Se le estaba por dar la bienvenida a un nuevo milenio, así que el ambiente estaba festivo, se respiraba la buena onda de fin año en el aire. La expectativa de recibir un nuevo gran milenio aumentaba las energías y ansías de todos. En medio de tan buen ambiente decidí ir a pasar el rato a mi toples favorito de la época. Adentro todo estaba prendisísimo, casi una bacanal. Llegaba tarde, así que solo alcancé a presenciar el último show. unas musas muy bellas subieron a un chascón de treinta y tantos al escenario. Al principio jugaron con el, lo toquetearon y la caso iba subiendo de tono, el muchacho ya sólo estaba con su ropa interior gozando a diestra y siniestra de las chiquillas. Hasta que de repente entraron innumerables monjas al escenario, salían de todas partes como sombras caminando frente a nuestros ojos, ninguna de ellas tenía cara, solo tenían hermosas cruces de plata en el pecho. Tomaron al muchacho y comenzaron a azotarlo frente a todos nosotros, algunos miraban confusos, otros aún esperaban algún remate porno único, pero lo que realmente pasó fue mucho más impactante, las últimas monjas entraron cargando una cruz de madera con las siguiente inscripción: "rey del toples". Procedieron a crucificarlo frente a nosotros, el muchacho, ya sasngrando, solo decía palabras ocultas en algún lenguaje incomprensible, aunque probablemente era algo como sólo venía por una cacha o mi misión se ha cumplido. Aún recuerdo su mirada y en sus pupilas el espectáculo de placer y dolor que día a día se teje en las sombras.