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Blade Runner

Holger Czukay (1938 - 2017)

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Si hay alguna banda que verdaderamente haya extendido y ampliado un poco más allá los márgenes y límites de la música, sin duda, ellos serían los alemanes Can, banda que con algunos lapsus, desde 1968 hasta 1999, mantuvieron intactos ese espíritu rupturista y de renovación que los llevó hoy en día a ser uno de los grupos más apreciados y valorados por muchos músicos a quienes, literalmente, se les cae la baba cuando hablan de los formados en Koln, RFA.
Si bien Can nunca cerró por completo las puertas a una reunión, muchas de esas esperanzas se fueron al tacho en 2001, cuando el guitarrista Michael Karoli sucumbió a un fulminante cáncer. Este año las cosas definitivamente indicaron el cierre definitivo de uno de los proyectos más innovadores y frescos del llamado krautrock, con la muerte en enero del inigualable Jaki Liebezeit, el baterista que con pulso firme llevaba las riendas en una banda que rompía estilos, y con la partida a inicios de septiembre de otro indispensable como lo era el bajista Holger Czukay, por razones no conocidas.
El talento musical de Czukay era, sin dudas, el motor que frenaba o aceleraba ese ininterrumpido vendaval de ideas que era Can. Irmin Schmidt venía de estudiar composición clásica (Stockhausen), Liebezeit venía del free jazz, Czukay de la avant garde y también Stockhausen, Michael Karoli del rock...Todos músicos experimentados y de una buena edad (salvo Karoli, algunos años más joven). Como lo hacían? El método Can era sencillo: aplicaban las matemáticas y patrones establecidos (por lo general, el ritmo de Liebezeit) para que el resto del grupo fuera sumando ideas e improvisación. Solían tocar interminables Jams de largas horas de duración, para que luego las atentas orejas de Czukay cortaran y crearan lo que el público debía oir. Podías estar de acuerdo o no, pero la rígida disciplina de los Can obligaba a someterse a los designios de Czukay. Por ejemplo, en Vitamin C el grupo llegó a tocar 8 horas! para que Czukay sacara un tema de 3 minutos y medio. Karoli estaba molesto porque le habían cortado grandes partes de guitarras, pero Czukay, veterano, explicó en el tiempo "Sí, esa vez tuvimos algunos problemas con Michael. Tú sabes. Era demasiado joven".
Como sea, solo quedando Irmin Schmidt, evidentemente no habrá ni la más mínima opción de poder reflotar a Can (Sin Karoli, los otros sobrevivientes ya se habían negado). Solo queda escuchar, una y otra vez, los discos más esenciales (cómo Soundtracks, Tago Mago o Ege Bamyasi) para poder entender el porqué Can causa tanta fascinación. Y para que todos entendamos que estos locos alemanes eran un grupo que tenía demasiadas influencias y talentos, que tocaban en una época de cambios en su país, que podían tocar todo lo que quisieran, pero sometidos a estándares implacables y condiciones muy específicas.
A eso lo llamo un grupo irrepetible.

 

 

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