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ZAPOADICTO

Como anular el olor a Preservativo ?

Mensajes recomendados

Camaradas Foreros Macabeos...

 

Algun de Uds. saben alguna buena receta para sacarse el olor a condon despues del estoque...

 

Independiente de lavarse el sable con jabon, igual queda con un "aroma" a condon...que en caso de que la jefa lo sienta, comprenderan que la cagada es MAYUSCULA...

 

Espero escuchar algun sabio consejo o "receta del abuelito" (na que ver la abuelita por aca)

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una receta que jamas falla es el llevar condones con olor... asi no quedas pasao al lubricante que tienen esas tonteras...

 

otra es que uses algun jabon con crema humectante, i.e. dove o algo por el estilo, ya que las grasas del lubricante pueden ser facilmente cambiadas por otro tipo de grasas y de paso el estoque te queda suavecito... :D

 

no aplique alcoholes, i.e. colonias ni eso, porque ademas de la irritacion que se la encargo va a tener que usar bastante.. si aun asi quere hacerlo le recomiendo que compre el tipico alcohol de farmacia (solo con ftalato de etilo y sin aroma) y lo diluya en 3 partes de agua... de ahi me cuenta el grito que va a pegar.... :D

 

ahh y antes de ir con la iñora pidale a la de turno que le pegue una olfateada.... jajajaja

 

sl2

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:shock: se las trae este won.

 

Otro buen método es echarse crema en la diuca antes de ponerse el gorro. Así al sacárselo, el pene no quedará impregnado. La crema se disuelve en agua caliente y listo.

 

Ojo, NO ECHARSE ACEITES. Hacen cagar el condón porque el latex (caucho natural) capota con los aceites.

 

Una tercera alternativa (y la más rica) es que la mina te lo ensalive bien antes de ponerte el condón. Saldrá más fácil y con menos roce, y por ende la tula quedará menos impregnada.

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estimados foreros, si bien el asunto del olor a profilactico es complicado, lo puede ser mas el olor a zorra... es por eso que me permito transcribir aca una notable sesion perteneciente al gran libro "el club de la lengua de vaca" donde creo que honorables señores nos iluminan con su sapiencia!

(ojo es largo pero vale la pena)

 

" Instrucciones para eliminar el olor a zorra de la yema de los dedos

 

-Se abre la sesión del Club de la Lengua de Vaca. A la cuenta de tres digan: "Sí, juro".

¿Juráis que lo que se diga entre estas cuatro paredes no saldrá de este lugar? Uno... dos... tres.

(Todos).

 

-¡Sí, juro!

-Secretario, sírvase dar lectura al acta, por favor.

-Cómo no, Excelentísima Señoría. Dice así: "El olor a zorra en la yema de los dedos puede costar el matrimonio".

 

-Se concede la palabra.

-¡Pido la palabra!

-Diga usted.

-Con todo respeto, Ilustrísima, más parece una afirmación que un tema para debatir.

Yo enunciaría el problema del siguiente modo: Instrucciones para eliminar el olor a zorra de la yema de los dedos.

-¿No vino usted a la reunión pasada, amigo Julchus?

-No, señor Presidente. Lo admito. Hace tiempo que no vengo.

-Ahí se discutió precisamente el punto.

-¿Y a qué se llegó, señor Presidente?

-A nada. Iban a dar la repetición de los mejores goles del Mundial y hubo un desbande generalizado.

De modo que aprovecho su sugerencia para someterla a votación... Se vota a mano alzada.

(Se alzan las manos).

 

 

-Secretario, incorpore el cambio en actas.

-La incorporación ha sido materializada en este instante, Ilustrísima Señoría.

-Se concede entonces la palabra.

-Ya que yo la tenía y no la había soltado, señor Presidente, quisiese añadir que la cuestión que me obsesiona

respecto a dicho punto es por qué diablos el olor a zorra se concentra principalmente en el dedo del corazón.

Y he llegado a la conclusión que ello se debe a la simple disposición de los cinco dedos en la mano,

de forma tal que el dedo del medio, también llamado Del corazón, se introduce naturalmente mejor en el sapo que los cuatro restantes,

que facilitan la introducción haciendo una especie de palanca, ayudados por la palma... es un problema de física elemental, señor Presidente.

