòn, no eran amigos de la publicidad, solamente el datito, el boca a boca.

Muchos argentinos, turistas, buscaban conocerlo, lo primero que preguntaban, era, y dònde està el Valdivia ?, parejas, matrimonios, pololos, en fin....para vivir lo distinto, ùnico...fijense que el departamento, es como la mejor suite en otro lado...increible.

Recuerdo una noche, no tenìamos donde estar haciendo la vigilia o previa, a un concierto de Joan M. Serrat en el Nacional,y con una pololita nos instalamos allì, pagando un turno ( 12 horas...) y nos quedamos un dìa completo pràcticamente. Comiendo, bebiendo y, bueno.....todo incluido....

Hay una chica ex Show Girl que llevè para allà a fines de los 90.....al otro dìa la dejè en el toples....ja, ja, ja....

 

Elegancia, ornamentaciòn sin igual, solamente competìa con el Valdivia, el Niàgara y la Granja Azul. Y hasta por ahi no más....

Añoranzas son....

Frene.

 

 

http://www.hotelvaldivia.cl/site/index.php...ge&Itemid=1

 

http://diario.elmercurio.cl/detalle/index....694b9beab9b5%7D

 

http://www.elmostrador.cl/index.php?/notic...umple-50-anos//

 

 

 

 

http://www.lun.com/Pages/NewsDetail.aspx?d...amp;PaginaId=10

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Invitado frenetico

EL SÁBADO Viernes 2 de Agosto de 2002

 

ABELARDO MELLA, DUEÑO DEL HOTEL VALDIVIA

Caballero y pudoroso

 

El Valdivia tiene 47 años y a su dueño sigue dándole vergüenza decir que es propietario del hotel parejero más famoso de Chile. No sólo eso es increíble: el hombre está pensando en demoler este auténtico parque temático del erotismo nacional para crear un complejo de oficinas, comercio y consultas médicas. ¿Será posible?

Ximena Pérez Villamil

 

No hay chileno que no haya escuchado hablar de la cascada, del puentecito o de los espejos del hotel Valdivia. No faltan los que sin conocerlo pontifican que la pieza árabe es la mejor. Todo, porque les contaron. El Valdivia es, a estas alturas, parte del imaginario nacional. Ha sido inspiración de poetas y pintores. Escenario de películas; Sexo con amor, el segundo filme de Boris Quercia, aún sin estrenar, transcurre en el Valdivia. La prestigiosa revista Time le dedicó cuatro páginas hace varios años y un suplemento dominical de la lejana Dinamarca lo puso en su contraportada.

 

Más de alguna vez su dueño se ha sorprendido con un artículo en una revista de avión. El hombre conoce prácticamente todo el mundo. Pero su cara nunca aparece junto a su creación. Abelardo Mella Quezada ­69 años recién cumplidos, que no representa, casado hace 47 con Yolanda Benítez, tres hijos y ocho nietos­ se muere de vergüenza. Siempre le complicó decir que tenía un hotel parejero o motel. Por algo el Valdivia se llama hotel, aunque a decir verdad, cuando nació, en 1955, no existía el concepto de cabaña privada con box para el auto.

 

El Valdivia no tiene letrero. Por fuera, sólo se ve una pared verde que parece albergar una bodega. Nadie imaginaría que cruzando el portón, el nada exuberante barrio de Vicuña Mackenna con Irarrázaval se transforma... en un palacio moro, una cabaña polinésica, una cámara faraónica, una choza africana, una pieza caracol y podríamos seguir hasta completar ¡46 tipos diferentes! Todas, obras de Abelardo Mella Quezada, quien no quiso fotos, aunque si lo hubiésemos entrevistado como dueño del Arte Chino, otro negocio casi tan famoso como su hotel, quizás habría posado.