 

-¡Discrepo, Su Señoría!

-¡Quién dijo Yo!

-Yo, Su Señoría.

-Diga usted, Vega.

-Tal como nuestro socio y amigo Julchus presenta las cosas uno tiende a concederle la razón,

pero si llevamos el asunto a la práctica, que es lo que importa, veremos que su fórmula se aplica a las minas cartuchas

o a las que tienen las piernas juntas. En mi vida profesional me he encontrado varias veces con estas damas

y ¿sabe, señor Presidente? No es que junten las piernas en un ánimo de rechazo a la caricia,

sino que lo hacen con un propósito absolutamente diferente, o sea, para gozar más.

Vuelvo al tema: en esos casos el dedo del corazón es naturalmente el mejor de todos,

no sólo por estar ubicado en el centro de la mano sino además por ser el más largo.

-Qué bien habló Vega, señor Presidente. Propongo levantar la sesión.

 

-¡Pero si apenas hemos comenzado! ¿Es que su cerebro no le da para hacer un aporte, señor Urzúa?

Por lo demás, no observo gran diferencia entre lo que habló Julchus y lo que rebatió Vega.

-Ahora que usted lo dice, Ilustrísima, recuerdo que una vez, caminando por las calles de El Salvador...

-¿Va a salir de nuevo con lo de los indios pipiles?

 

-No, señor Presidente. Caminaba con una colega después de comernos unas pupusas, que consisten en una especie de pastel circular hecho de masa relleno típicamente con chicharrón, queso o fréjoles, aunque también hay de ayote, pescado y camarón. Es el plato típico y es muy sabroso...

-Señor Urzúa, le rogaría por favor que se limitara al tema en tabla.

-Perdón, señor Presidente. Caminábamos bajo unas palmeras cuando la colega me confidenció que andaba pasada a vulva y me preguntó si se le notaba.

También hay pupusas de salami, peperoni, hongos, pollo y jamón, Ilustrísima...

 

 

-¡El Caballo Urzúa saca de quicio, señor Presidente! ¡Voto de castigo!

-¡Orden en la sala! Amigo Urzúa, última advertencia.

-Correcto, señor Presidente, ya entendí. Entonces doblamos la avenida y se metió detrás de unas matas.

Yo me asusté. Ella se levantó la falda y me pidió que la oliera, para ver si estaba muy pasada.

-¿Qué hizo usted? No se detenga ahora.

-Yo me agaché y acerqué la nariz al calzón, que llegaba a brillar de pegajoso. Era un calzón calipso, muy en el estilo de las prendas que se usan en esa zona centroamericana, Su Excelencia.

-¡Vaya al grano, por favor!

-Cuando le toqué el calzón con la nariz y aspiré me dio un vahído, señor Presidente.

Lo último que recuerdo haber visto fueron los ojos de huevo frito de la colega y unos pájaros negros que volaban por el cielo.

Me despertaron en la posta con amoníaco. Ella estaba aún a mi lado y me decía al oído: "¿Estoy muy pasada, little horse?"

Le gustaba decirme Caballito, señor Presidente. Yo le hice una mueca y me tapé la nariz. Ella se levantó y se fue. Nunca más la vi.

-¿Va a seguir hablando?

-Me gustaría referirme a una pupusa con aceitunas que sirven en unos carritos...

 

 

-¡Se ofrece la palabra!

-¡Quiero hablar, señor Presidente!

-Diga usted, Pollo Loco.

-A propósito de lo que ha dicho el Caballo Urzúa, a mí me pasó una vez que estaba atracando de noche en la playa

de La Serena con una mina que era contrabandista y de repente le saqué un reloj del sapo.

No estaba oxidado porque lo tenía dentro de un paquete de plástico.

-¿Y qué hizo usted?

-¿Yo? Nada, señor Presidente. Al rato nos pusimos a culiar y después que nos fuimos cortados me regaló el reloj.

Era un Delbana. Me duró como dos años.

-¿Se fueron cortados juntos o tú primero?

-¡Eso qué importa!

-Si desea intervenir pida la palabra, señor Moore.