 

Lo suyo es una contradicción vital. Y hay algo de candor en ese pudor. Porque está cerca de cumplir las bodas de oro y ha sido siempre un hombre de familia. Hasta que sus hijos se pusieron a pololear, viajaban juntos todos los veranos ­enero y febrero­ a cuanto país lejano aparece en el mapa. El Tíbet, Rusia, Vietnam, Irán, Israel. "Nos preparábamos, leíamos libros. Partíamos en un hotel cinco estrellas y terminábamos en una residencial. Una vez estando en Grecia se nos acabó la plata. Mi señora vendió sus joyas, mi hija una esclava que le había regalado para su graduación en una joyería por kilo y partimos a pasar Semana Santa a Israel".

 

Abelardo Mella se muere antes de reconocer que por ahí llega una que otra pareja "chueca" a su hotel o peor aún, que un marido o una mujer pueden haber sido engañados en las habitaciones que él ha creado con tanto esmero y dedicación "para el reencuentro de la pareja, para el amor". Le da un patatús.

 

Dramas pasionales, mal que le pese, ha habido en su hotel. En 1974, una pareja de amantes hizo un pacto suicida: un industrial de 42 años, le disparó a su acompañante, una mujer de 39, y nacionalidad italiana, pero no se atrevió a autoeliminarse. Llevaban diez años de romance clandestino; ambos eran casados y compadres.

 

"Mi padre es un creador, un artista", afirma, orgulloso, su hijo Abelardo, 44 años, casado y padre de cuatro niños. Lalo, le dicen, y estudió administración de empresas en la Universidad de Miami. Al revés de su padre, no tiene problemas en propagar a los cuatro vientos que es hijo del dueño del hotel Valdivia, aunque no olvida que en el colegio Grange, donde estudió con sus hermanas, los molestaban y se burlaban. Incluso alguna vez no lo dejaron entrar a la casa de una compañera de curso, porque su papá era dueño del Valdivia. ¡Vaya educación!

 

Sufre como gerente general de la empresa, porque Abelardo padre muy coleccionista de arte chino será, pero se la pasa demoliendo piezas y levantando otras sin reparar en gastos...

 

­O sea, hay que amarrarle las manos.

 

"Yo tirito cuando entra él con los maestros para adentro. Vamos a ver, me dice y yo ayyy". Razón no le falta. Cada gracia del dueño sale unos 25 millones de pesos. Es que por detalles no se queda. Si lleva cuatro años haciendo la pieza romana. El hotel es su hobbie, su chiche; lo adora.

 

"Complejo" motelero

 

Llamarse Abelardo Mella y ser dueño del hotel Valdivia no fue la mejor combinación para un hombre que quería pasar inadvertido. Quienes alguna vez trabajaron con él recuerdan que hacía lo imposible por ocultar el giro de su negocio. Y, como entre 1964 y 1972, tuvo una empresa constructora ­que levantó 60 casas en la calle Sebastián Elcano, a una cuadra de Colón, 400 en Gran Avenida y otras tantas viviendas sociales­, las cosas le eran más fáciles.

 

Ser dueño del primer hotel parejero hecho y derecho en Chile no debe haber sido fácil. Y tampoco lo es ahora: el único que se atreve a decir que tiene moteles es Javier Margas, el ex futbolista, propietario de los Ensueño.

 

Abelardo Mella despista con su pinta: alto, flaco, con una barba puntuda como la del Quijote de la Mancha, usa ternos que no parecen de marca. Habla lento y suave. De exuberante, nada. Y ni soñar con una pizca de glamour en sus oficinas tan laberínticas como su hotel.

 

Dicen que lo bueno va por dentro. Y en el caso de Abelardo Mella, la imaginación se oculta en una cabeza de pelo liso, bien peinada, no sabemos si a la gomina o con gel. Usó gomina de chico, tanta que se le alisaron los rulos que heredó su hijo, que le hace el quite al traje y usa el pelo sin nada encima.

 

Jamás habría llegado al negocio de no ser por su madre, Coralia Quezada, quien no terminó la preparatoria y trabajaba en un club social, muy cerca de donde está hoy el Valdivia. La leyenda cuenta que la mujer arrendaba una pieza y, como atendía parejas en la fuente de soda, sumó dos más dos y comenzó a subarrendar su pieza por horas. Después, alquiló otra habitación y repitió la idea.

 

Coralia vive, tiene 89 lúcidos años, aunque su hijo le compró una silla de ruedas por temor a que se caiga. Ella quedó viuda y a cargo de cuatro hijos a los 33 años. Abelardo era el mayor; tenía 10.

 

De aquella época, el primogénito habla poco. Su versión no coincide con la leyenda. Cuenta que su madre y su padre eran dueños de un club social llamado La Genovesa, que se cambió de dirección a la calle Londres y que, gracias a eso, conoció a todos los próceres del Partido Socialista en la época de la UP. La colectividad estaba justo arriba del local. "Iban a almorzar, a comer. En 1972 me tomaron 400 casas en Gran Avenida en el paradero 12. Suerte que conocía al alcalde, Mario Palestro. Era amigo mío y pidió que las desalojaran y las pudimos vender a la FACh".

 

Pese a que salvó las casas, se asustó tanto que no volvió a pegar un ladrillo. Sólo compró un edificio de seis pisos en obra gruesa en Santa Isabel, cuyas oficinas arrienda a terceros.

Coralia se preocupó de que sus hijos se educaran: Abelardo en el Instituto Nacional y sus hermanas en el Liceo 5. El niño era de nota 5,8 y entró a estudiar arquitectura a la Universidad de Chile. El título colgado en la oficina revela que su primer nombre es Vicente. "Así se llamaba mi padrino, pero le pegaba a su señora que era hermana de mi mamá y nadie quiso saber nunca más de ese nombre".

 

Sea cual sea el origen del Valdivia, lo cierto es que Abelardo Mella empezó a trabajar en su construcción cuando estaba en segundo año de universidad. "Me ayudaron algunos compañeros, varios son muy conocidos", cuenta. Hoy sus dominios abarcan media manzana: García Valenzuela, Bustamante, Mujica y Vicuña Mackenna.

 

Pero la historia del Valdivia podría llegar a su fin: Abelardo Mella está tentado con botarlo y levantar un gran complejo inmobiliario. "Quiero asociarme con otros dueños del sector y hacer edificios donde haya cines, restoranes, fuentes de agua, oficinas, consultas médicas, comercio, una tienda ancla. Hasta un pequeño retén de Carabineros y otro de Investigaciones. Quiero cambiarle el pelo al sector. Podría ser como un Parque Arauco bajo tierra como vi en Corea, con ventilación, tiendas y palmeras".

 

­Si se demuele el Valdivia se va una parte de la historia. Para el poeta Diego Maquieira es lo único que salva a Santiago, una idea oasis en medio de la contaminación.

 

"Se iría, como me lo han dicho todos. Estoy haciendo el proyecto".

 

Y, además, el Valdivia no deja utilidades ni pérdidas. Sale ras, ras. Su dueño saca cuentas. "Es mejor negocio vender el terreno: son cinco mil metros, a 20 UF el metro cuadrado son 100 mil UF. Los pongo a interés y gano más". El hombre piensa en su descendencia. "En cinco años más cuando mis dos nietos sean ingenieros civiles (de la Católica y la Diego Portales) y el otro constructor civil (de la Católica), voy a hacer un complejo inmobiliario", insiste. El mayor se recibe este año e irá a especializarse a España. "Todos van a hacer un master o un doctorado afuera".

 

Carrusel, perchero y cascadas

 

Su afición por el arte chino partió en la universidad. Los alumnos debían estudiar distintos estilos: el romano, griego... y a Abelardo Mella le tocó el chino y se fascinó. La admiración creció cuando conoció a los chinos. "Su filosofía, el respeto por todo ser vivo. Disfrutan viendo crecer una flor".

 

Siendo estudiante, se convirtió en un coleccionista de jarrones y figuritas de jade y marfil. Su interés trascendió y un día apareció el embajador de China en Chile a pedirle que estableciera relaciones comerciales con su país. "Fui el primer chileno en hacer negocios con China". En 1976 le dieron la representación exclusiva de la artesanía china para Chile y Sudamérica. "No la supe aprovechar. Soy arquitecto, soñador...".