-La pido.

-Hable.

 

 

-Nos estamos desviando del tema principal, señor Presidente.

Ni siquiera se ha explicado qué dedos se usan con las minas cuando abren las piernas.

-Se concede la palabra para abordar esta materia. ¿Quiere hablar usted mismo, señor Moore?

-Sí, distinguidísimo señor Presidente. Me parece a mí que en esos casos la mejor combinación es la de los tres dedos del medio,

vale decir índice, del corazón y anular, enumerados de derecha a izquierda con la palma hacia la vista.

El roce debe ir desde abajo de la zorra hasta el clítoris, presionando levemente aquella zona con la base de los dedos,

incluso con parte de la palma. Cuando la excitación ha crecido es bueno introducirlos de a uno dentro del sapo,

presionando el clítoris con el dedo pulgar. Llega el momento en que la dama exige un cuarto dedo, que es el meñique,

y al final el sapo se termina tragando la mano entera. Y he allí entonces que nos encontramos ante un problema realmente grave:

cómo sacarse el olor a zorra de toda la mano.

-Permanganato de potasio.

-¿Quién habló?

-Yo, señor Presidente.

 

-Le recuerdo, socio Vega, que debe pedir la palabra antes de hablar, pero ya que habló...

-Perdón, señor Presidente. Decía que el Permanganato de potasio es la solución mágica. La mano queda un poco roja eso sí.

-Pido la palabra.

-Diga usted, Camilito.

-El limón de pica es bueno, pero mejor es el jabón y el cloro, a razón de dos cucharaditas por litro.

Más cantidad es peligroso, pero si uno no desea pasar sobresaltos...

-Pido la palabra.

-Diga usted, Marabolí.

-A mí me resultó con hígado de cordero podrido. Hay que jabonarse bien las manos con el hígado podrido,

esperar un rato y después lavárselas con agua de la llave. Santo remedio.

-Pido la palabra.

 

 

-Hable usted, Yuyul.

-Yo probé con todo eso pero igual la iñora me cachó, así que ahora voy a la segura y me echo soda cáustica.

-¡Pero eso es tremendamente tóxico!

-Ya no me quedan huellas dactilares, Ilustrísima, tengo el carnet vencido y no lo puedo renovar.

En la isapre me hacen poner el dedo y no me aparece identidad.

Pero todos esos malos ratos valen la pena comparados con el susto que pasaría si la bruja volviera a olerme la mano sin limpiar.

-Yo sé como sacar el olor a zorra, Presidente.

-Hable, Jorobabel Diéguez.

 

-Con ácido sulfúrico, señor Presidente. Por eso tengo el dedo del medio sin hueso y sin uña, igual que el quetejedi.

-La otra vez contó que quedó con el chongo porque se lo mordió una piraña en su viaje al Amazonas peruano.

-Cosas que se dicen, señor Presidente. Pero fue con ácido sulfúrico.

-Pido la palabra.

-Diga usted, Pastene, ¡pero que sea algo serio, por Dios, mire que he escuchado tanta huevá esta tarde!

-Cuando yo vivía en Valparaíso me pegaba unas buenas cachas a la hora de la siesta, Ilustrísima Señoría.

Como quedaba pasado a sapo, no sólo en la yema de los dedos de las manos

sino hasta en la yema del dedo gordo del pie, después pasaba a la caleta Portales

y me mandaba al pecho una docena de choros zapato. Llegaba a la casa con otra docena de regalo para la vieja,

para distraer sus fosas nasales, y la vieja quedaba feliz, salvo una vez, ahora que recuerdo...

-¿Qué le pasó?

 

-La vieja estiró la ñata, me miró raro y dijo a voz en cuello: "¿Ya anduviste pisando en la caleta El Membrillo, jíbaro culiado?"...

¡Tiene un olfato mi señora, señor Presidente, con decirle que en la noche tengo que sacar el poto para la pared para cagarme tranquilo!

-¿No había dicho usted caleta Portales?

-La vieja andaba cachuda con una garzona de la caleta El Membrillo, Ilustrísima.

Yo me enredé dando explicaciones y le insistí que se trataba de la caleta Portales... fue para peor.

 

-Pero... ¿jíbaro, le dijo? ¿No será una hipérbole por contraposición?

-¡Pido la palabra, señor Presidente!

-Diga usted, Pollo Loco.

-El olor a zorra sale con caca de gato, señor Presidente. La caca de perro también sirve,

pero deja su resto de olor a zorra en las manos, por ende es más riesgosa, aunque esté mucho más disponible en el mercado.

-Maestro Perfecto...

-Hable usted, Saval.

-Noto que se habla de fórmulas muy complejas, cuando la solución es mucho más sencilla:

el olor a zorra se pasa con una combinación de dos olores diametralmente opuestos entre sí. Pasto y papas fritas.

 

-¿Cómo se aplica la combinación?

-Camino a casa después de pegarse una cacha como Dios manda,

el hombre huele a cada rato su dedo y el olor a zorra ya le es reconocible a sus narices desde unos 15 centímetros,

haya viento a favor o en contra. Pues bien, una vez me agaché en una plaza y saqué una champa de pasto

y me la pasé por las manos varias veces. Acto seguido compré un paquete de papas fritas Lays en la esquina

y me las comí todas, cuidando de pasármelas por toda la cara, pues habrá de saber usted, Ilustrísima,

que el olor a zorra es como Alien. Invade todo el cuerpo.

-¿Tienen que ser papas Lays?

-Sí, señor Presidente. Si no lo fueran no me hago responsable. Usted sabe, lo barato cuesta caro.

 

 

-¡Pido la palabra!

-Diga usted, Muguita.

-El olor a zorra anda por ahí con el olor a perfume. No sé cuál es peor.

Se queda en el cuerpo y no sale ni con dos duchas. Pero si me preguntan, yo me quedaría con la fórmula del jíbaro Pastene.

-Pido humildemente la palabra.

-Hable usted, Bombero Lacho.

-¡Cabeza de casco de bombero!

-¡Cabeza de haba!

-¡Cabeza de pico!

-¡Orden en la sala! El socio ha pedido la palabra como cualquier otro. ¿O prefieren que lo llamemos por sus nombres de pila?

-Perdón, señor Presidente...

-Era una broma no más...

 

 

-Hable, Bombero Lacho, pero sería la úúúúúúltima pelea de la noche. Ejem... perdón. Hable usted.

-Quería aportar mi granito de arena, Magnánimo Amo, Califa de las lenguas de vaca del mundo, Emperador de la prudencia y la bondad, Príncipe del erotismo...

-Secretario, por favor borre de actas eso del granito de arena. Puede conservar lo demás. Siga usted, Bombero Lacho.

-Cuando le chupaba las tetas a mi profesora de inglés quedaba pasado a zorra...

-¿Pero por qué?

-A eso iba, señor Presidente. Es que le tenía la mano metida hasta el contre. Pero lo que quiero expresar esta tarde realmente,

Ilustrísima, es que esto del olor a zorra es una trampa del inconsciente para ocultar el problema verdadero,

cual es el del grave pecado, la degradación moral, la condena eterna en los confines del hades

que conlleva para uno el acto de infidelidad hacia aquélla que nos ha regalado sus mejores días.

-La misma que a esta hora está culiando con el gásfiter...

-¡Calla, infeliz!

-¡Orden en la sala!... Prosiga, Bombero Lacho.

-Decía, señor Presidente, que el olor aquél no está sino en nuestra propia conciencia y nos persigue donde vayamos, sea allí, allá o acuyá.

-¿Y a maracuyá?

-¡Calla, insensato! Escuchad, por piedad, la voz del profeta arrepentido.

-Siga, Bombero Lacho. Pero más rapidito.

-Ese olor a sapo nos persigue en forma invisible y se nos mete en las narices y no sale con nada,

porque es el mismo olor que sentía Hamlet en Dinamarca, Gran Califa

. ¡Es el olor de la tragedia que implica existir, ser, vivir de paso en esta tierra!...

puta, me las di de Moore y me puse filósofo, señor Presidente, pero se me agotó la frase y no hallo qué decir ahora.

-Hasta aquí no más llegamos. ¡Se levanta la sesión!"

 

saludos!

 

 

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