 

El primer local del Arte Chino lo instaló en El Faro de Apoquindo. No había vajillas ni manteles como ahora, sino jarrones, figuras de porcelana y piezas caras. No se vendían mucho, porque los coleccionistas eran pocos, así es que optó por artículos de uso cotidiano. Ha ido ¡26 veces! al país de los wantán y estudió chino un año en la Universidad del Pacífico. "Era el peor de los ocho alumnos. Me retiré".

 

Pese a la competencia de las multitiendas, el Arte Chino, con cinco tiendas, sigue siendo un buen negocio. Vende en todo el país a través de mayoristas y también les entrega a las grandes tiendas. Aquí se generan las utilidades de la familia y un 65 de las ventas anuales; el 35 por ciento corresponde al Valdivia.

 

"Este es el chileno que más sabe de Oriente", advierte un joven empresario de origen árabe, que ha ido hablar con él porque va a hacer negocios con China.

 

Se conocen porque son vecinos en el cerro San Luis. Abelardo Mella vive en una de las dos famosas casas-callampa. O sea, con forma de callampa. Se la compró a un alemán y la remodeló por completo. ¡Era que no! No tiene líneas rectas, al igual que las piezas de su hotel. "En la naturaleza no hay flores ni plantas con líneas rectas".

 

Sin duda, es un romántico. "No hay nada más hermoso que la naturaleza: te hace soñar, te relaja, te hace gozar con los cinco sentidos". Por eso, en las piezas del Valdivia ­las súper VIP, VIP, suites y departamentos­ hay plantas naturales y artificiales, cascadas de agua y música ad hoc al país. Y un carrusel en la pieza caracol, con dos caballos de mar que dan vueltas... Detalle curioso: en todas hay perchero para colgar la ropa. "Funcionamos como un hotel de turismo, aquí la gente no viene por momentos. La reserva dura 12 horas", aclara Lalo, quien pasa el dato de que en el precio están incluidos la champaña, cervezas y bebidas del frigobar, además del desayuno, té o comida los días de semana.

 

Su padre adelanta las obras en barbecho: una pieza romana con 22 columnas, una tipo cabaña, otra polinésica, una nueva cosmonave estilo 2001, Odisea del espacio, la Gauguin, que es la próxima en inaugurarse, y una japonesa inspirada en la ópera Madame Butterfly que vio en París.

 

Las actuales pueden recorrerse en la página web (hotelvaldivia.cl). Y no así no más: ¡las piezas giran en el computador en 360 grados! Tratándose de una creación de Abelardo Mella, no podía ser de otra manera.

 

 

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Pero la gracia de la actual ubicación era que era accesible desde distintos puntos, sin tener que pegarse el pique a La Reina o a La Florida para un lugar agradable y cómodo... Según me han contado...

En otra ubicación, no va a ser lo mismo... Me imagino ....

Salu2,

PP

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Se reinstalará en otro lugar de Santiago.

 

En este tiempo pasa lleno (inicio de brujas de vacaciones, etc.), domingos atrás visité a una piba y los csm de la adm. de un edificio de Diego de Velasquez no permitían ingreso posterior a las 24:00, como la piba tiene un * para enmarcar la saqué rumbo al Hotel Valdivia, lleno !!!!, los csm kalifas y eso que era de domingo para lunes, obligado a estokar en el de Marín.

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Se reinstalará en otro lugar de Santiago.

 

En este tiempo pasa lleno (inicio de brujas de vacaciones, etc.), domingos atrás visité a una piba y los csm de la adm. de un edificio de Diego de Velasquez no permitían ingreso posterior a las 24:00, como la piba tiene un * para enmarcar la saqué rumbo al Hotel Valdivia, lleno !!!!, los csm kalifas y eso que era de domingo para lunes, obligado a estokar en el de Marín.

 

 

Perdonen que desvirtúe un poco, pero que desagradables que son los mayordomos de ese edificio en Diego De Velasquez!!

Tes veces que he ido, tres broncas.

Saludos.

Escualo.

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